Opinión.- Después de una larga espera, ha llegado la segunda temporada de una de las series más virales de internet en los últimos años: Stranger Things. Gracias la metodología de Netflix, podemos disfrutar de la temporada completa en una sola maratón de fin semana, a través de la plataforma streaming.
Ahora ha llegado el momento de dar fin al hype y comenzar a evaluar que ha sido lo mejor (o peor) de esta segunda entrega, sin spoilers, o al menos sin algunos de los más importantes:
Comencemos por lo primero
La temporada inicia un año después de los eventos de la primera temporada, con cada uno de los personajes intentando llevar una vida normal a su manera. Los muchachos del club audiovisual siguen haciendo cosas de niños como ir al Arcade o vestirse para Halloween, Nancy mantiene una relación estable con Steve e incluso la madre de Will se encuentra en una relación con Bob (Sean Astin, un actor de los Goonies, una de las películas que inspiró la serie).
Sin embargo, cada uno debe seguir lidiando con las secuelas de lo ocurrido. Will tiene constantes visiones del Upside Down que al principio no se sabe si son recuerdos o premoniciones, y por esta razón está siendo evaluado por un nuevo supervisor (Paul Raiser) del departamento de investigación del Laboratorio Hawkings, Nancy muestra indignación de que ya nadie en el pueblo parezca preocuparse por saber qué pasó con Barb y Mike lleva un año sin saber nada de Eleven e intenta comunicarse con ella todas las noches desde su sótano.
Lo que Mike no se imagina es que Eleven se encuentra mucho más cerca de lo que cree, viviendo con el oficial Jim Hopper, quien se ha convertido en una especie de protector y figura paterna para la niña con poderes telequinéticos, manteniéndola oculta y aislada del mundo exterior por su propia seguridad.
Los errores que cometieron esta temporada
A diferencia de la temporada anterior, donde todo giraba en torno al misterio de la desaparición del Will Byers, aquí hay un inicio mucho más pausado de lo esperado, con varias subtramas ocurriendo en paralelo, solo que sin tener necesariamente un foco directo de atención para determinar hacia dónde se dirigirá la acción principal.
De hecho, se siente como un problema el que haya tantas tramas secundarias a las que se le dedica tiempo, pero sin que se vea que tengan repercusiones inmediatas o que aporten de alguna manera al conflicto principal, donde sabemos de antemano que algo tendrá que ver con las visiones de Will.
Podría decirse que hay varios detonantes dependiendo de los personajes, como el caso de Nancy o Eleven, pero estos momentos no parecen estar necesariamente interconectados, lo que hace que el producto final se sienta más dentro de un formato serializado que al de una película dividida en partes, que fue uno de los aspectos más interesantes de la temporada pasada.
Por otro lado, ahora la atmósfera ochentera parece haberse vuelto más una obligación que un homenaje. Muchas veces la música popular de la época aparece más como un recordatorio del periodo temporal que por una necesidad, perdiendo en cierta forma el encanto de algunas de las referencias.
Personajes como Max y su hermano psicótico, a pesar de ser en un principio interesantes, poco a poco dejan de aportar y su introducción termina por parecer un tanto innecesaria, mientras que otros personajes protagónicos, como el caso de Mike, se vuelven mucho más pasivos, aportando muy poco en la mayoría de los episodios.
Sin embargo…
La temporada juega de forma constante con la expectativa y la promesa de muchos encuentros (y reencuentros), que sirve bastante para jugar con una constante tensión dramática desde un punto de vista emocional, haciendo que sea finalmente bastante satisfactorio el punto de encuentro entre todos los personajes.
Además, hace un buen trabajo mezclando un poco los grupos para crear nuevas interacciones, aunque algunas no terminan de cuajar, como que Mike haya tenido que quedarse con Joyce sin aportar necesariamente mucho, otras son sumamente divertidas de ver como la de Steve aliándose con el grupo de niños, balanceando el contexto bizarro de las situaciones, pero con su característica atmósfera juvenil e ingenua.
Los dos últimos episodios terminan siendo diversión pura, ensamblando a la perfección el gran cast que conforma la serie, que a pesar de tener personalidades y trasfondos tan dispares, todos encuentran la forma de trabajar en conjunto y terminar por aportar algo al final de la historia, creando una dinámica de grupo muy fascinante de ver en pantalla.
Finalmente, los hermanos Duffers supieron conservar el encanto de su atmósfera y la magia que hizo que Stranger Things fuera tan especial en primer lugar, además de establecer la promesa que definitivamente no será lo ultimo que veremos del pueblo de Hawkins.
Aunque ahora parece predominar más la esencia televisiva que la cinematográfica, no por eso parece haber perdido su rumbo creativo, ya que sigue siendo un producto de entretenimiento bastante sólido que promete mantener ocupada nuestra atención en el futuro, con nuevos misterios y aventuras, de la mano de entrañables personajes.