The Defenders fue, sin duda, una de las series más esperadas para este año. Cumplió sus promesas a medias, pero nos quedó debiendo mucho.
Opinión.- La serie de Netflix The Defenders era sin duda una de las producciones más esperadas de este año. Finalmente se estrenó el pasado viernes, tal como estaba previsto, y los resultados nos han dejado un sabor de boca más bien agridulce.
Primero pongamos el contexto: The Defenders tenía la obligación de prácticamente revivir a la franquicia, ya que las fórmulas superheroicas de Netflix y Marvel se han venido abajo con cada nueva serie.
Entre Daredevil y Iron Fist hay un abismo casi infranqueable: mientras que el primero es una serie emocionante a más no poder, la segunda es poco menos que un fiasco.
¿Lo consiguió?
AQUÍ COMIENZAN LOS SPOILERS
The Defenders es, podría decirlo como primer acercamiento, superior a Iron Fist. Además, el haber desarrollado la temporada en solo ocho capítulos le permitió superar el vicio del relleno, de las escenas y las explicaciones innecesarias.
El primer y segundo episodio resuelven rápido la mayoría de preguntas que quedan en el aire en cada una de las series individuales. Plantean, además, el conflicto a gran escala que detonará la acción en lo sucesivo.
Los primeros cuatro episodios logran reunir a los cuatro vigilantes con bastante solvencia. Los roces personales y las inevitables diferencias de ideología se asientan bastante rápido.
El gran pero
Llegados al quinto episodio la cosa comienza a aflojar y no en el buen sentido.
El principal problema de The Defenders es su arco argumental bastante accidentado.
En contraposición con la velocidad con la que se asentaron los conflictos individuales, debo decir que me pareció tortuoso ver cómo cada uno lidiaba con ellos, en escenas interminables que impedían que la serie comenzara a despegar. Mucha divagación, mucho conflicto interno, mucho diálogo sobre por qué sí, por qué no, etc.
Lo voy a decir en una sola línea: en cuanto a escenas de acción, The Defenders me quedó debiendo.
El fracaso del villano
Desde antes de comenzar sabíamos que el gran enemigo sería The Hand, una organización mítica de la que, en términos generales sabíamos poco.
The Defenders nos presentó el origen de esta secta/sociedad/mafia y conocimos a los cinco “dedos” que la conforman (la elección de Sigourney Weaver como Alexandra, la líder de The Hand, fue bastante atinada).
Pese a que esta mafia apunta como un excelente villano, pronto nos dimos cuenta que Elektra sería quien reclamaría su legítimo derecho de ser la villana, aunque lo hizo de forma tan burda, que no pude dejar de preguntarme si no había sido solo una excusa para regalarnos la inmolación final de uno de los héroes.
La exquisita parte visual
No suelo hacer análisis sobre colores, fotografías o esas cosas, porque no me siento con la competencia suficiente, pero aquí sí debo de señalar esta gran virtud: desde el opening de la serie queda plantea la dinámica que adopta con su fotografía. Por si no lo notaron, la serie utiliza una paleta de colores distinta para cada personaje, y lo hace sin volverse cansada.
Así tenemos que la secuencias en rojo era para Daredevil, azules para Jessica Jones, amarillo casi ambar para Luke Cage y verdes frías para Iron Fist.
Esas sutilezas son las que se agradecen.
Pero viene otro pero
La grandísima debilidad de The Defenders resulta ser el personaje más importante de la saga: Iron Fist.
Si no se hartaron de él en su propia serie, aquí terminarán de odiarlo. Se los prometo.
Las historias de Matt, Luke y Jessica resultan interesantes. La calidad de sus respectivas series es cuestionable, pero mantienen cierto grado de calidad que tristemente no consiguió Iron Fist. La trama de esta última oscila constantemente entre lo absurdo y lo patético. Aquí no fue una excepción.
Iron Fist es un lastre que, paradójicamente, resulta ser el motor de todo el argumento de la serie.
Entonces, ¿sí o no?
The Defenders resultó una serie visualmente interesante y con momentos bastante buenos. Funciona bien para pasar el rato, cuando no hay nada mejor que ver.
Queda, sin embargo, la sensación de que pudo dar más de sí y no lo consiguió. Que pudo haber sido épica, pero se derrumbó en el intento.