Una introducción con final feliz
Cine.- En los setenta, un joven aspirante a actor se encontraba en uno de los peores momentos de su vida: las cuentas no daban para pagar las facturas en Nueva York, y su sueño se veía frustrado en cada casting en el que era rechazado, por su poco “agraciado” aspecto físico. La pobreza a la que llegó fue tal, que se vio obligado a vender a su propio perro.
En un último acto de lo que podría ser una mezcla de resignación y optimismo, este pobre diablo pensó para sí mismo que lo mejor que podría intentar ahora sería escribir su propio guion, escribiendo el papel protagónico con la intención de interpretarlo.
El guion terminado llamó la atención de productores, pero se negaron rotundamente a permitir que este desconocido “guionista novato” tuviera el papel principal de su propia película. Las ofertas por comprar el guión pasaron de USD 125,000 a USD 325,000 dólares, solo para callarle la boca y que renunciara a sus ridículas exigencias.
Él se negó con cada nueva oferta que salía de la boca de los productores, hasta que finalmente aceptaron en darle su primer debut como actor profesional. Este hombre era Sylvester Stallone. Esa es la historia de cómo terminaría haciendo Rocky y, a propósito, de cómo logró recuperar a su perro al final.
La realidad que se expone en The Disaster Artist
Ahora, no sé exactamente la veracidad de algunos de los detalles la anécdota anterior; sin embargo, sigue siendo recordada y repetida dentro del medio, como un ejemplo claro de no renunciar nunca a tus sueños. En fin, la clara representación de que a todos nos gustan los finales felices.
Pero cuando observas todo a una mayor escala, te das cuenta que no todos necesariamente cumplen sus objetivos en la vida, no todos pueden terminar siendo dioses del rock o estrellas de cine. Todos tenemos esta expectativa de que algún día recordarán nuestro nombre y lo asociarán a algo grandioso que hayamos hecho. Pero no pasa solo por desearlo.
Eso es exactamente lo que buscaba retratar James Franco y con lo que se sintió mayormente identificado cuando quiso adaptar la verdadera de historia del “realizador” Tommy Wiseau, responsable de lo que hasta el día de hoy se considera la peor película de la historia pero también clásico de culto: The Room.
Lo que cuenta propiamente The Disaster Artist
The Disaster Artist, de James Franco, está basada y recibe su nombre por el libro de no-ficción homónimo escrito por Greg Sestero y Tom Bissell, que cuenta la historia de cómo el propio Sestero (Dave Franco, en la película) conoció en una clase de actuación a esta enigmática persona de acento extranjero, pero que sigue diciendo ser oriundo de Nueva Jersey, y con la que terminaría entablando amistad.
Tommy Wiseau (interpretado por James Franco), un hombre adulto de edad no identificada con un marcado acento extranjero, extraños ademanes físicos, impredecibles y erráticas reacciones que, a pesar de toda su extravagante personalidad comparte junto a Sestero el sueño de volverse algún día un gran actor como James Dean.
La primera mitad de la película resulta increíblemente inspiradora, al principio puedes entender el vínculo que existe entre los protagonistas. A pesar de lo fascinante y al mismo tiempo extraño que resulta Wiseau como personaje, logras ver humanidad en él a través de sus aspiraciones y anhelos. De hecho, ambos personajes resumen a la perfección esta idealización de la vida como una película. Geniales son sus interpretaciones en ese sentido.
La fijación por ficcionalizar lo cotidiano
A todos nos gusta pensar que somos protagonistas de nuestras propias historias y estamos constantemente buscando un significado trascendental a los pequeños momentos, o entre las grandes decisiones adultas. Es una forma de racionalizar nuestra existencia buscando un sentido en ella que nos convenga, o que vaya acorde a las expectativas que tenemos de nuestro futuro.
Es por ello que resulta un filme tan metarreferencial, logrando capturar esa esencia y la propia magia que nos producen las películas. Hay algo universal en esa búsqueda del éxito con la que todos no podemos identificar, incluso más de lo que nos gustaría. No es una moraleja de vivir la vida como gustes, sino una historia de cómo algunos sueños están destinados al fracaso desde el principio.
Es una realidad triste de aceptar, tomando en cuenta que muchas veces nos han dicho que “todo lo podemos lograr con desearlo y con esfuerzo”, pero a veces eso puede no ser suficiente. Triste, pero que no deja de ser una realidad al fin y al cabo.
Un resultado que deriva de The Room
Wiseau terminaría por decidirse en hacer su propia película, al igual que Stallone. Sin embargo, los resultados podrían considerarse un tanto diferentes a lo esperado: tanto por su propia inexperiencia dentro del negocio o porque, simplemente, Tommy tiende a interpretar el comportamiento humano con la misma efectividad que tendría un alien, solo que sin ningún contexto referencial de cómo es la vida en la Tierra. El resultado es hilarante.
La película es sumamente entretenida (me refiero a The Distaster Artist, aunque The Room no se le queda detrás del todo, en este sentido), sorprende lo rápido que se te pasa el tiempo e incluso las ganas que tienes de que continúe, aun después de ver los créditos finales. Emula ese caos y el lado tragicómico de un desdichado equipo de producción, cuando cae en manos de un muy poco profesional director/productor. Muy frustrante, pero también fascinante de ver.
Lo más irónico es que a pesar de todo este drama en la producción y el estrepitoso resultado de The Room, tanto como para catalogarla de ser “la peor película de la historia”, con los años logró tener un éxito casi sin precedentes, con lo cual terminas preguntándote: “¿Entonces cuál es la verdadera clave del éxito en la vida?”.
Quizás no existe realmente una fórmula secreta, y los mismos resultados de algo casi siempre son impredecibles. Especialmente en el cine.
Observación final
No necesitas ver The Room para ver The Disaster Artist, pero se forma una relación simbiótica entre las dos. Inevitablemente te sentirás atraído por la fuente original y objeto que se “homenajea”, o puede que hayas visto The Room y quizás eso te permita disfrutar aun más la experiencia. Cualquiera que sea el caso, es un paseo que vale la pena hacer.
Ver The Room es como presenciar el estrepitoso descenso forzoso de un avión de carga, y The Disaster Artist es una extraña justificación o un reflejo universal de que cualquiera de nosotros pudo haber estado conduciendo aquel vehículo. Sí, parece improbable viendo a primera vista cómo luce Wiseu, pero detrás de él se esconde una pequeña parte de nosotros.
Mi frase favorita de The Disaster Artist: “Hasta el peor día en un set de cine es mucho mejor que un buen día haciendo cualquier otra cosa”. Eso resume el mensaje y quizás el espíritu optimista que transpira toda la cinta. Tristemente la película ahora está “manchada” con el comportamiento poco profesional y las recientes acusaciones de abusos sexuales contra James Franco.
Una lástima, porque se trata de una buena película, pero tiene que cargar con las consecuencias de un director que abusó de su posición en el poder. Quizás con el tiempo esto pueda ser olvidado e incluso llegar a redimirse, pero por el momento quizás la herida se sienta muy fresca.