Opinión.- Iniciamos un nuevo año, y con este, la tradicional invitación para “comenzar de nuevo”. Nuevas resoluciones, nuevos objetivos, retomar viejas promesas… “Ahora sí voy a dejar de fumar, voy a bajar de peso”, “¡Ahora sí, este es mi año!”, pero muchas veces parece que todo esto es efímero.
Fallidos intentos de cumplir los propósitos de interminables listas de cosas por arrancar a partir de las 12:00 a. m. del primero de enero solo me trajeron frustraciones al final de mes, para luego, poco a poco, olvidar que alguna vez las tuve. Excepto, claro, el último día de ese año, y así.
En general, cuando esto pasa somos muy duros con nosotros mismos. Nos martirizamos por nuestras fallas y nos entra el sentimiento de culpa.
Hace un par de años me regalaron un libro al que al principio no le puse mucha atención. Pocos meses después decidí comenzar a leerlo en unos días de vacaciones. The Power of Habit (“El poder de los hábitos”), del periodista ganador del Pulitzer Charles Duhigg. Trata, en síntesis, de cómo funcionan los hábitos. Los hábitos emergen mucho más allá de nuestra conciencia cuando nuestro cerebro los aprende. Parecido a la acción involuntaria de respirar. No estamos conscientes de ello las 24 horas del día, solo lo hacemos. Los hábitos se generan con un impulso inicial, luego el desencadenamiento de patrones que luego se convierten en una rutina con el fin de obtener gratificación.
Cuando hemos adoptado un hábito que nos vemos en la necesidad de desechar, solo podemos hacer una cosa: sustituirlo. Un hábito no puede ser simplemente descartado, sino más bien reemplazado. Cuando queremos cambiar hábitos para lograr nuevas metas sin tomar en cuenta esto, nos vemos forzados a tratar de cumplir a ciegas con nuestros mil y un objetivos, abarcando más de lo que podemos apretar, para finalmente, colapsar y dejarlos de lado.
Tomando en cuenta esto, comencé a aplicar la más importante lección que me dejó esta lectura, algo que cambió muchísimo mi vida: para cambiar algunos hábitos es necesario enfocarse en cambiar un tan solo hábito, por más insignificante que parezca. Esto funciona porque los resultados que se van generando se van multiplicando con el tiempo.
Así que decidí comenzar por algo relativamente fácil: preocuparme más por mi salud y bienestar. ¿Qué implicaba esto entonces? Comencé por visitar de rutina a un médico. Esta sencilla acción desencadenó otra serie de acciones prácticamente por default. Luego de las recomendaciones del médico, comencé a comer más saludable sin las presiones absurdas que me ponía antes, a tomarme un tiempo para meditar una vez al día y estar más presente. Poco a poco comencé a disminuir la cantidad de cigarrillos de casi una cajetilla diaria a una cajetilla al mes, lo que naturalmente me llevó a sentirme mejor de forma física y mental, a rendir mejor en el día a día, a ponerle más atención a mis relaciones interpersonales, etc.
El enfoque en cambiar un solo hábito logra mucho más de lo que una lista de diez cosas que requieren de mucha fuerza de voluntad a ciegas pudiese. La fuerza de voluntad es un músculo, y así como los músculos de nuestro cuerpo se cansan, así también la fuerza de voluntad, y nuestro cerebro al encontrarse en dificultad, buscará resolver el caos con el mínimo esfuerzo posible, poniéndose sin querer en contra nuestra.
Te invito entonces a que conmigo, en este nuevo año, nos enfoquemos en cambiar un solo hábito. Por más pequeño que parezca, y que al llegar al final de este año hayamos formado otros nuevos que nos ayuden a la consecución de nuestras metas.
Que la motivación a la que el inicio de año nos invita no se desvanezca, más bien con el tiempo se transforme en un tiempo para reflexionar en lo que nos vamos a enfocar para poder dar paso a nuevas y aún mejores cosas.
“La definición de locura es repetir una y otra vez lo mismo esperando diferentes resultados”.
VoxBox.-