Detalles.- Hoy sí, hemos terminado de ver Stranger Things temporada 2 y nos ha dado muchísimas satisfacciones, quizás más de la cuenta.
Sobrará decir que Stranger Things 2, al igual que la primera —o quizás incluso más intensamente que la primera— explota al máximo el recurso de la nostalgia. No sabemos si los hermanos Duffer lo sabían o no, pero filtrar la historia a través de ese lente maravilloso funciona a muchos niveles, para personas de cualquier edad, aunque no hayan vivido aquella década.
No por gusto revistas como Vanity Fair, Indiewire o incluso Rolling Stone hayan elaborado guías completas sobre todas las referencias ochenteras que tiene la serie (que son muchísimas), en caso de que tengas la sensación de haberte perdido algo.
Hacer esta reseña es complicado, porque casi todas las debilidades que otros encontraron en la temporada nosotros las hemos percibido como fortalezas. Pero vamos a tratar de ser objetivos, hasta donde sea posible.
Esta reseña contiene muchísimos spoilers, así que continúas leyendo bajo tu propio riesgo.
Personajes y actores probados, pero…
La dinámica del pequeño grupo de amigos ya venía probadísima desde la primera. La química entre estos chiquillos resulta demoledora y son uno de los motores principales de esta segunda edición.
Pero una de las debilidades de esta temporada es que buscó abarcar muchísimas historias, muchos pequeños conflictos que por ratos le quitaron agilidad a la trama. No la suficiente, sin embargo, como para que fuese aburrida. Pero quizás tuvieron que simplificar.
Por otro lado, fue bastante bueno que cerraran la historia de Barb. Muy humano darles al menos un final a sus quebrantados padres.
Un enemigo más cerebral
Cuando terminó la primera temporada, a todos nos quedó la duda de cuál iba a ser el villano de esta segunda parte, si el Demagorgon parecía el villano definitivo. Pero no, los Duffer dejaron de lado al estereotipo del enemigo brutal, de fuerza solamente, y se decantaron por uno de tintes más lovecraftiano: un ser desconocido que no solo es fuerza bruta, sino además cerebro, con planes y estrategias que, por si fuera poco, desconocemos por completo.
Eleven se llama Jane
Uno de los puntos más interesantes de esta temporada fue el reencuentro de Eleven con ella misma. Descubrir que tiene una madre que está viva, jodida pero viva, una hermana y un nombre fue una forma muy bella de devolverle un poco esa normalidad que tanta falta le hacía.
Además, su hermana se convierte en una especie de “Yoda”, que le enseñará a usar sus poderes con más soltura.
Eleven y su nuevo “padre”, el alguacil Hooper, es otro de los hilos narrativos que más nos encantó. Sabemos que ambos tienen una profunda necesidad del uno con el otro, y esas escenas más o menos domésticas de peleas fueron, en algún nivel, reconfortante.
Nuevos personajes
La incorporación de nuevos personajes también resultó bastante atinada. El joven y guapo Billy se convirtió en el antagonista humano mejor logrado (bastante mejor para estos propósitos que Steve), y Madmax, aunque no lo parezca a simple vista, encaja a la perfección en ese círculo de bichos raros y nerds que solo encuentran su lugar en el Club de Audiovisuales.
Faltaríamos terriblemente si no mencionamos el papelón que desempeña Bob Newby, probablemente el superhéroe más bonachón que haya visto la televisión en años. Bob es el segundón por excelencia, que por azares misteriosos termina en una linda relación con Joyce, la madre de Will. Es interpretado por Sean Astin, quien también dio vida a Samsagaz Sam Gamyi, el compañero inamovible de Frodo Bolsón, en la trilogía de El Señor de los Anillos.
Algunos trucos de magia no funcionaron igual
Claro, nadie espera que la secuela produzca los mismos efectos que la primera parte, pero creo que los Duffer se equivocaron al intentar presentar detonantes parecidos de la trama para ver si funcionaba igual.
Explicamos: una de las cosas memorables de la primera temporada fue el recurso de las luces navideñas de Joyce para comunicarse con su hijo perdido. Fue un uso espléndido, nos encantó a todos. Hicieron muchos homenajes a esa escena.
Para esta segunda parte intentaron ese emular sobre ese buen recurso, pero no lo lograron esta vez. Esa forma tan precaria de usar el código morse, los dibujos/mapa de Wil y la lamentable forma en que Joyce se dio cuenta que había un monstruo en el televisor fueron un mal autoplagio.
Pero Stranger Things es maravillosa
Así es. No importan las fallas, tenemos una gran deuda con los Duffer por habernos dado esta serie tan exquisita.
Si se quedaron con ganas de más, recomendamos Beyond Stranger Things, que es un buen placebo para la larga espera que viene de un año.