El grupo mexicano Café Tacvba confirma su compromiso por no fomentar la violencia contra las mujeres, aún a costa de una de sus canciones más emblemáticas: La Ingrata, uniéndose así a acciones concretas y alineadas al feminismo.
En 1994 fue un hitazo, pasé todo aquel año cantándola a pesar de las súplicas de mi madre para que dejara de hacerlo. Me parecía que era una historia común y corriente, si la canción hubiera salido en la actualidad, hubiera dicho que Café Tacvba había usado magníficamente el storytelling.
Ayer amanecimos con la noticia de que el grupo ha decidido no volver a tocar la canción en cuestión durante sus conciertos. Rubén Albarrán, vocalista de Café Tacvba, declaró que la hicieron en un contexto en el que no entendían la gravedad del asunto. “éramos bien jóvenes cuando se compuso y no estábamos sensibilizados con esa problemática como ahora todos sí lo estamos. Y yo, personalmente, no estoy interesado en apoyar eso”. Como diría un recordado cómico de mi país… «uno de cipote* es tonto».
Pensé en escribir este artículo, expresando mi apoyo incondicional y admiración absoluta por los que han sido durante más de 25 años una de mis bandas favoritas. Pensé en sacar mi casta feminista y declarar mi subversiva visión de mujer ofendida por la violencia simbólica en esta canción. Pero… ¡Alto! Hace 23 años estaba cantando esta canción a viva voz por las calles mientras iba a clases. Nuevamente… «uno de cipote es tonto».
Ricardo Corea, mi pequeño padawan, escribió una nota titulada: Ingratos, ¿Por qué ya no van a tocar la canción de «Ingrata»?, planteando lo que piensa de este acto «políticamente correcto» por parte de la banda, lo leí antes de ser publicado y mientras lo hacía pensé «tiene razón».
Inevitablemente pensé en tantas otras canciones que las mujeres hemos entonado en fiestas y karaokes y que son una bofetada profundamente descarada al orgullo femenino, por ejemplo «Rastamandita» de Molotov (aún recuerdo a Celina, una amiga de mis años veintes, catoliquísima a ultranza y profundamente comprometida en la liberación femenina, un especimén muy raro, lo sé… la recuerdo cantando a gritos «cada vez que te miro se me para… cada vez que te miro se me para… mi corazón, se me para… mi corazón, se me para») o «La planta»** (canción solicita hasta la saciedad en karaokes, he visto a decenas de mujeres tomar el escenario y cantarla, pasando por alto que es una insultante perorata que humilla y minimaniza a las mujeres, entre esas decenas de mujeres citas acá, varias feministas comprometidas con temas como el aborto en mi país).
¿Acaso Ricardo tendrá razón al asegurar que los productos culturales no pueden ser responsables de los comportamientos sociales? ¿Acaso el regaaetón no es culpable de una visión reducida al uso sexual de las mujeres en los millenials? ¿Acaso una generación es mejor que otra por sus productos culturales? No tengo respuesta para ninguna de estas preguntas, lo que si sé es que en todas las generaciones nos toparemos con expresiones culturales incoherentes con nuestras luchas.
No me mal interpreten. Estoy feliz de la reflexión que ha llevado a una banda importante en la escena musical latinoamericana a quitar de su repertorio una pieza que contradice una lucha que llevamos años llevando hombres y mujeres un poco consientes, tan consientes que ahora nos dan un pequeño jalón de orejas y nos recuerdan y nos dan esperanzas de que en un futuro, los actuales misóginos de la música puedan hacer esta reflexión y admitirlo con todas sus letras: nos equivocamos.
Café Tacvba no solo está haciendo lo correcto, sino que también nos lleva a otras reflexiones un poco más actuales, debemos ser pacientes con las nuevas generaciones.
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