Detalles.- Un nuevo estudio del Instituto del Cerebro y la Creatividad, de la Universidad del Sur de California, llevado a cabo con 40 personas con fuertes convicciones políticas liberales —en el sentido estadounidense—, o progresistas, según la terminología europea, ha tratado de desafiar sus creencias con argumentos racionales. También les han planteado retos a sus ideas no políticas, para ver las diferencias. La investigación se llevó a cabo mediante resonancias magnéticas, para detectar la fuerza de sus convicciones antes y después de presentarles datos en contra de sus creencias, y posteriormente se analizaron las regiones cerebrales asociadas con la resistencia a cambiar de opinión.
Lo que los investigadores encontraron es que es más fácil cambiar de opinión en áreas no políticas que en las ideas políticas, las cuales rara vez cambian, por más que se presenten argumentos sólidos. También han visto que hay dos estructuras cuya activación se asocia con la mayor resistencia al cambio: la amígdala y la corteza insular. Cuando estas regiones se activan es que el sujeto no va a cambiar sus opiniones. La corteza insular recibe proyecciones del estado interno del cuerpo y genera sentimientos y emociones. La amígdala, por su parte, detecta estímulos amenazantes, y por tanto se trata de dos áreas relacionadas con las emociones, y su activación hace aumentar la desconfianza.
Podría interpretarse, pues, que un ataque a nuestras creencias activa las mismas regiones cerebrales que las amenazas a nuestra integridad física. Además, parece deducirse que cambiar de creencias no es solo un proceso cognitivo o racional, sino más bien un proceso emocional.
Otra estructura cerebral que se activa cuando nuestras ideas se ven puestas en cuestión es la red neuronal por defecto (RND), que ya se sabía por un estudio previo que también se activa cuando las personas con creencias religiosas las cuestionan, lo que viene a situar en el mismo plano las creencias religiosas y las convicciones políticas. Las RND se activan cuando nos concentramos en creencias muy profundas que consideramos innegociables, que asociamos a nuestra identidad más íntima y al ideal del propio yo.
A nivel frontal hay también dos estructuras que tienen que ver con la capacidad de cambiar de creencias. Una es el tándem corteza orbitofrontal y corteza prefrontal dorsolateral, cuya activación se asocia a la flexibilidad cognitiva y a la posibilidad de cambio.
Los resultados del estudio, liderado por Jonas Kaplan, profesor de Psicología en el Instituto del Cerebro y la Creatividad, revelan que las creencias políticas y religiosas son una parte muy importante de lo que somos y que son muy relevantes para el círculo social al que pertenecemos. Según Kaplan, para considerar una opción alternativa de nuestras creencias tendríamos que considerar una versión alternativa de nosotros mismos. Cambiar de creencias supondría cambiar de identidad y tener que romper con nuestro grupo, con la tribu, que es algo por lo que se paga un alto precio.
VoxBox.-