Cine.- No cabe duda que Netflix paulatinamente se ha convertido en un hogar dispuesto a abrirle las puertas a talentosos cineastas con intenciones de destacarse con historias arriesgadas, con mayor desarrollo y que sientan anhelos de liberarse de las limitaciones que pudieran traer los grandes estudios hollywoodenses.
Una de las primeras pruebas de eso fue la aclamada versión americana de House of Cards, la primera producción original de Netflix que en su primera temporada contó con el ya entonces aclamado director de cine David Fincher, siendo el productor ejecutivo y director del episodio piloto.
Ahora, la empresa de entretenimiento streaming se atreve repetir la fórmula de éxitos pasados con Mindhunter, una nueva serie de tan solo 10 episodios, disponibles en su totalidad desde el viernes pasado y que cuenta nuevamente con la firma de Fincher, y además, Charlize Theron como productores ejecutivos. En esta oportunidad, el realizador de Fight Club y Se7en también cumple funciones como director de cuatro de los diez episodios.
¿De qué trata?
La serie se ambienta en 1979, cuando dos agentes especiales del FBI, Bill Tench y Holden Ford, unen sus dotes de enseñanza dentro del departamento de Ciencias de la Conducta, para enseñar a otras unidades alrededor de Norteamérica sobre cómo proceder contra criminales violentos e impredecibles.
Desde el inicio Holden se siente fascinado por esta nueva categoría de criminales, donde no aplican los mismos conceptos comunes de la lógica y se plantea comenzar entrevistar a algunos de ellos, convertir estas conversaciones en un estudio que sirva como antecedente para un perfil psicológico que pueda ayudar a atrapar otros criminales con motivaciones parecidas.
En pocas palabras, el atractivo principal de la serie al inicio es el ser una especie de Road Movie mezclado con un thriller policíaco, donde estos encuentros con conocidos asesinos múltiples permiten hacer observaciones para desentrañar otros casos difíciles de resolver.
“¿Como nos anticipamos a un loco sino sabemos como piensa?”, es lo que dice Bill Tench a sus escépticos superiores, para justificar la investigación iniciada por Holden.
Sin embargo, un espectador que espere algo como El Silencio de los Corderos o Hannibal podría sentirse decepcionado. En realidad, no hay ninguna persecución o enfrentamientos con estos asesinos, ya que el desarrollo de la serie es lento y solo sirve para sentar las bases de conflictos que pudieran suscitarse en temporadas siguientes. Mucho se centra en el rigor de la investigación a base de cuestionar los hechos, hacer las preguntas correctas, suponer escenarios a base de la intuición e incluso contar con algo de suerte al momento de buscar un sospechoso.
Como aspecto fundamental es necesario entender que la serie está ambientada e inspirada en un contexto real, donde el término “asesino en serie” apenas estaba saliendo a la luz y mucha de la terminología básica para entenderlos y clasificarlos está siendo creada en paralelo por los personajes de la serie, que a su vez están basados en agentes del FBI reales. Este aspecto es uno de los principales ganchos y encaja con algunos de sus mejores momentos.
Existe un aire cargado de suspenso y claramente de expectativa por el aspecto policial, pero bajo un foco mucho más realista al que estamos acostumbrados. Aquí, más que ver al criminal como un antagonista o una forma villano, se nos presenta como un objeto de estudio por el que fascinarse, pero que aun así nos inquieta y nos perturba por su naturaleza tan alejada de lo corriente.
Conserva elementos que la permiten compararla más fácilmente con Zodiac, que también resulta ser uno de los mejores trabajos de Fincher; de hecho, la idea más aterradora se plantea casi al final y muy sutilmente se va presentando… ¿cuánto tiempo se puede pasar estudiando la mente de monstruos sin que la obsesión por ello también te afecte de alguna forma?
¿La serie hace bien al nombre de Fincher?
Existe un hecho al que es interesante enfatizar, aunque mucho del mérito se lo lleve Fincher, gracias a su estatus como realizador y ser posiblemente quien planteó la estética general de toda la serie, el mayor involucrado es el creador y guionista John Penhall, quien estuvo detrás de la mayoría de los episodios.
Realmente Fincher es un prototipo de director clásico que no necesita escribir los guiones de sus películas para poder darle su sello particular, al igual que Hitchcock es capaz de adoptar una cierta temática y transformarlo en un trabajo autoral gracias a su estilo visual, y es aquí cuando la serie se beneficia en sobremanera de su influencia. Es una simbiosis entre dirección e historia.
Los personajes pertenecen perfectamente a ese universo fincheriano repleto de personas obsesivas, engreídas, cargadas de respuestas inteligentes pero que al mismo tiempo están siempre aisladas del mundo, cargados de problemas y conflictos personales que se van correlacionando cada vez más con su vida profesional, y se plantean hacer un mundo mejor resolviendo y evitando que ocurran crímenes de gran magnitud, pero al costo de su propia estabilidad emocional.
Además tenemos el agregado visual: una hermosa forma de componer los elementos dentro del cuadro, fotografía tenue perfecta para una atmósfera sombría con un mayor énfasis en paletas de colores amarillentos y verdes, un montaje casi magistral con secuencias que lo establecen todo sin necesidad diálogos y un muy apropiado diseño sonoro con una extremadamente buena selección musical nostálgica por la década de los setenta.
En conclusión, es un producto que está claramente a la altura de cualquier producción cinematográfica, al contar con la muy apropiada intervención y meticulosa visión de Fincher. Es la clase de historia imposible de no relacionar automáticamente con Fincher y su propia forma de trabajar, es un proyecto que está hecho perfectamente a su medida.
Sin duda requiere de una particular atención en los más mínimos detalles, con una resolución de temporada, si bien no del todo satisfactoria. Cumple siendo inquietante y sentando correctamente las bases para conflictos de mayor calibre psicológico en el futuro, que es el campo que está más orientado en representar.