Gastronomía.- Según la ONU, en 2015 la población mundial llegó a 7,300 millones, de los cuales aproximadamente 800 millones sufren de hambre. Es decir, que más o menos una persona de cada 10 no tienen mucho o nada para comer durante el día a día. Las proyecciones para 2050 no son nada alentadoras, puesto que la población aumentará a 9,700 millones, y eso son muchas bocas que alimentar.
Ante este incremento de gente surgen las preguntas, dudas, preocupaciones y miedos: ¿Qué vamos a comer? ¿Cómo ser más eficientes con nuestra tierra? ¿Será un crimen si me como a un vegano?
Preguntas y dudas razonables, ya que la Tierra tiene un límite y es muy posible que ya estemos abusando de ella. Es aquí cuando decimos: “¿Y ahora quién podrá ayudarnos?”, y viene a nuestro rescate….
No, el Chapulín Colorado per se... pero sí a la familia que representa: los insectos
Insectos a la carta
Cerca de 2000 millones de personas ya comen insectos como parte de su dieta regular, según estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Desde tiempos antiguos, los humanos han incluido en su dieta a los bichos tanto en Asia, África y América. En especial México, donde comer chapulines y gusanos del maguey es algo muy común. Los insectos han sido entonces fuentes de proteína para muchos pueblos y el factor diferenciador entre la supervivencia o la extinción.
Es por esto que la FAO ha querido profundizar en el estudio de la entomofagia (es correcto, hay un nombre para eso de comer bichos), ya que aparentemente trae muchas ventajas ambientales como beneficios para la salud, entre las cuales podemos mencionar:
- La producción de proteína proveniente de insectos produce menos gases de efecto invernadero, como se tiene para la proteína del ganado.
- El consumo de agua es mucho menor, por lo que una granja de insectos podrá soportar mejor las sequías.
- Producir un kilo de insectos requiere menos espacio que el mismo kilo en un animal vacuno o bovino.
Nos vamos dando cuenta entonces que esto de jugar a la granjita pero con bichos tiene grandes beneficios para el planeta, por lo que ya deberíamos de estar criando nuestro primer lote de esperanzas y larvas de papalotas, pero ¿entonces por qué no vemos a muchos haciéndolo?
Citando a algún chef: “Es cuestión cultural”.
Porque alguien que no está acostumbrado a comer insectos de manera voluntaria (las cucarachitas en la comida no cuentan) no lo hará de primas a primeras. Muchos de nosotros no cuentan con ese espíritu aventurero, aunque también esto es relativo. Nos parecerá asqueroso comer gusanos empanizados, pero nos emocionamos cuando vemos las conchas retorcerse cuando les rociamos limón (cosa que a más de algún amigo mío del viejo continente ve con asco).
Hace años, recorriendo una reserva en la selva ecuatoriana, tuve el placer de comer unos gusanos que crecían en unas semillas, y para sorpresa mía tenían sabor a crema de coco. También probé hormigas culonas o zompopos de mayo: “El pop corn de la selva”, me decía riéndose nuestro guía; pero independiente del sabor, la textura no me convenció.
También el comer insectos se percibe como comida para pobre, ya que la gente que no tiene la plata para comprar carne lo compensa comiendo bichos. No del todo (en su mayoría) cierto: México tiene 2 comidas que tienen el estatus de caviar : hormiga chicatana (zompopo de mayo) y el ahuautle (conocido como caviar azteca).
La hormiga chicatana, en palabras del célebre chef Olvera (ver Chef’s Table, temporada 2):
“México es rico en su pobreza […] Hay chicatanas por 4 o 5 días al año. Para mí, esa es la definición de lujo, porque solo las tienes 4 días nada más y vienen de un lugar muy específico”.
También en el sur, el chef rockstar Alex Atala hizo de comer hormigas un lujo, sirviendo formícidos bañados en oro sobre espumilla de merengue.
Sea el comer insectos una moda pasajera de los países desarrollados para lavar sus culpas o la estampa común en algún mercado asiático, no podemos negar que la entomofagia traerá beneficios, pero no es la pomada canaria. Creo que el problema global de seguridad alimentaria no es provocado por falta de recursos: en realidad es un problema de distribución.
Si tienen buen estómago, les recomiendo un documental que está en Netflix: Bugs. En ella se toca el tema de los insectos desde el punto de vista culinario, pero a medida que se desarrolla el documental se van tocando temas de sostenibilidad y política.
Para finalizar, no olvidar el consejo del suricata Timón, en especial cuando esté estresado porque el pisto no alcanza:
VoxBox.-