Música.- Para mí no hay nada más importante que la música y la lucha social. Supongo que soy hija de mis circunstancias. Nací justo en el momento histórico en el que se gestaba una guerra civil en mi país. Nací en una casa católica consciente y me dieron una educación en esa línea, y por supuesto, caí en las manos jesuitas, que me guiaron en el proceso de ser una persona con un mínimo de criterio. Con ese contexto todos pensarán que me gusta la clásica música de protesta: la trova y los ritmos andinos. Me gustan, pero a pesar de no bailar y de tener dos pies izquierdos, disfruto profundamente la música tropical, aunque me toque disfrutarla sentada en la esquina de la pista de baile.
Hace unos días empezó la campaña electoral en mi país. Sí, esa que solo nos da tregua unos cuantos meses al año, porque como buen país tercermundista, siempre estamos en campaña electoral: que si los diputados, que si los alcaldes, que si el presidente… y cualquiera de sus respectivas combinaciones. Por eso me quedé pensando que es tiempo de desempolvar algunas canciones que siempre me han puesto a pensar y bajarle al ruido mediático de tanto charlatán.
Empecemos desde el origen
Es 1992, acababa de terminar la guerra que marcó mi infancia. Yo estaba en octavo grado y mi clase de formación cristiana ya me estaba hablando de las comunidades eclesiales de base y de la historia de la iglesia católica en mi país, y bueno… apareció Juan Luis Guerra y 4:40, en una fiesta de 15 años. Todos bailaban, y mientras yo intentaba no tropezar con el chico que me invitó a bailar, le puse atención a eso de “a nadie le importa qué piensa usted”, y recordé la queja constante de mi madre cada vez que regresaba del mercado, porque los tomates cada día estaban más caros. Ahora, cada quince días, me doy cuenta que los tomates siguen estando caros, y han pasado 26 años. Seguimos igual. Súmele que en el video aparece ese mítico personaje que está eternamente en campaña y que ahora nos habla del “Buen vivir”.
Enfermarse es lo peor que te puede suceder en las regiones tercermundistas. A menos que, por supuesto, tengas un seguro médico privado. Crecí en el Hospital Nacional Rosales. Mi madre ha trabajado ahí por más de 40 años. He visto de todo y cuando digo de todo… es todo. Cuando el personal médico del Seguro Social se fue a huelga, me alegré mucho. Rechazaban la privatización del servicio público y exigían mejoras a lo que había sido desde tiempos inmemoriales condiciones deplorables. Aquellas marchas blancas convocaron a todo mundo. No solo marchaban doctores y enfermeras, no: allí habíamos de todo, y cuando digo de todo es todo. Juan Luis Guerra había sacado esta canción años antes, pero nada describe mejor esa carencia del derecho inalienable a la salud, en un país en Latinoamérica, que esta melodía. “No me digan que no tienen anestesia…”.
Hemos llegado al gran Rubén Blades. Nadie ha retratado mejor los sacrificios de personas comprometidas con la lucha y el cambio social que él. Vino, agarró todo el ritmo, el sentimiento guapachoso, las ganas de bailar y la verdad, y lo mezcló. Nos ha dado grandes canciones para reflexionar. Fue difícil escoger solo dos para esta lista. La primera es esta que nos narra la historia ficticia de un sacerdote y su monaguillo. Podrá ser un hecho que no sucedió como tal, pero es el retrato de muchas muertes de religiosos en Latinoamérica entre las décadas de los setenta y ochenta: sacerdotes, catequistas, monjas y seminaristas fueron asesinados por las dictaduras, por atender la esperanza y fe de los oprimidos. Pero sobre todos ellos, que son tan valiosos, el máximo representante es Monseñor Romero. Blades no ha amagado en decir que esta historia está basada en la historia del Arzobispo de San Salvador, que fue asesinado en marzo de 1980, y que el monaguillo es la representación de la inocencia de los pueblos. En algo tiene mucha razón Rubén Blades: pueden matar a la gente, pero no las ideas. Por eso, la lucha social, aunque haya mutado, sigue siendo necesaria.
Una de las consecuencias de las luchas sociales, quizá de las más dolorosas, han sido las desapariciones. Durante años, mientras las dictaduras se cebaban del pueblo, miles de personas desaparecieron y nunca se supo de ellas: hombres, mujeres, jóvenes, viejos, niños… gente pobre, gente con recursos económicos, laicos, religiosos y ateos. Todos con un común denominador, gente buena. Luego de la desaparición, viene la peor parte: la angustia, el dolor, el peregrinaje buscándolos. Vivos o muertos, no importa cómo, pero saber dónde están. Rubén Blades hace un recorrido de diversos casos. Casos que siguen vigentes. Ahora siguen desapareciendo personas. En México, en Guatemala, acá en El Salvador. Todos tienen un mismo común denominador: el gobierno no hace nada. Nada. Las desapariciones siguen, sigue la búsqueda, de ellos y de justicia.
Existen diversas formas de protesta. Están las pacíficas y también las violentas, las insolencias, la desobediencia cívica y se incluye la descripción de las grandes tribus urbanas actuales, y que han mutado en los últimos años, pero que aún conservan ese espíritu rebelde. Eso ha hecho Calle 13. Aunque su producción discográfica ha sido variopinta, han incluido esta pieza que comparten con Rubén Blades y que recoge la herencia tropical de Puerto Rico. La Perla es un barrio, un territorio, un sueño, un paisaje. Es lo que le da a sus habitantes un significado, un sentido de pertenencia, no importa si eres callado o fiestero, si eres introvertido o extrovertido, si tienes todo o te falta todo. La Perla es San Salvador, es Ciudad de Guatemala y Tegucigalpa, también es Managua, San José y Panamá. La Perla es la excusa perfecta para hacer una reflexión de la identidad latina… bailemos, “Yo tengo tóóó… no me falta nááá… tengo la noche que me sirve de sábana”.
La pobreza trae todo tipo de consecuencias: las migraciones, delitos y cambios de vida… de eso nos habla Luis Enrique Mejía Godoy, el mítico nicaragüense, que junto con su hermano Carlos tuvieron un impacto en mi vida, pues me mostraron que la alegría de aquel país se transmite en sus obras y preocupaciones. Uno de mis profesores, en 1995, me mostró esta canción. Tuve que hacer un trabajo para su clase… “Pobre la María y su fantasía”, puso muchos a pensar y a bailar. Hace algunos años, Shaka y Dres, un dúo salvadoreño, retomaron el tema e invitaron a Luis Enrique a cantarla con ellos, ahora motivados a visibilizar el problema de la trata de personas, que es tan común en nuestra región. De esta canción les dejo las dos versiones.
1994:
2013:
Hablemos del irrespeto a la comunidad LGBTI. Fue Willie Colón quien trajo el tema a la palestra guapachosa y compuso una canción que narra la historia de Simón, un hombre que muere de sida en 1986, homosexual y abandonado, despreciado y humillado por su padre. La lucha de las personas de la comunidad LGBTI ha tenido grandes avances a costa de martirios y sacrificios. A los gobiernos latinoamericanos no les interesan los derechos civiles de estas comunidades, excepto en tiempos electorales. Esta semana, la Corte Interamericana ha solicitado a los gobiernos que se reconozcan las uniones civiles de personas del mismo sexo. Es triste encontrarse con las mentes retrógradas que piden el infierno para personas que no tienen absolutamente nada diferente a los heterosexuales. Gracias por recordarnos, Willie, que “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.