Su amistad con Malcolm X lo acercó al Islam, que abrazó en 1961, abandonando el nombre de Cassius Clay: entonces el mundo lo conoció como Muhammad Ali.
Opinión.- Cuando nació Muhammad Ali le dieron otro nombre: Cassius Marcellus Clay, Jr. Aterrizó a esta vida en un día como hoy, en Kentucky. Le tocó crecer en los difíciles barrios de Louisville, que poco a poco moldearon su carácter.
A los 12 años un grupo de pandilleros le robaron su bicicleta. Al llegar a la comisaría para hacer la denuncia, fue atendido por el oficial Joe Martin, quien le aconsejó entrenarse para poder defenderse. Le ofreció entrenar gratis en el prestigioso gimnasio Columbia del que era dueño y así nacío la leyenda. Lo que empezó como una actividad recreativa se transformó en obsesión, y en solo 2 años ya era un boxeador reconocido en el círculo amateur.
Fue escalando notoriedad hasta ganarse el derecho a competir en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, donde obtuvo la medalla de oro. Su amistad con Malcolm X lo acercó al Islam, que abrazó en 1961, abandonando el nombre de Cassius Clay: entonces el mundo lo conoció como Muhammad Ali. Comenzó una meteórica carrera profesional, y el 25 de Febrero de 1964 la coronó cuando le ganó a Sonny Liston por nocaut, obteniendo los títulos de la Asociación Mundial de Boxeo y del Consejo Mundial de Boxeo.
En la cima de su popularidad nunca se olvidó de sus raíces, y por ello se convirtió en un ícono de la comunidad afroamericana. En 1966 fue convocado para servir en Vietnam, y Ali se negó alegando “objeción de conciencia”, y pronunciando una frase que lo enemistó con el departamento de Estado: “No tengo problemas con los Viet Cong, porque ningún Viet Cong me ha llamado un nigger”.
El primer boxeador
Por su decisión, en 1964 le fueron retirados todos sus títulos y esto lo acercó más al público, que lo vio como un hombre de principios. La revancha llegó 10 años después: ahí recuperaría su título frente a George Foreman. En 1978 perdió de nuevo el título frente a León Spinks, pero en la revancha los recuperaría de nuevo, convirtiéndose en el primer boxeador en lograrlo en tres oportunidades.
Alejado del boxeo su figura siguió creciendo, con una altísima popularidad, además que su opinión siempre fue tomada en cuenta por el público. En las últimas peleas, su entrenador notó una falta de reflejos notoria para un hombre con esa disciplina física, y Ali le confesó que le habían diagnosticado mal de parkinson. Ali murió el 3 de Junio de 2016.
Ese día mi celular sonó y vi que era mi papá. Yo acababa de leer la noticia y sabía que él también sabía de la muerte de Muhammad Ali. Cuando le contesté, me dijo: “Se murió Muhammad Ali, el único campeón que ha luchado de verdad por la verdad”.
Mi padre ha admirado a este hombre desde hace años. Me contaba que con sus amigos y vecinos se reunían en la única casa de la colonia San Judas, allá en el centro de San Salvador, para ver las peleas para defender su título. Siempre me habló de su valentía y sus ganas de joder al gobierno. Aquel día mi padre estuvo muy triste. Supongo que se siente feo ver morir a la gente que admiras, que te han influenciado, que te dan una especie de ejemplo.
En lo personal creo que Muhammad, fuera de ser el mejor boxeador de todos los tiempos, tuvo una enorme influencia en su generación. Sin proponérselo generó una mirada crítica a la política, y giró el timón para sumergirse en las luchas sociales a favor de las minorías.
Justo después de su muerte vi un documental de su vida. En este sus hijas hablaban de su padre, de sus vicios y virtudes, de las cosas maravillosas que vemos las hijas en sus papás, y en los errores que vemos en ellos cuando crecemos. Solo queda mantener esa memoria, tratando de ser una pizca de coherentes como lo fue este hombre.
VoxBox.-