La única prueba concreta de nuestra existencia, la risa, el llanto, todo el amor y el odio, las dudas y la lucidez: la poesía.
Opinión.- El equinoccio de primavera suele ocurrir el 20 o 21 de marzo. Así que para asegurarse que siempre sea en fecha reciente de equinoccio es que se declaró Día Mundial de la Poesía.
En cierto modo es inevitable entonces asociar a la poesía con un mundo de color, vida, naturaleza y todo lo bienamado que nos ofrezca la existencia. Una concepción lírica y armónica donde nos llega la calma de las cargas de la vida. Con todo y eso, tendrá que reconocer que vivimos tiempos en los que se nos están acabando los lectores de poesía. ¿Cuántos poetas ha leído en lo que va del año? ¿Y de sus amigos, conocidos? ¿Cuántos poetas tiene usted noticia de que ellos hayan leído?
Con visión de profeta, Borges imaginaba un declive invisible de la poesía:
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.
La poesía es para siempre. Siempre ha estado y siempre estará. Aunque fuera a un lado, en un lugar pequeño para el amplio público lector, que suele preferir cualquier otra manifestación del arte. Y suele ser lo primero que conocemos cuando nos acercamos a la literatura. Y suele acompañarnos cuando comienza a asolarnos la sombra de la muerte.
Octavio Paz afirmó en una entrevista que la poesía es la única manifestación del arte que puede encontrarse en todas las culturas del mundo. Es decir, aunque caiga en la explicación obvia, que en aquellas culturas donde no desarrollaron pintura, relatos, música o cualquier otra expresión: al menos tuvieron poesía, de alguna u otra manera. Siempre estuvo ahí.
Es así que la poesía no puede ser solo luz, equilibrio, conexión con lo maravilloso del mundo. En la poesía hay también dolor, hambre, sombra, deseos sórdidos, miedos, creencias y supercherías, y todo el cariz humano que a veces nos negamos a ver.
Tenemos entonces figuras que por años fueron esquivas, aunque ahora tan naturales para los lectores de este tiempo, como Charles Baudelaire (“Oh tú, que de la Muerte, tu vieja y firme amante, engendras la Esperanza – ¡esa adorable loca!”) y Arthur Rimbaud (“Antaño, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde corrían todos los vinos, donde se abrían todos los corazones”). También otras con su visión un poco oscura y pesimista, pero que también nos ofrecen reflexiones peculiares sobre la existencia: Edgar Allan Poe (“Tu alma, en la tumba de piedra gris estará a solas con sus tristes pensamientos. Ningún ser humano te espiará a la hora de tu secreto.”), William Blake (“tu lecho descubrió de alegría escarlata, y su amor sombrío y secreto consume tu vida.”).
Pero también hay personajes un poco más controvertidos, poetas a quienes los programas escolares suelen hacer a un lado, porque resulta demasiado embarazoso interpretar sus propuestas sin hacer caer en la tentación a los estudiantes de buscar más por su cuenta acerca de esas vidas decadentes, siempre al límite. Poetas que lo último que escribieron fue el texto previo a suicidarse.
Entonces tenemos a un José Asunción Silva, quien a los treinta años visita a un médico para que le dibuje sobre el pecho el lugar exacto del corazón. La siguiente noche reúne invitados en casa y al final de la velada se dispara con un revólver sobre el dibujo.
Alfonsina Storni dejó una nota con tinta roja las palabras “Me arrojo al mar”. Gérard de Nerval se ahorcó. Paul Celan se arrojó al Sena. Anne Sexton se encerró en su garaje, encendió su vehículo y respiró hasta morir intoxicada. George Trakl muere, pero por inhalar toda la cocaína que su cuerpo pudiera resistir. Hay muchísimos otros casos, cada uno con tremendas fatalidades.
Y por cuestiones personales, el caso que me resulta más conmovedor es el Cesare Pavese, cuyo poema sigue siendo evocado por la sencillez de sus palabras, pero contundencia en el mensaje: “Oh, amada esperanza, aquel día sabremos, también, que eres la vida y eres la nada. Para todos tiene la muerte una mirada. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Será como dejar un vicio, como ver en el espejo asomar un rostro muerto, como escuchar un labio ya cerrado. Mudos, descenderemos al abismo”.
Pero este no es un día negro. También hay poesía en las rimas y jitanjáforas que suelen aprender los niños. A veces las causas sociales se expresan (no siempre con la mayor fortuna) con palabras poéticas. Lo que nos conmueve hasta las lágrimas, lo que nos llama y atrae, la simple sensación de extrañamiento. La poesía está en todas partes.
Gabriel García Márquez brindó por ella en la cena de gala de los premios Nobel, y citó a Luis Cardoza y Aragón, atribuyéndole una idea que muchos intuyen, aunque no todos están de acuerdo: la única prueba concreta de nuestra existencia, la risa, el llanto, todo el amor y el odio, las dudas y la lucidez: la poesía.
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