Opinión.- Vivo en el centro de una ciudad donde abundan los bares. Y lo digo sencillamente porque es un hecho, ya que es necesario recalcarlo. Seamos francos: este hecho será bueno para unos, pero para otros será una tremenda tragedia. Sojuzgar se nos da demasiado fácil como para no sacar conclusiones precipitadas.
No he contado cuántos bares hay, pero no me tiembla el pulso al afirmar que en 1.5 km a la redonda me quedan cerca al menos 50. No exagero. Puede que incluso sean más. Si alguna vez viene a Santa Tecla, La Libertad, El Salvador, y pasa por el centro de la ciudad, no le será difícil confirmarlo.
Y como de vez en cuando cedo a la tentación de querer tomarme una cerveza, naturalmente las opciones tan a la mano me permitirán elegir entre tanta variedad.
Hay lugares caros y baratos, conceptuales y eclécticos, con buena música o rockola para que el cliente ponga lo que quiera. Con tanto bar, sería ilógico pensar que todos son iguales.
No los conozco todos y ni creo que lo haga. Pero por pura curiosidad he visitado una buena parte (¿qué más le queda a un ave solitaria y nocturna?). Comprar solo una bebida nos puede permitir sondear el territorio, más de lo que en principio podríamos imaginar. Pagar una cerveza y observar a todo el mundo: nada cuesta.
Después de conocer la mayoría de locales, por si se lo está preguntando, ¿no debería de tener algún lugar que considere mi favorito o que me haya parecido el mejor? La respuesta es sí. De hecho, tres son mis lugares favoritos, aunque en esta ocasión quiero hablar solo de uno: Bar Medieval Paseo El Carmen.
Estará en su pleno derecho a cuestionarlo (por si ya lo conoce o si simplemente conoce Santa Tecla), y está bien: todos tenemos un gusto particular. De por sí, solo con el concepto musical, Medieval ya ha pasado filtro a su cliente potencial: por si su nombre le parece que no es el mejor referente para que indique su concepto, tendré que pecar de obvio… Medieval es un bar para metaleros y amantes del amplísimo e infinito género rock. Desde que entra hasta que sale es todo lo que va escuchar. Y escucho de todo y no solo un género musical, pero pocas veces me he sentido en casa como en ese lugar.
Claro, si le desagradan los géneros musicales que allí se degustan, o si prefiere un lugar para ir a bailar, naturalmente no podrá soportar una hora en ese lugar. Pero para los melómanos y los amantes de un buen ambiente para conversar, y evidentemente para los amantes de los géneros musicales mencionados, no habrá en la ciudad un mejor lugar para reunirse.
El lugar es abierto y cerrado a la vez: lo sé, es una estúpida frase contradictoria, pero si algún día visita este lugar, sabrá de lo que le hablo. El ruido o el sonido (según sea su gusto musical) no es ni mucho ni poco, sino lo necesario, lo suficiente. Pero cuando inician los toques con bandas invitadas, eso ya es otra cosa.
Y si tiene prejuicio con la cultura metalera, debo acotarle que para ser un bar conceptual y de esa temática, aquí he visto el ambiente más tranquilo que jamás había imaginado. Y sé que este no es el espacio para contar mis experiencias de bares, pero no le miento al decirle que aquí he visto a la gente más tranquila, relajada y ecuánime, que solo reacciona con emoción y todo cuando comienza a tocar alguna banda.
¡Oh!, sí, la música: es necesario recalcarlo. El concepto Medieval consiste en que usted entra, paga su cerveza (a precio normal, sin pagar cover) y a cierta hora de la noche podrá escuchar música en vivo. ¿El género? Ya sabe: el rock, con sus miles de variantes. ¿Las bandas? Bueno, si le nombro algunas quizá no sean conocidas en el ámbito latinoamericano, pero unas cuantas suenan en mi país y se dedican a tributar a bandas históricas. De preferencia, leyendas del rock.
Si es muy criticón, digamos que es un oasis y consuelo para la localidad: quizá algunos habitantes de este país jamás tendremos oportunidad de ver un show en vivo de una banda famosa y legendaria, pero en compensación escucharemos a buenos músicos intentando rendir tributo con los mejores éxitos de las grandes agrupaciones de la escena musical mundial. Al menos es algo. Y es divertido. Y estimulante.
Pero no llegué a ese lugar por mi curiosidad incorregible. En realidad, justo el año pasado (sí, hace casi un año, el 12 de mayo de 2017) me encontré en el autobús con un amigo, a quien tenía unos cuatro años de no ver. Ninguno de los dos se había identificado, pero fui el primero en saludar. Conversamos por todo el camino y él me dijo que iba para Medieval. Pregunté si podía acompañar y me dijo que sí. Mi sorpresa es que en esa reunión conocería a otras personas que ahora también son mis amigos, además que me reencontré con otro gran amigo, a quien también tenía años de no ver y que venía de visita al país, ya que ahora reside en Estados Unidos.
Esa noche había un tributo a The Doors. No diré si fue idéntico o no, pero disfruté cada canción y cada ejecución musical, en perfecta compañía, entre chistes, nostalgias de adolescencias perdidas, anécdotas de nuestras más tenaces ridiculeces y de cómo a pesar de todo hemos sobrevivido a la vida. Hasta el momento recuerdo eso como una experiencia inolvidable… incluso aunque me diga que apenas ha pasado poco tiempo.
Nos logramos reunir con los amigos un par de veces más, aunque nunca será igual la emoción de un primer reencuentro. Jamás he pensado en que una noche como esa es irrepetible, o que por el contrario, necesito que vuelva a repetirse una en mi vida. Lo importante es atesorar los momentos, incluso si estos son apenas una recreación de la mente.
Pero como me atendieron bien, me gustó el concepto, el menú y jamás me ha defraudado ningún toque, prácticamente he cumplido un año de ser cliente de ese lugar. ¡Está bien! ¡Lo admito! Tiene derecho a llamarme borracho o lo que sea, solo porque cada fin de semana prefiero ir a un toque en Medieval, en lugar de quedarme en casa viendo una película o leyendo un libro. Leo y escribo todos los días y me disciplino la semana. ¿No me mereceré mis toques de fin de semana, cuando de todos modos no tengo acceso a pagar conciertos caros? Déjeme con mi consuelo. Yo me quedo con Medieval.
Medieval es lo mejor que he encontrado cuando quiero un momento para tararear, para probar un interesante menú mexicano y para poder conocer bandas nacionales que hacen su mejor intento para distraernos un rato de la cotidianidad.
El establecimiento es conceptual, pero en lugar de crear un performance que nos cause distanciamiento o nos haga sentir que estamos en un sitio con excesiva sofisticación, en realidad es sencillo y nos ofrece esa sensación de estar como en casa, de visitar un lugar que nos es común a todos y nos hace sentir que compartimos un espacio que se parece mucho a una de las tantas formas de cotidianidad… como en aquellas tabernas europeas de la Edad Media.
P. D.: Un afectuoso y especial saludo para Naty López y Alejandro Marroquín. Siempre que he llegado con mis amigos nos han atendido con una sonrisa y nos hacen sentir como en casa. Medieval no sería lo mismo sin ustedes. Un cordial abrazo.
¡Ah!, y también un saludo a todos mis amigos, quienes hacen que cada noche en Medieval sea excelente: Joel Melgar, Geovanni Trigueros, Marcos León, Gerson Martínez, Marco y César Sandoval (¡Los Pericos!), Norvi Castaneda y Rubén Ramírez.