Música.- Yo sé de buena fe que ustedes sabrán disculparme los titulares amarillistas. En serio. Acá no vengo a contarles chismes de ninguna índole, pero sí quiero que escuchen música y conozcan los géneros de El Salvador (como lo expongo siempre), y ahora toca hablar del Xuc. Y hablar del Xuc es hablar, inevitablemente, de Francisco Palaviccini, el creador de un género que puso a bailar a nuestros abuelos pero que, de forma inevitable, ahora es un género “de museo”.
Paquito Palaviccini
Primero lo primero: ¿quién carajos es Paquito Palaviccini? Breve reseña biográfica: es una de las figuras más importantes de la música popular salvadoreña. Según un documento de la Unidad de Archivo de la Asamblea Legislativa, nació en la ciudad de Santa Ana en el barrio San Rafael, un domingo 18 de febrero de 1912 (2:00 pm). También se asegura que heredó el apellido Palaviccini de su abuelo, nacido en Nápoles y que emigró a El Salvador en el siglo XIX.
La formación musical de este prócer de Sívar pasó por ciudades como Guatemala, Cuba, Argentina y algunas otras latitudes sudamericanas. Otro de sus cargos notables, fuera del país, es el de director de orquesta en el Teatro Avenida, de Buenos Aires, en pleno microcentro, a unas cuantas cuadras de la histórica Plaza de Mayo. También estudió pedagogía musical en la Escuela Normal “Ignacio Acevedo” en Cuba.
En El Salvador perteneció a orquestas como la Marimba Sonora, o la Orquesta Internacional Polio (o Polío), de la cual fue director. También incursionó en el Jazz con la orquesta Dixie Pals, además de ser director de la orquesta Alma Máter, de la Universidad de El Salvador. Colaboró con diversos proyectos de orquestas tropicales como el Grupo Bossa o algunas orquestas del Liceo Salvadoreño.
El Xuc, ¿cómo, por qué y para qué?
Como todos saben, Latinoamérica es una región que posee gran variedad de ritmos y géneros musicales muy hermosos, que también están hermanados entre sí, debido a varias circunstancias, como la cercanía geográfica entre varios países (un ejemplo son las cuecas argentinas, chilenas y bolivianas, que son más o menos similares), o los instrumentos traídos durante la época de la colonia saqueada.
Palaviccini, como el mito del héroe que regresa a su tierra para triunfar luego de un viaje que cambia su perspectiva de vida, regresó a su país (un lugar que a penas y recuerda su propio nombre) para crear el Xuc. El mismo señor cuenta que en Sudamérica todos sus compas musicales le preguntaban algo como: “ey, bróder, ¿y cuál es el ritmo autóctono de tu país?”, a lo que respondía algo así como “NoSabe/NoResponde”. Y estos, imagino, le reprochaban que en Argentina existen las Zambas, las Chacareras, el Chamamé (géneros muy hermosos de los que en un rato voy a hablar), o las Cuecas en Chile.
Picado por las burlas y el no tan ácido humor sudaméricano, se viene a meter a los lugares más arrinconados del país para hacer una investigación sobre música autóctona. La Asamblea Legislativa, en uno de esos chiripazos en donde no saben cómo hicieron las cosas bien, le hizo una entrevista al señor en cuestión (como ya cité anteriormente, para su pequeña biografía) y ahí me encontré un pasaje que vale oro puro, en donde recuerda cómo se topó con los orígenes del Xuc:
En dicha investigación, visitó festivales como jaripeos, cofradías y ceremonias religiosas y no encontró nada folclórico (…) Y fue en el pueblo de Tacvba donde pudo escuchar a un grupo realmente salvadoreño, el cual estaba compuesto por instrumentos como el Teponahuaste, quijada de burro, Juco, tamborón y un instrumento del que ignora el nombre, puesto que es una hoja doblada encima de la lengua del músico, con la que emitía un sonido muy especial ejecutando melodías muy propias…
Paquito hizo apuntes en cuanto a la línea rítmica (seis por ocho) que le sirvió de base para crear el ritmo Xuc, que ese SÍ es salvadoreño. La palabra ‘xuc’ es la onomatopeya del instrumento llamado Juco, que al sobarse el cordel y la varita encerrada emiten un sonido ‘XUC-XUC-XUC’.
A partir de esta investigación, el Xuc nace como tal en 1942 (a cual mejor juego de números para jugar con el saqueo de América, 1492), y es estrenado con la Orquesta Internacional Polio en 1958, más de una década y media después de realizado el estudio.
Como ya todos saben, este es el ritmo que nos ponían a bailar a todos en clases, precisamente en septiembre, dado que a partir de la investigación y de la aceptación popular, además de jugar con el arraigo identitario de cada departamento, el Xuc fue adaptado como el género folclórico de El Salvador.
De aquí parten todas las rolas que conocemos: Adentro Cojutepeque (oficialmente la primera pieza del género), San Miguel en carnaval, Cocotero Sonsonateco, Xuc a Usulutan, Mi Santa Ana, Santa Ana mía, entre otros.
La peculiaridad de este género es que, como bien lo describió su creador, está en métrica de seis por ocho; es decir, como un vals tocado a una gran velocidad. El ensamble de vientos y la complejidad de la percusión lo hacen un género sui generis. El contrapunto que hace con los saxofones y las trompetas hace notar la calidad de compositor que era Palaviccini. Sus letras hacían siempre mención a la idiosincrasia de cada departamento. La base rítmica del piano le da un cierto sabor caribeño a las piezas, muy bien construidas con detalles muy bien cuidados.
Todo divino hasta acá: Palaviccini es recordado como el compositor que le dio identidad musical al país, además de ser considerado EL MÚSICO de El Salvador, y alguna que otra distinción. Pero vamos a poner un poco el dedo en la llaga, como siempre.
¿Qué pasó después con el Xuc?
El Xuc surge a partir de un sincretismo cultural en el cual nuestro hombre en cuestión se dio a la tarea de mezclar dos culturas musicales totalmente diferentes: una más advocada al “orden”, que conlleva usar el sistema tonal (con el que se componen las canciones pop en su totalidad): costumbrista, conservador, lineal, europeo; mientras que la otra más rítmica, “desordenada”: hija de la barbarie, liberal, latinoamericana, donde importa más el rito que conlleva tocar músicas autóctonas que el divertimento en sí. Palaviccini supo hacer un híbrido perfecto entre esas dos formas tan diferentes de hacer música, así como gran parte del folclore latinoamericano.
Pero acá surge un problema mayor: el género nació y murió, lastimosamente, con la disolución de la Polio. Luego de ellos, pocos han sido los valientes que se han atrevido a hacer Xuc. Dos ejemplos claros son Juan José Gómez, fundador de Xuc Trío, y compositor de una rola llamada “Xuc“, y Manyula Dance Club, con un tema llamado Sofía. Ellos tienen todo mi respeto como músicos: han tratado de darle vida a un género que, precisamente, ya pertenece al “museo” musical de El Salvador. Ya nadie quiere hacer música así porque “está pasada de moda”, es “parte del pasado” o “no vende tanto como el Indie”. En Argentina, por ejemplo, los géneros mutan y pasan a tener diferentes proyecciones, como el caso de las Zambas: de ser canciones a guitarra y voz, con su característico rasgueo, ahora hay quienes hacen zambas con proyección jazzística; es decir, agregan instrumentos y armonías más propias del Jazz a un género autóctono de Santiago del Estero, provincia de Argentina. ¿Por qué no hacer lo mismo en El Salvador? Xuc Trío lo hizo una vez, ¿por qué no hacerlo de nuevo?
La idea es lanzar un reto para esta y próximas generaciones de músicos para que investiguen, se documenten y prueben. Que tengan las agallas de hacer cosas diferentes y seguir tendencias folclóricas, o sus propias tendencias. Seguramente el señor Francisco Palaviccini así lo hubiese querido. Saquemos al Xuc del museo en donde lo hemos metido.
(Entrada original publicada en el blog personal del autor, El sueño Sudamericano)