Debo admitir que la principal razón por la que recomiendo Piel de lobo es por la forma seca, e incluso desapercibida de cómo cuenta el abuso de una niña.
Literatura.- Piel de lobo es la segunda novela de la autora Lara Moreno. La historia puede parecer un tanto común al inicio, si no fuera por el preámbulo que nos presenta la contraportada, en donde nos deja entrever un secreto o un recuerdo perturbador en el pasado de una de las protagonistas.
El libro aparentemente prometía una historia que, aunque sencilla, iba a cautivar a cualquier tipo de lector, pero al menos conmigo no lo logró, o no del todo. No es que se trate de un mal libro, eso lo debo aclarar. Está muy bien escrito, los personajes son directos y la simpleza de los diálogos creo que es lo más rescatable de la novela. Sin embargo, considero que la autora tenía un tema muy interesante por explorar, por mostrar su punto de vista y no solo eso, sino también por ser la voz de quienes temen contar situaciones semejantes.
El libro habla sobre (perdón por el spoiler) la naturalización de la violencia, de la violencia sexual y psicológica que viven las mujeres en España, en El Salvador y en el resto del mundo. Con esa base, considero que Moreno podía entregar un diamante pulido a sus lectores, y mostrarnos de forma más sesgada la realidad de las personas que sufren de abusos, sobre todo cuando son niños y cómo la violencia trasciende en el tiempo.
Y aunque reconozco que la autora posiblemente consideró importante contar con una historia principal, un poco menos controvertida, creo que se le olvidó desarrollar a fondo el tema que para mí, y puedo jurar que para muchos, era más el central.
Dejando de lado lo anterior, debo admitir que la principal razón por la que recomiendo su lectura es porque la forma seca, e incluso desapercibida de cómo cuenta el abuso de una niña, el cual se continúa hasta que esta llega a la adolescencia, es sumamente honesto. En la vida real pasa así, el abusador se esconde tras las sombras y nadie se da cuenta hasta que las cosas pasan. En parte porque creemos que nunca nos pasarán a nosotros, y cuando llegan, como un golpe contundente e imprevisto, vemos con horror la susceptibilidad a la que estamos expuestos.
Y es que sin ánimo de criticar las decisiones de los demás, nuestras sociedades están llenas de padres pasivos o incrédulos ante la realidad de sus hijos, y por favor, no crean que los estoy culpando, yo sé que los responsables no son ellos, pero si en nuestras sociedades “modernas” lográramos ser más conscientes de los riesgos a los que los niños se ven sometidos día a día, y tratáramos de prevenirlos, quizás la realidad sería otra.
Requerimos educar a los niños, enseñarles que la sexualidad es algo que existe, y que nadie tiene derecho de decidir sobre el cuerpo de otro, ni de tocarlo sin permiso, que eso es violentar, es acosar. El impacto que el libro genera es este, ver cómo el abuso se refleja siempre de forma críptica, por temor, por vergüenza o incluso por desconocimiento. Pero que por más velos que se traten de poner sobre la violencia sexual, el daño es profundo, siendo que el cuerpo y el alma de quien lo ha sufrido quedan en estados críticos, lo que deviene en situaciones depresivas en el mayor de los casos.
Puntuación: 3/5