Cultura.- Hay que decirlo, pocos salvadoreños son tan reconocibles, aparte de Monseñor Romero, Roque Dalton o el Mágico González, como el artista Fernando Llort, quien esta madrugada, según información del Ministerio de Cultura, ha muerto. Sin duda se trata de uno de los salvadoreños con más presencia en el imaginario salvadoreño.
Fernando Llort nació en San Salvador el 7 de abril de 1949. En La Palma, Chalatenango, fundó un pequeño taller llamado «La semilla de Dios». Fue uno de los máximos representantes del muralismo en El Salvador.
Quien no haya visto sus murales en Catedral Metropolitana, antes de que a la iglesia católica se le ocurriera la maravillosa idea de destruirlo, ha vivido bajo una piedra o no había nacido. Pero Fernando no empezó la construcción de una identidad ahí, sino en La Palma, Chalatenango, allá por los años setenta, donde se refugió para crear una marca que todos los salvadoreños conocemos y admitimos como nuestra, el estilo «palmeño».
En lo personal, creo que su gran herencia no se limita a su arte, sino en el amor que imprimió a la formación de artesanos que han alimentado sus sueños y a sus familias. Eso es arte para mi.
La banda del sol
Lo que no muchos recuerdan es que Fernando Llort tuvo en su juventud una banda musical llamada La banda del sol. Llort ocupaba el lugar de la primera voz y la pandereta. La letra, música, coro y guitarra estaba a cargo de Carlos Aragón, comandante de las Fuerzas Populares de Liberación (sí, las mismas que fundó el Comandante Marcial). Llort compartió créditos y escenarios con otro nombre bastante conocido: Max Martínez, nieto del genocida Maximiliano Hernández Martínez (El Brujo).
Aquí les dejamos una de las canciones más famosas de La banda del sol:
Gracias, maestro, por enseñarnos que la paz, el arte y la solidaridad continúan siendo muy necesarios en El Salvador.