Música.- Pelear, pelear es una guerra, pelear contra los nazis y los fachos de mierda, nacer, vivir, amar, morir, nadie entiende nada en La Ciudad Liberada. Esa misma que se inventó Fito después de digerir un verso de Néstor Perlongher.
Pero eso qué importa.
Es 2017, diciembre. El mundo se ha ido muy a la mierda. Latinoamérica se hunde poco a poco. Es natural, dirán, pero no deja de doler. En Honduras un gobierno se está enquistando a fuerza de balas. En Guatemala reina un payaso, y esto no es una licencia poética. Nicaragua vive una carismática y muy socialista dictadura. De mi país mejor ni hablo, no sabría por dónde empezar.
Por eso quizás duele un poco el entusiasmo de Fito. Esa su manera displicente de cantarle alabanzas al sol, de mentirnos con su pop exquisito. ¿Dónde quedó esa puta ciudad que mata pobre corazones, Fito? La dejó atrás.
Y sin embargo esto no sabe a traición.
Dice la crítica que este es su mejor trabajo en dos décadas. ¿Ustedes qué saben? A él parece importarle una mierda.
Déjenlo. Solo quiere cantarnos cómo añora una casa en donde poder vivir, vivir real, de verdad, mientras evoca sin sonrojarse a sus ídolos paganos. Vivir en esa Ciudad Liberada, donde a los pibes no les metan más balas. Una ciudad de sexo desenfrenada, ¿y quién no, Fito querido?
Aquí no se hallan recomendaciones ni reglas. Hay una Ciudad que nos da la bienvenida. Una Ciudad donde un hombre con cuerpo de mujer no es digno de llamarse polémica. Donde a nuestros hermanos no los maten a balas. Donde las chicas son mágicas.
¿Pero dónde está? ¿Está en el corazón de Pakistán? No nos lo confirma, acaso lo insinúa. No le interesa darnos un mapa, sino una ilusión. Cantando miles de canciones, de ciudad en ciudad, preguntándose cuántas fronteras más habrá que cruzar.
Mientras tanto, y aprovechándose de los breves espacios que quedan entre nota y nota, oímos hablar a los miserables de la república y de la constitución, que son muchísimos. Asistimos al escenario sombrío en el que el reguetón implementa su fatídica dictadura global.
Pero, ¿eso qué importa?
Es ya, quizás, 2019, tal vez sea abril o mayo, quizás incluso marzo. El mundo se sigue yendo a la mierda y Páez ya no canta con la bilis: “No me verás arrodillado…”.
Más bien nos empuja a las puertas de un nuevo mundo, donde los dioses solo viven en películas de culto, donde los códigos binarios nos volvieron estúpidos, donde la mujer torso se desvanece ante los ojos del hombre con la cola de ameba.
Por inercia, error o deducción, Fito sabe que el mundo es una esfera sin sentido, que es imponente y asesino, pero además sabe que es un océano vibrante que abraza siempre a todos los amantes. Y aun así, ese mismo mundo, flota dentro de cada uno de nosotros.
Y que el mundo se vaya con confianza a la mierda. Nosotros preferimos a los artistas que jamás serán artistas, preferimos la maldad a la estupidez y buscar lo que el resto odia: la felicidad.
Preferimos bailar hasta más que las hadas, mientras se llenan nuestras casas de transexuales, maricones subnormales y toda clase de frikis nauseabundos.
Preferimos amar y vivir en la Ciudad Liberada.