Topiltzin. VoxBox.Topiltzin. VoxBox.

Cine.- Casi todos los intentos artísticos en El Salvador siempre parecen estar en pañales: la literatura, las artes plásticas, el teatro, pero también el cine. De esto último vamos a hablar hoy: de un cortometraje salvadoreño llamado Topiltzín.

De entre la corta historia del cine salvadoreño, surge este relato cinematográfico que data de 1975 y que fue dirigido por Baltazar Polío, que cabalga entre el documental y la ficción, y que trata sobre un día en la vida de un niño en la calle.

La temática ahora puede resultar trillada, pero hay que ponerlo en el contexto justo: en 1975 las clases sociales en El Salvador estaban mucho más divididas que ahora, la represión militar estaba llegando a límites insoportables (el 30 de julio de ese año se dio la masacre contra estudiantes de la Universidad de El Salvador, por mencionar solo un hecho) y la pobreza no se retrataba en ningún lado, y menos en el inexistente cine salvadoreño.

Así que esta pieza podría considerarse innovadora: no tiene diálogos ni un argumento demasiado elaborado. Tampoco sigue la estructura típica de una historia con inicio, desarrollo y final. Tan solo captura un momento cualquiera de la vida de un niño cualquiera, de una ciudad cualquiera.

Las dictaduras militares de la época habrían impedido que esta historia se presentara mucho más descarnada, en lugar de tener ese aire un poco romántico que podría ser para algunos lectura de revictimización, además de que para los más radicales de aquella época y la actual podría representar solo la visión reaccionaria o pequeñoburgués de la pobreza, sin atacar el problema de raíz, o sin presentar soluciones a un problema tan complejo, que con los años se salió de las manos en dimensiones sociales y culturales que ahora se deben tocar con pinzas. ¿Qué puede ser de la vida de ese niño, si su vida fuera la de ahora? ¿Pertenecería a una estructura criminal? ¿Estaría pidiendo en un semáforo? ¿Estaría encerrado en alguna de las instituciones que administra el Estado?

Como cualquier buena obra de arte, estamos ante un relato de varias lecturas, cargado de muchos símbolos. El nombre de la producción nos daría para hablar largo y tendido sobre otro tema totalmente distinto. Pero vamos a aterrizarlo.

¿Quién es Topiltzín?

Quizás la palabra no sea tan popular, pero el nombre que recibió este niño-mito, luego de pasar por el lente de los españoles, es mucho más común: el Cipitío.

Según la historia que se hizo oficial, el Cipitío es el hijo condenado de la Siguanaba, el hijo condenado a ser siempre niño, a comer cenizas y a vagar por el mundo sin oficio, molestando a niñas inocentes y etcétera. La historia es harto conocida. Pero la visión del Cipitío es clasista, si le mira con detenimiento. De hecho, es una tergiversación perversa de la historia original.

De acuerdo con Miguel Ángel Espino, por ejemplo, Cipitío es bello (una omisión interesante que hace la historia que conocemos): “Todavía conserva sus ojos negros, su piel morena de color canela, y todavía verde y olorosa la pértiga de cañas con que salta los arroyos”. El hecho de tener siempre 10 años no responde acá a una maldición, sino a un don: “El hijo de la Siguanaba aún tiene diez años. Es un don de los dioses ser así”.

Cosas sin importancia, quizás, pero los mitos son importantes porque nos muestran una parte de nosotros mismos que quizás no conocíamos: mientras que en la historia oficial el Cipitío era “condenado” a ser un niño, en la que presenta Espino esta misma característica era un don, una bendición. Esta pequeñez hace una diferencia interesante: la manera que tenemos como sociedad de criminalizar a la niñez y a la adolescencia.

Y es cierto que en el contexto actual esto tiene sentido. Las pandillas están conformadas por niños y adolescentes, sí, es cierto, pero esa tendencia no viene desde las pandillas, sino desde tiempo atrás. La sociedad salvadoreña lleva muchísimo tiempo considerando a los niños como criminales que deben pagar por los errores que no cometieron. La corrupción, la ineptitud, la falta de interés de la clase política, repercute directamente en la niñez salvadoreña.

Solo hay que ver lo que ha sucedido recientemente en la Asamblea Legislativa: diputados del partido ARENA mandaron a archivar una iniciativa de ley que pretendía introducir educación sexual en las escuelas. Dijeron que era una ley que atentaba contra los principios cristianos… del Estado laico, claro.

Topiltzín y la flauta

El final de Topiltzín nos deja muchas preguntas, sobre todo por el entusiasmo del niño ante el poder de la flauta en sus manos. Y es que Topiltzín, si bien hace alusión a la niñez y la juventud, también es un equivalente semiótico de la energía vital, el juego infantil como dinámica creadora, como don divino que se pierde ante la fuerza de la realidad, pero que precisamente la fuerza de un niño es capaz de mantener como una esperanza arrolladora, como una tabla de salvación.

La música, representada con la flauta, podría estar haciendo alusión al traspaso cultural, el legado del día de mañana en lugar de vivir solo el día a día.

Como una lectura antes de que ocurriera el conflicto armado, podría resultar en un cuadro de costumbre donde el director nos presenta —a pesar de la realidad circundante— una posibilidad, un mundo de sueños y esperanzas.

El cortometraje solo dura 17 minutos, les recomendamos que se tomen el tiempo de verlo.

VoxBox.-

Por Redacción VoxBox

Antisistematizar es una forma de vida, es ir en contra del sistema, rompiendo moldes y atreviéndonos a hablar de temas que nos importan, como la política, la sexualidad, la cultura, la música y todo aquello que nos libera.

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