Fue precisamente en ese año, 2008, que dejé una nota en el carro en que viajábamos para escaparme e irme a Antigua Guatemala, no porque fuese Semana Santa, sino porque quería conocer.
Opinión.- La Semana Santa recién acaba de pasar y este año me sentí triste: en parte porque no la viví como la había estado viviendo desde 2008, en el que cada Domingo de Ramos significaba un viaje familiar a Esquipulas.
Fue precisamente en ese año, 2008, que dejé una nota en el carro en que viajábamos para escaparme e irme a Antigua Guatemala, no porque fuese Semana Santa, sino porque quería conocer. Para mi sorpresa, me encontré con la Procesión de la Reseña, que sale del templo de La Merced tipo once de la mañana y entra casi a la medianoche, un recorrido de un aproximado de doce horas.
El delicado rostro de Jesús con la cruz y el colosal cortejo procesional hicieron que el siguiente año decidiera regresar, pero no solo a ver y a tomar fotografías, sino que también a participar de sus tradiciones. Y así lo hice. Tras varios días en Antigua Guatemala, regresé a El Salvador a pasar los días mayores de esa semana en mi pueblo, y a seguir suspirando por no haberme podido quedar más tiempo en La Antigua.
Se llegó la Semana Santa de 2009 y llegué a Guatemala desde el Viernes de Dolores. El sábado pude disfrutar de la procesión de la iglesia de La Recolección, que también hace un recorrido bastante largo: con un cortejo kilométrico y decorados de andas, tanto de Jesús como de María, que recrean algún pasaje bíblico.
Ya era Domingo de Ramos y partí muy temprano a la Antigua Guatemala a esperar el sonido de la granadera (marcha procesional guatemalteca con la que inician todas las procesiones), que suena cuando el anda está saliendo por la entrada principal del templo. En ese momento todos los miembros cargadores que cargarán el anda de Jesús y las mujeres que cargarán el anda de la Virgen María se arrodillan. Así comienzan los recorridos por las empedradas calles de la Antigua Guatemala. Las calles, a su vez, están decoradas con alfombras e impregnadas del humo del incienso, que en ocasiones es aromatizado con mirra.
Aclarando, como lo he dicho antes, que no me considero católico ni religioso, pero me gusta el folklore que esta religión ofrece. Y si puedo participar de ella y vivir la experiencia, para mí, es algo aún más sublime.
Me estuve en La Antigua durante toda la semana y así pude disfrutar de todas estas tradiciones y aprender más de ellas, pues cada hermandad tiene un traje de cucurucho (los que cargan del anda) diferente. Y aunque en los recorridos casi todas llevan las mismas marchas, en las entradas y salidas cada una tiene su marcha propia.
Lo interesante de estas tradiciones es que son inculcadas a las personas desde niños: es común ver a hombres y mujeres llevando el anda en hombros y en brazos a sus hijos o a su lado tomados de la mano. A ellos se les llama aspirantes. Estos aspirantes ya llevan el uniforme de su hermandad y el turno en hombros, porque sí tengo que contarles que para poder cargar no solo se necesita el uniforme de cucurucho, sino que también hay que comprar el turno que indica en dónde tocará cargar y qué número de brazo del anda será el que le corresponde a cada quién.
Las procesiones son por lo menos una al día, hasta que llega el Jueves Santo, donde se pueden apreciar las de Jesús Nazareno de la Hujildad, que sale de la aldea de San Cristóbal el Bajo a eso de las once de la mañana y entra casi a la medianoche; la procesión del Templo de San Francisco El Alto, que le corresponde a la imagen de Jesús Nazareno del Perdón, con un recorrido de casi doce horas.
Así es como cada Jueves Santo la Antigua Guatemala se inunda de turistas y feligreses para poder apreciar estas obras de arte en movimiento que son tan efímeras, porque cada año cambian el decorado de las andas y el vestuario a las imágenes: eso las hace todavía más memorables.
El Jueves Santo, entre otras actividades, hay que ir a visitar los Siete Sagrarios, y de paso ver la proclama donde declaran culpable a Jesús. Se dice que esa es la noche que Antigua Guatemala no duerme, ya que hay que estar a las tres de la mañana a las afueras del templo de La Merced esperando que a las cuatro suene la “granadera” anunciando la salida de Jesús, acompañado de la imagen de la Virgen Dolorosa en el recorrido de su viacrucis. En muchas casa se pueden apreciar cortinas en color purpura. Esta procesión entra a las dos de la tarde, que es cuando la ciudad se vuelve de luto para dar paso a las tres procesiones: la del Santo Entierro o Señor Sepultado de las Iglesias de San Felipe de Jesús, que es la más larga, porque sale a las 2 de la tarde y entra a las 6 de la mañana del siguiente día con 100 cargadores; la procesión de San José Catedral, que es la más corta y en la que solamente en 2016 he podido cargar con turno de salida; y, finalmente, a las cuatro de la tarde sale la de la Escuela de Cristo, y en este lugar he podido cargar desde 2009 hasta 2016 y tuve el honor de los últimos tres años tener turno de entrada.
Sobre mis experiencias cargando, debo de decir que cada año ha sido única y he tenido experiencias muy personales. Pero el primer año que estuve, que fue en 2010, no pude contener las lágrimas de emoción al entrar con la imagen en hombros y escuchar el tema oficial de la hermandad, que es Cruz Pesada, y luego ir a ver pasar por las calles coloniales la imagen de Jesús Sepultado de San Felipe de Jesús a eso de las cinco de la mañana, para luego dormir y salir a otro destino.
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