Te regalo una paz iluminada.
Un racimo de paz y de gorriones.
Una Holanda de mieses aromada.
Y Californias de melocotones.Un Asia sin Corea ensangrentada.
Una Corea en flor, otra en botones.
Una América en frutos sazonada.
Y un mundo azúcar de melones,Te regalo la paz y su flor pura.
Te regalo un clavel meditabundo
para tu blanca mano de criatura.Y en tu sueño que tiembla estremecido
hoy te dejo la paz sobre tu mundo
de niño, por la muerte sorprendido(Oswaldo Escobar Velado, Regalo para un niño, San Salvador, 1959)
Historia.- En El Salvador de 1981, la guerra civil estaba en apogeo, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) acababa de conformarse con la unión de 5 movimientos guerrilleros de diversos puntos del país. Uno de esos movimientos era el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que tenía sus acciones en el departamento de Morazán, al oriente del país.
El 8 de diciembre de 1981, tropas del Batallón de Infantería de Reacción Inmediata (BIRI) Atlacatl arribaron a la población de Perquín al norte de Morazán. El comandante en jefe del Batallón era el Teniente Coronel Domingo Monterrosa Barrios; el oficial a cargo del operativo, el entonces Mayor Natividad de Jesús Cáceres Cabrera. El contingente se desplegó con cerca de seiscientos efectivos que fueron divididos en cinco compañías. Las compañías se desplegaron en un radio geográfico considerable e iniciaron su desplazamiento.
En el departamento más pobre del país está ubicado el cantón El Mozote. Muchos de nosotros no tendríamos ninguna razón para conocer este nombre, si no fuera porque justamente en este lugar se dio una de las más grandes masacres del siglo XX. El 10 de diciembre, las cinco compañías del BIRI Atlacatl, en horas de la tarde, confluyeron en el cantón, situado a varios kilómetros al sur de Perquín. En el lugar permanecían solamente civiles, no había presencia de guerrilleros. En El Mozote se agrupaban centenares de personas desplazadas de los alrededores y demás de los residentes del lugar, pues se había corrido el rumor de que las personas que ahí se refugiaran no serían agredidas por el ejército. El Batallón tomó posesión militar del caserío y reunió a sus moradores en la plaza, tras lo cual les obligó refugiarse de nuevo en las viviendas.
El 11 de diciembre, los pobladores de El Mozote fueron reunidos nuevamente en la plaza, pero esta vez fueron separados en grupos: hombres, adolescentes y niños de media edad en un grupo; mujeres, niñas y niños más pequeños, en otro. Este último grupo fue encerrado en una estructura que le decían El Convento, que no era más que una habitación que ocupaban los sacerdotes para prepararse cuando llegaban a dar misas al cantón.
Ese día, a eso de las ocho de la mañana, iniciaron las ejecuciones de los hombres y adolescentes, por grupos, en los alrededores del caserío, ante el espanto y terror de toda la comunidad. Cuando los soldados asesinaron a este grupo numeroso, iniciaron el procedimiento con las mujeres, en horas de la tarde; esta vez separaron a las más jóvenes, a quienes violaron sexualmente; esta vez el procedimiento incluyó separar a las madres de sus hijos, para ser llevadas al sitio donde serían masacradas, en el extremo sureste del caserío. En la noche, decenas de niños y niñas que los soldados tenían encerrados en El Convento fueron asesinados.
Similares procedimientos de exterminio a decenas de familias campesinas fueron desarrollados por el BIRI Atlacatl y otras unidades del ejército en los caseríos Ranchería y los Toriles, el día 12 de diciembre de 1981, ambos situados al norte de El Mozote. Luego, el día 13 de diciembre, la masacre se extendió al caserío Jocote Amarillo y al cantón Cerro Pando, al sur de El Mozote.
La masacre de El Mozote era parte de una estrategia militar de genocidio contra la población salvadoreña. El gobierno y el ejército exterminaron números masivos de campesinos inocentes en las zonas de guerra. Quisieron “quitarle el agua del pez”, porque daban por sentado que la guerrilla estaba siendo apoyada por la población civil. Como resultado se llevaron a cabo muchas masacres en varios lugares del país como Chalatenango, San Vicente, Cabañas y Morazán, entre 1980 y 1984. Estas operaciones, que se parecían mucho al programa de ejecución que se implementó en Guatemala con las comunidades indígenas, fueron conocidas como Tierra arrasada.
Se estima que esta es una de las masacres de civiles más grande de la segunda mitad del siglo XX. Después de las exhumaciones que se iniciaron en 1992, luego de la firma de los Acuerdos de Paz, se estima que más de mil personas fueron asesinadas durante esos cuatro días de terror. El 70 % de la población eran niños, niñas y adolescentes.
El 13 de octubre de 1992, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) realizó las exhumaciones en El Convento, el lugar donde fueron encerrados los niños. Era un espacio de 3 m × 5 m. Se descubrieron los restos de 146 personas. Unos 140 eran niños pequeños menores de 12 años, con la edad promedio de 6 años. Entre las adultas estaba una mujer mayor y otra en el tercer trimestre de embarazo. Muchos de los niños pequeños fueron calcinados por el incendio provocado por sus asesinos, para cubrir las evidencias. Esto nos dice que el número de las víctimas puede ser más aún.
Veinticuatro tiradores mataron a los niños, usando fusiles M-16. Los forenses establecieron que las víctimas no tuvieron ninguna posibilidad de cubrirse de las balas que venían desde las ventanas de la estructura. No existe ninguna señal de que estas personas murieran en un combate, todas fueron ejecutadas sumariamente. El gobierno de extrema derecha siempre negó la masacre.
La primera vez que leí el informe de la Comisión de la Verdad, en 1993, me espanté al leer tanto dolor, tanto miedo, tanto terror. Mi mente de adolescente no podía imaginar lo vivido por estas personas que vivieron en el mismo país donde sigo viviendo yo. Este crimen me hizo plantearme muchas cosas que hasta la fecha siguen vigentes en mi forma de vida: investigar, leer, informarme y no dejar que el olvido se lleve a nuestros muertos, dejando a los autores tranquilos, con la certeza de impunidad.
¿Qué ha sucedido años después de la masacre de El Mozote?
Durante años el gobierno salvadoreño negó la Operación Rescate. Ningún militar fue llevado a la justicia por este crimen y fue hasta el 16 de enero de 2012, durante el 20.º aniversario de los Acuerdos de Paz, el primer presidente del partido de izquierda pidió perdón públicamente por esta masacre.
El poema que está al inicio de esta nota es del escritor salvadoreño Oswaldo Escobar Velado. En mi opinión personal, el mejor poeta que ha dado esta tierra que sigue empantanada en sangre: él, en el lejano 1959, escribió este poema dedicado a la inocencia muerta. Siempre que recuerdo a los más de 500 niños asesinados en El Mozote, recuerdo este poema que, como bien dice su título, es un regalo, un consuelo, una forma de seguir la vida.
VoxBox.-