Literatura.- No soy de hacer grandes introducciones, así que voy a repetir lo que ya está claro en el título: estos son los libros esenciales de mi 2017.
La literatura ha formado parte esencial de mi vida desde hace muchos años. Sé que decirlo —en estos tiempos que corren— suena pretencioso, pero es lo que hay.
Aquí mi pequeña lista. Hubo más libros, pero estos fueron los que consideré más importantes. Si quieren, pueden dejar sus listas también, así nos recomendamos libros y autores, y el conocimiento no se queda estático.
10. Delirio, de Laura Restrepo
Un libro donde convergen muchas historias. Una novela que comienza, engañosamente, enseñándonos la vida de Aguilar y su esposa con problemas mentales, Agustina, la oveja negra de una familia adinerada de Bogotá. Digo engañosamente, porque Delirio en realidad es una especie de radiografía de la sociedad, a la vez que un relato íntimo de la aristocracia colombiana y de la guerra de las drogas de Pablo Escobar y las guerrillas.
9. Querida Ijeawele, de Chimamanda Ngozi Adichie
Sucede esto: una mujer en Nigeria se convirtió en madre de una niña. Como quería educarla para ser feminista y no sabía cómo, escribió a una de sus amigas de infancia que ha hablado por todo el mundo sobre feminismo y que además es escritora: Chimamanda. Este libro es la respuesta de la escritora a su amiga. ¿Qué me interesa eso a mí, hombre, centroamericano y sin hijos? No lo sé exactamente, pero me leí el libro en una sentada, y planeo volverlo a leer varias veces más. Es una visión maravillosa, simple y sensata sobre el feminismo.
8. Plástico cruel, de José Sbarra
Sbarra es de esos escritores que fácilmente se pasan por alto, y que se olvidan en medio de tanta historia y tradición literaria. Es argentino, y quizás por eso mismo haya sido tan fácil obviarlo. Pero deténganse un poco y dele una buena leída. Con una lectura rápida uno se encontraría pronto con la influencia bukowskiana en su literatura. Pero hay más. Plástico cruel es la historia de un amor no correspondido entre un travesti llamado Bombom, que se define a sí misma como poeta y puta, y un joven rural de 17 años, Axel el cerdo. Una historia que se sitúa en las antípodas del buen gusto: una novela escrita por un marginal, sobre marginales y, quizás, para marginales, pero creo que es un buen espejo para ver qué tan ridículos son los cimientos de nuestras sociedades, tan conservadoras y tan equivocadas. Sbarra no tiene miedo de llamar por su nombre a las cosas, mientras nos da una merecida bofetada en nuestra comodidad.
7. Mientras escribo, de Stephen King
Este libro quizás no entraría en esta lista, si no fueran por mis pretensiones ingenuas de escribir ficción. Pero creo que, aún si carecen de estas pretensiones, podrían disfrutar y aprender cosas útiles de este grandioso libro. No es ficción, hay que decirlo, sino una especie de autobiografía trunca, cuyo propósito no es otro que hablar sobre lo que a King más le interesa: literatura. Su infancia, su precoz interés en las letras y su vida después del éxito son narrados aquí como una excusa para hablar de literatura. En el camino, King da consejos para los escritores en vías de desarrollo (como yo). Pero no se confundan, esos consejos no son largas reflexiones intelectualoides sobre lo que significa escribir, sino herramientas prácticas, observaciones concisas y justas, y muchos ejemplos. No importa que no hayan leído nada de su obra (como es mi caso), no importa si no disfrutan el género al que él se ha consagrado o que no sepan quién diablos es Stephen King: este libro es sumamente útil para los que aspiren a contar historias que nacen en la imaginación.
6. Rendición, de Ray Loriga
Con esta novela me topé sin pedirlo, gracias a las diligencias de dudosa moral de un amigo. Una novela de ciencia ficción que este año se hizo acreedora del Premio Alfaguara. Me gustaría agregar algunas virtudes de esta novela, pero me encontré con que un miembro del jurado que se encargó de otorgar este premio escribió una columna para el periódico El País sobre la novela, una tal Elena Poniatowska, y ni modo, cuando hablan los grandes al resto nos toca callar:
“Creo que si un filósofo escribiera una novela, lo haría como el autor de Rendición, pegado a la tierra, a los cambios de la naturaleza que también son los cambios en su cuerpo […] Ray Loriga nos presenta una novela que no salvaría a Rulfo de la depresión, pero cuyos rumores coinciden con sus murmullos, el inútil bregar de sus personajes condenados de antemano a la soledad de la ciudad transparente”.
5. Saga Millenium, de Stieg Larsson
¿Qué podría decir de esta saga que no se haya dicho ya? Creo que muy poco. Apenas mi experiencia personal: tenía ganas de leerla desde hace ratos, pero no se había presentado la ocasión, y hasta este año que me prestaron los tres libros. El inicio de la primera novela (Los hombres que no amaban a las mujeres) puede ser un tanto engorroso. Larsson presenta el escenario quizás de la peor forma posible, explicando un intricado y aburrido laberinto de fraudes empresariales en Suecia. Pero si persisten un poco, el libro —y los que siguen— recompensan ese primer bache. La historia ha sido criticada como una novela escrita para ser best-seller, para ser vendible. Quizás tengan razón o no, pero resulta un viaje sumamente divertido. El grueso número de páginas que componen cada libro apenas y se siente. ¿De qué sirve la literatura si uno no puede, además de aprender cosas, disfrutar y ser feliz? Para los que odian los libros de moda, esta podría ser una mala opción. Para los lectores hedonistas, sin embargo, recomiendo ávidamente esta saga. No se van a arrepentir.
4. El tambor de hojalata, de Günter Grass
Al igual que Millenium, este ha sido para mí otro libro que quería leer desde hacía años, y no me decepcionó ni un poco. La mayoría de expertos en estos temas coinciden en que El tambor de hojalata es una de las novelas más importantes de la literatura universal y no solo de Alemania. La novela va sobre Oskar Matzerath, el niño que a sus 3 años decide dejar de crecer; un enano; un deforme; una especie de desquiciado sexual; un criminal que decide, además de dejar de crecer, romper cierto orden social de su caótico país, con sus tambores de juguete y sus redobles marciales. Oskar se convierte en una especie de “conciencia del Tercer Reich”, como lo afirma Miguel Sáenz, traductor de Grass al español. Pero más allá de las implicaciones políticas que contiene, se trata de un libro de aventuras, escrito de un modo oportuno y que, tal como lo señala el mismo Sáenz, rozó anticipadamente lo que Gabriel García Márquez definiría años más tarde como realismo mágico.
Como dato adicional, debo agregar que El tambor de hojalata es el primer libro de la Trilogía de Danzing, a la que le siguen El gato y el ratón y Años de perro.
3. Americanah, de Chimamanda Ngozi Adichie
Chimamanda, como señalé en el puesto 9 de esta lista, es una escritora nigeriana que se hizo “viral” hace unos años, por sus interesantes charlas Ted. Esta novela ganó el premio de los críticos neoyorkinos en 2014 y eso ya es decir bastante.
Pero fuera de premios y reconocimientos mediáticos, debo decir que Americanah es, de hecho, una gran novela. “Americanah” es el término burlón con que los nigerianos se refieren a los que vuelven de Estados Unidos, dándose aires de saber más que sus compatriotas que nunca han salido de su país. De esa burla parte la autora para contarnos una historia de amor que se desarrolla en tres décadas. Una historia de amor, sí, pero que en el camino nos va dando luces de cómo está organizado el mundo en sus hilos más caóticos y acaso invisibles. Cómo se vive el racismo en un país como Estados Unidos donde, superficialmente, sus ciudadanos huyen como la peste de esa palabrita.
Yo no sabía que era negra hasta que llegué a este país, suelta en algún momento la protagonista. El sueño americano, tan famoso en nuestro tercer mundo querido, es retratado con precisión quirúrgica desde la subjetividad de Ifemelu. Lo que más me gustó de la novela es que no hay protesta ni exageraciones. No hay rencor entre líneas ni tampoco pleitesía. Solo un mundo que funciona así, mal. Y a pesar de eso existen historias de amor.
Dije que no lo iba a hacer, pero aquí está la primera charla que hizo famosa a Chimamanda:
2. Las intermitencias de la muerte, de José Saramago
Qué les puedo decir: soy fan a ultranza de Saramago. Creo que no ha pasado un año, desde que lo conocí allá por el 2008, que no haya leído o releído algo suyo. Este año le tocó a Las intermitencias de la muerte y, como siempre, no me decepcionó ni una pizca. Los que hemos leído a este señor sabemos que tiene una tendencia a las fábulas que nunca intentó ocultar. A Carlos Reis, su buen amigo, Saramago confesó en alguna ocasión que sus obras nacen de un mismo impulso: darse respuesta a una serie de cuestiones sin resolver. ¿Qué sucedería si mañana la muerte decide dejar de hacer su único trabajo? Bajo esa premisa y escribiendo una de las mejores primeras líneas de la literatura (“Al día siguiente no murió nadie”), Saramago nos regala una novela/reflexión sobre la vida, la muerte y el amor. Los tópicos más trillados de la historia de la literatura. Pero el portugués sabe dotarla de nuevos e ingeniosos brillos. Rozando la ironía, el sarcasmo, las profundas reflexiones y rompiendo con el paradigma de narrador (son muchas las ocasiones en las que Saramago irrumpe en medio de la historia para hablarnos directo a nosotros, los lectores), el escritor nos regaló este libro cortito que vale la pena leer al menos una vez en la vida. Hermosa en contenido, en divagaciones y en lenguaje, Las intermitencias de la muerte es de lectura obligatoria para quienes hayan disfrutado ya de cualquier otro libro suyo.
1. El marinero que perdió la gracia del mar, de Yukio Mishima
Conflictos de Edipo y de la adolescencia mal resueltos, despiadadas críticas hacia los valores más tradicionales de Japón, paternidad, existencialismo y jerarquización social: El marinero que perdió la gracia del mar es una novela exquisita, preciosa y muy perturbadora. Quizás una novela que retrata con mucha fidelidad la psique de su autor. No tengo muchas maniobras de comparación, esta ha sido la primera y hasta la fecha única novela que he leído de este japonés. Pero me aventuraría a decir que en este relato Mishima expió mucho de sus propios demonios. Si de esta lista tuviera que quedarme con un solo libro, elegiría este sin pensármelo mucho (por algo lo puse en el primer puesto, ¿verdad?). Como he leído poco o nada de literatura nipona (mal por mí, pero el otro año planeo enmendarme) fácilmente podría caer en una exageración, pero de todas formas debo decirlo: desde la primera frase hasta la última (especialmente la última) hay un aura de belleza extraña y contundente en todo lo narrado. Mishima no era dueño de un estilo o una voz, sino de una estética a la que el resto de mortales no podríamos aspirar.
Como dato aparte, voy a agregar que si no conocen la vida y el final suicida de Yukio Mishima, tal vez deberían darle una leída a este enlace.
No me dejen hablando solo, cuenten: ¿cuáles fueron los libros esenciales de su 2017?