VoxBox anhela convertirse en una revista cultural, apegada al concepto más holístico posible de “cultura”, que sea competitiva con los temas del momento.
Opinión.- VoxBox nació en la mente de la editora en jefe con la idea —un tanto poética— de convertirse en una caja de resonancia sobre los temas que a la gente le importan, pero —hay que agregar— también sobre aquellas agendas que son importantes, aunque a los públicos no les gusten.
Diciéndolo de otra forma: VoxBox anhela convertirse en una revista cultural, apegada al concepto más holístico posible de “cultura”, que sea competitiva con los temas del momento y que, al mismo tiempo, sea un espacio donde converjan distintas voces, desde las más utilitarias hasta las más incómodas: decir libremente, por ejemplo, que el sexo oral sigue siendo un gusto adquirido o que Beyoncé anunció que estaba esperando gemelos. Contar que Venezuela vive una crisis y que Cristiano Ronaldo utiliza vientres de alquiler, porque se le pega la gana y tiene el oro para permitírselo. Procrastinar con estilo, cultura pop que sí da gusto.
VoxBox tampoco pretende hacer periodismo, así que no se ofendan los colegas.
Un año después, aquellas pretensiones inocentes se han vuelto más cabronas: los públicos son, en efecto, impredecibles (cómo se extrañan aquellos años gloriosos en los que la dictadura de la Aguja Hipodérmica nos remitía a un individuo que no existía y, en cambio, había una masa amorfa y homogénea). A la gente no le gusta leer párrafos demasiado grandes (hoy se aguantan este) y, sobre todo, hay temas que se deben agarrar con guantes de seda, porque Internet es tan grande y las posibilidades de toparte con una persona con una infancia jodida es muy alta: estos son los tipos que tienden a ofenderse por cada idiotez, los que te acusan de ser demasiado subjetivo en un artículo de opinión (¿?), los que te ponen la etiqueta de “Marvelita” porque no te gustó la Mujer Maravilla o los que te solicitan de la forma más repugnante posible que quites la bandera del Orgullo LGBTI de tu perfil, porque a ellos se les antoja.
Quiérase o no, todos esos detalles, sumados a un sinnúmero de pequeños triunfos y fracasos, terminan marcando para bien o mal el rumbo de cualquier intento de publicación.
En un año, VoxBox pasó de ser el Playground camboyano a ser una revista en vías de desarrollo al mejor estilo centroamericano: con más errores que aciertos, pero sin dar marcha atrás.
Ahora la revista habla más de Selena Gomez y páginas para adultos que de feminismo y de problemas sociales del continente, pero eso es solo para atraerlos a ustedes, queridos lectores. Tal vez en una de esas se dan cuenta que en el mundo (y en Internet) hay espacio para todos y en una de esas, teniendo mucha suerte, terminan comprendiendo que la diversidad es hermosa porque es real e ineludible.
Y salud por este año.