Música.- Mi idea de comenzar a investigar sobre la música salvadoreña, sus orígenes y su desarrollo, se debe en gran parte a un hecho medio difuso: invierno del 2017. Recién llegado, no tenía ni seis meses en el Cono Sur, el hambre arreciaba y el frío, de igual forma, hacía lo suyo. Fui a una clase de una materia llamada Taller de Composición. Divagamos entre partituras y las experiencias musicales del profesor. Hablaba de un brasileiro que era tan bueno con la guitarra como con el alcohol, y de que este tipo dio una especie de Masterclass sobre los géneros y ritmos brasileños en un bar, mientras todos estaban bien a pichinga.
No sé por qué, pero luego de escuchar todo lo que el profesor había vivido como músico, me dio la gana de buscar los orígenes de la música de El Salvador. Quizá porque yo también quisiera dar una Masterclass bien a verga y con guitarra en mano, pero solo el tiempo sabrá decirlo. Llegué a mi despacho y comencé a buscar música salvadoreña al 100 %, y me encontré con la música de marimba.
Quiero creer que ya todos conocen este instrumento y que ya todos habrán escuchado aunque sea una vez algún vals folklórico salvadoreño como El Carbonero, Las cortadoras o todas esas rolas que nos hicieron escuchar en la primaria. Ahora, cabe convenir una cosa: hay toda una historia detrás de cómo llegó la marimba a entrar en los corazones de casi todos los centroamericanos. Y me gustaría contárselas a grandes rasgos.
Breve historia de la marimba
La marimba, por definición, es un instrumento de percusión de madera, el cual está construido, digamos, a imagen y semejanza del xilófono, primo hermano lejano de este instrumento. Es ejecutado por medio de unas mazas y se requiere de varias personas para su ejecución. Este instrumento podría ponerse a la par del piano debido al amplio registro que tiene en su haber, dado que algunas marimbas poseen hasta 11 octavas (un poco más de 120 teclas).
La marimba ha sido, durante siglos, un instrumento muy popular en toda la zona centroamericana, incluyendo además a Panamá, Colombia, Ecuador, y algunas islas caribeñas. En cuanto a la incursión de la marimba en las tierras latinoamericanas, hay dos versiones interesantes de cómo la señora marimba vino a dar hasta estos lares: una primera versión apunta a que este instrumento fue traído por los esclavos africanos que vinieron a trabajar al istmo durante los siglos de la colonia española (o sea, la música le debe muchísimo a África). La segunda versión asevera que la marimba fue creada en Guatemala, para ser más precisos en Antigua Guatemala durante el Siglo XVII, debido a un documento encontrado en dicha ciudad.
Cabe destacar que este es el instrumento nacional de Costa Rica, además de que la música de marimba del Pacífico sur de Colombia y la provincia de Esmeraldas de Ecuador son Patrimonio Cultural inmaterial de la Unesco. Hay mucha más información que de verdad me gustaría poner, pero a efectos de conveniencia, y pidiendo perdón por el anacronismo de mi escrito, en otra entrada profundizaré sobre esta belleza de instrumento.
La marimba en El Salvador: Carlos Irigoyen Ruíz
Para no cansarlos más que un predicador de bus un domingo en la mañana, les voy a presentar a mi invitado de hoy: Carlos Irigoyen Ruíz. Yo sé que si ustedes no conocían a Francisco Palaviccini, mucho menos van a saber quién fue Irigoyen Ruíz. Yo tampoco lo sabía, debo confesarlo, pero el tipo fue una clase de rockstar de la marimba: siempre perfumado y bien peinadito, según cuentan quienes lo conocieron.
Bueno, este tipo nació en la tierra cuscatleca el 2 de mayo de 1903. Se dice que nació en San Salvador y que fue compositor y arreglista de música para marimba. Fue, además, dueño de algunas marimba orquesta geniales de la época de los veinte. Si el tango vivió su gloria con la Vieja Guardia tanguera, la marimba vivió algo similar con este tipo.
El señor Irigoyen era lo que se considera un genio: tocaba de oído, transcribía la música a partituras como quien escribe una novela de un tirón. Dominaba el piano, la marimba, el saxofón, clarinete, trompeta, xilófono y quién sabe qué más. Carlos también dominaba cuatro idiomas, cantaba tan bien que le pusieron de apodo “la voz de seda”. O sea, un fuera de serie el bróder.
Volviendo a su vida personal, estudió derecho en la Universidad de El Salvador. A los dos años de haber ingresado, decide dejar la carrera e incursionar en la música. Se hizo director de la Marimba Country Club durante la década de los veinte. Con esta marimba dicen que se daba unos megaconciertos, y que la gente solía ir a escuchar sus ensayos a cielo abierto, haciendo un lleno impresionante en las calles.
Luego de la ardua formación musical, los éxitos para este enorme músico salvadoreño llegarían por medio de giras internacionales a Argentina (mínimo) en 1924; Panamá, en 1928 y algunos otros lugares del cono sur durante la década de los veinte y principios de los treinta.
Una de las mejores presentaciones que diera en su vida quizá fue durante su gira en Europa con su Marimba Nuevo Mundo, donde tocó en el Palacio de Buckinham a pedido expreso de la familia real de Gales en 1935. Continuó su gira en Europa entre 1935 y 1937 en España, Francia, Alemania, Luxemburgo y otros países más.
Obras reconocidas de Carlos Irigoyen Ruíz
Entre algunas de sus obras más reconocidas para la época están La canción de los churritos, Anastasia (compuesta para la mismísima Anastasia de la aristocracia rusa), El adolorido, entre algunas otras composiciones para marimba y orquesta.
A este punto lamento decirles que no he encontrado registros musicales sobre tan importante figura musical en El Salvador, quien está más que olvidada. Y Carlos Irigoyen Ruíz es el responsable, en gran medida, de que la marimba se haya popularizado y haya entrado en el imaginario colectivo de todos los salvadoreños que se ponen a chillar porque extrañan las tortillas en el extranjero.
Pero, ¿por qué? Pues, según las hijas del señor en cuestión, Luz y Karla Ruíz, en un artículo publicado en un sitio web donde contaban la vida de su padre, la gran cobertura mediática que tuvieron sus giras en Europa y Sudamérica lo convirtieron en el responsable de asociar las marimbas al folclore salvadoreño. El Carbonero, El Torito Pinto y demás piezas folclóricas tienen sus versiones en marimba. Y Carlos Ruíz fue también impulsor de una escuela de marimba que (con algo de miedo lo escribo) ha sabido llegar a nuestros días. Medio patoja, tuerta y ninguneada, pero ahí sigue.
Al llegar acá me pregunto algunas cosas: ¿qué pasa cuando un país olvida a sus artistas y olvida su música?, ¿qué ha cambiado en la sociedad como para relegar a la marimba a un plano musical casi inexistente en San Salvador?, ¿por qué no se enseña la vida de Carlos Irigoyen Ruíz en las escuelas, para así demostramos que de la música sí se puede vivir? Así también desmitificamos la imagen del artista vago y sin estudios.
Si yo tuviese la chance de salir a chupar con él, seguro que me daría una verdadera Masterclass construyendo una marimba improvisada con las mesas del Macondo o de El Establo. Les aseguro que sería un verdadero honor.
(Entrada original publicada en el blog personal del autor, El sueño Sudamericano)