Detalles.- Popularmente se conoce que hacerse un tatuaje —en muchos casos— es una mala idea, por varias razones. Pero la principal, casi siempre, es que son permanentes. Es el argumento principal de los padres que no quieren ver a sus hijos con tinta en la piel: “¿Cómo te vas a sentir cuando seas un anciano con la piel manchada?”.
Pero los tatuajes no son permanentes, en el más estricto sentido de la palabra. El tipo de piel, la edad, el tamaño del tatuaje, la exposición al sol y el tipo de tinta utilizado son los factores que determinan la forma en que el tatuaje se distorsionará con el tiempo.
Así lo explica el profesor Ian Eames, del University College de Londres (Reino Unido), quien ha creado un modelo matemático que permite, por primera vez, simular los cambios que sufre un tatuaje a través de los años.
Primero: ¿cómo funciona el tatuaje?
Cuando el tatuador pincha la dermis con agujas para aplicar la tinta, el organismo genera una respuesta inmune que hace que los glóbulos blancos acudan a limpiarla. En este proceso se eliminan del cuerpo algunas de las partículas de la tinta, pero otras permanecen y quedan atrapadas en el tejido conjuntivo del organismo, formando parte del tatuaje. En el plazo de un mes, el nexo entre la epidermis y la dermis se habrá reformado y el dibujo quedará fijado para siempre en el cuerpo.
Sin embargo, no siempre conservará su aspecto original, ya que, con el transcurso del tiempo, las células que contienen la tinta mueren, se dividen o se desprenden del organismo, en un proceso inevitable que acabará alterando el dibujo. Eames ha creado el primer modelo teórico que integra los datos del movimiento de las partículas colorantes en las células cutáneas y que pronostica su evolución a largo plazo. Según los modelos matemáticos, los tatuajes de mayor tamaño y líneas más gruesas envejecen mejor que aquellos que son más pequeños y detallados, puesto que las líneas finas acaban desvaneciéndose antes.
Se estima que el 36 % de los adolescentes estadounidenses, de entre 18 y 25 años, y hasta un 40 % de los que tienen entre 26 y 40 años, tienen alguna parte de su cuerpo marcada con tinta.
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