Viajes.- Aquí puedes leer la primera parte: Cuando se cumpleaños y se celebra viajando (Primera parte).
Luego de Chichicastenango llegué a Xela, era de noche. A primera vista una ciudad encantadora, con un centro precioso que enamora a primera vista y, sobre todo, cuando esta iluminada. Allí pasé varias noches en un hostal cerca del parque que se llama El Gato Negro.
En esa ciudad y por haragán no subí a ver el volcán Santiaguito, ni a las fuentes Georginas. Pero sí disfruté de la ciudad. Hasta fui a ver un partido del Xelajú, su equipo de futbol y disfruté deliciosamente el pepían, una de las comidas típicas guatemaltecas que me encantan —tanto como el cack ik y el jocón—. Mi paladar estaba por probar una bomba explosiva que me hizo ir varias veces a Guatemala, aunque fuese un día comer la comida típica de una fecha específica: el fiambre, que se come el 31 de octubre y 1 de noviembre, especialmente en la capital y en La Antigua.
Mi último día en Xela fue un 30 de octubre y pensaba ir a la fiesta de Todos Los Santos Cuchumatanes, pero uno de mis más grandes amigos guatemaltecos me llamó para que me fuera a ciudad de Guatemala a su casa a comer fiambre… y fue una invitación que no pude rechazar. Así que me fui. Llegué el 31 al medio día. Fuimos por esa delicia llamada fiambre y la pasamos comiendo toda la noche. Desde entonces regresé casi todos los años, hasta el 2015.
El 1 de noviembre, día que en Guatemala se celebra el día de muertos, salimos con mi amigo rumbo a Santiago Sacatepequez. La celebración consiste en elevar barriletes —piscuchas, como le llamamos los salvadoreños o papalotes, como le dicen los mexicanos— y amarrarlos a las cruces de los difuntos para que así su alma pueda descender a visitarlos. También se hacen los concursos de los barriletes gigantes. Esta celebración solo se hace en ese pueblo y en Sumpango, ambos del departamento de Sacatepéquez, en el resto del país creo que solamente se les pone flores a los difuntos para su celebración. Pasé un par de días en mi amada Antigua Guatemala para después de esos días —y como me había quedado con la gana— me fui a Todos Los Santos. Llegué a dormir esa noche dos de noviembre de un viaje largo a Huehuetenando, en donde pasé esa noche. El siguiente día salí a mi destino, fue un viaje de día; el pueblo es muy pintoresco y la vista que ofrece todo el camino de la Sierra de los Cuchumatanes es preciosa y vale la pena. De paso aproveché para conocer Huehuetenango e informarme de muchas cosas que me serian útiles en viajes futuros.
Al terminar mis días allí me fui a Panajachel, donde pasé dos días sin poder salir porque estaba lloviendo mucho. Para mi suerte, encontré un hostal llamado Mi Casita, que me cobraba cinco dólares por noche. Una vez las lluvias pararon fui en viaje de un día a Chichicastenango, y aproveché para conocer el mercado. Luego me regresé a Panajachel para ir a conocer los alrededores; me fui a pasar una noche a San Marcos, pueblo muy hippie, super relajado: es un destino obligatorio para los yoguis y veganos.
Al siguiente día salí para San Pedro la Locura… perdón, es San Pedro la Laguna. Pero es mal llamado de la otra forma o quizás bien llamado, no sé, porque es un destino para armar mucha fiesta, se puede conseguir “m…” muy fácil e ir a los bares hasta el amanecer y con suerte tener una bella vista del volcán de San Pedro.
Llevaba casi un mes de viaje y de San Pedro me fui a pasar mis últimos días a la Antigua Guatemala, para terminar una última noche en ciudad capital, donde, cada vez que voy, trato de hacer obligatoria mi visita al Paseo de la Sexta y a las Cien Puertas. Quería quedarme unos días más —podría porque mi presupuesto iba muy bien— pero era mediados de noviembre y el Carnaval de San Miguel en mi amado El Salvador estaba en puertas. Y sí, ya me había perdido algunos carnavalitos de los barrios, no me quería perder la elección de la Reina del Carnaval ni su cierre.
Así fue como celebré mis veinticinco años y el último de mis cumpleaños que celebré en la fecha que es, hace ya siete años. Ahora aún lo celebro, pero en la fecha que se me dé la gana en especial el último domingo de febrero o el primero de marzo de cada año.
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