A los científicos que respondieron la sencilla pregunta de cómo funciona el reloj biológico se les acaba de otorgar un Nobel. Así de importante ha sido ese descubrimiento.
Detalles.- Todos sabemos más o menos qué es reloj biológico. Todos lo hemos utilizado más de alguna vez como excusa para llegar tarde al trabajo. Todos intuimos, por ejemplo, que a ciertas horas del día o de la noche tenemos más sueño que en otras. O por qué a ciertas horas la comida nos cae mejor que en otras.
En fin, todos sabemos más o menos qué es y cómo funciona.
¿Cómo funciona exactamente?
Aunque pareciera que es algo básico, intuitivo, la ciencia no se lo había cuestionado realmente. Y a los científicos que respondieron esta sencilla pregunta, se les acaba de otorgar un Nobel. Así de importante ha sido.
Pero veamos.
Para comenzar, hay que aclarar que sí existe ese reloj biológico dentro del organismo. Su función es la de regular funciones como el comportamiento, los niveles hormonales, el sueño, la temperatura corporal y el metabolismo.
Jeffrey C. Hall, Michael Rosbash y Michael W. Young, ganadores del Premio Nobel de Medicina 2017, averiguaron cómo funciona este mecanismo.
Ritmos circadianos
El que las especies que habitamos en este planeta podamos anticipar el día y la noche y, en consecuencia, regular nuestros organismos en función de eso, no es nuevo. En el siglo XVIII, el astrónomo Jean Jacques d’Ortous de Mairan se dio cuenta de que ciertas plantas abrían sus hojas durante el día y las cerraban durante la noche. Se preguntó qué pasaría si la planta fuera colocada en oscuridad constante y descubrió que, independientemente de la luz del sol, las hojas seguían abriéndose y cerrándose cada 24 horas. Así tuvimos noción de que las plantas poseían su propio reloj biológico.
De ahí a descubrir que todos los organismos poseemos un mecanismo similar no pasó mucho.
¿Y si nos metemos en un búnker?
En la década de los sesenta hubo dos experimentos que terminaron de constatar la existencia del reloj: por un lado, el explorador francés Michel Siffre se pasó largos periodos viviendo bajo tierra, sin reloj ni luz solar, con el fin de estudiar sus propios ritmos biológicos. En una ocasión estuvo seis meses dentro de una cueva y su ritmo natural se estableció un poco por encima de las 24 horas, aunque a veces se extendía hasta las 48 horas.
El otro experimento fue realizado por los investigadores Jürgen Aschoff y Rütger Wever. Ellos metieron a un puñado de personas en un búnker de la Segunda Guerra Mundial y comprobaron que la mayoría tenía un ritmo biológico de entre 24 y 25 horas, aunque algunos se extendían hasta las 29 horas.
En esa misma época, el biólogo Franz Halberg, el principal impulsor de la cronobiología, acuñó la expresión “ritmos circadianos” a partir de los términos circa (“alrededor”) y diem (“día”).
Pero ¿qué causa los ritmos circadianos?
En los años setenta, el genetista Seymour Benzer y su estudiante Ronald Konopka se preguntaron si podía ser un gen, y trabajaron con moscas de la fruta para demostrar que las mutaciones de un hipotético gen bautizado como “periodo” podía alterar los ritmos circadianos de estos molestos insectos. No fue hasta 1984 que Jeffrey Hall y Michael Rosbash, de la Universidad Brandeis en Boston, y Michael Young, de la Universidad Rockefeller, en Nueva York, consiguieron aislar el gen usando moscas de la fruta.
Los investigadores demostraron que el gen periodo codifica una proteína llamada PER, cuyos niveles oscilan en un ciclo de 24 horas en sincronía con el ritmo circadiano. La proteína PER se acumula en la célula durante la noche y luego se degrada durante el día.
Los ganadores del Nobel identificaron además otros componentes proteicos que conforman un preciso mecanismo de relojería, dentro de la célula que conocemos popularmente como reloj biológico.
Biología circadiana
La biología circadiana se ha convertido en un campo de investigación vasto y dinámico, con implicaciones para nuestra salud y bienestar.
El reloj biológico influye incluso en cómo nos afectan y cómo se mueven los fármacos dentro del organismo.
Ahora entendemos por qué volar hacia el este provoca más jet lag que hacerlo hacia el oeste, cuál es la mejor hora para tomar un café o por qué a veces nos cuesta irnos a la cama, aunque tengamos que madrugar.
Gracias al trabajo de Hall, Rosbash y Young, el cuerpo humano tiene un misterio menos.