Gastronomía.- Hace unas semanas en la página de Facebook de Voxbox se publicó un artículo en honor del nacimiento de cierta cadena de comida rápida, la cual, según la publicación es: “… una de las empresas que más daño le han hecho al mundo”, aludiendo a que la comida rápida ha generado el incremento de la obesidad en las últimas décadas. Los comentarios no faltaron, y alguien escribió:
Nadie obliga a comer compulsivamente, la cadena de comida esta o la que sea no te mete a la fuerza a su negocio. Padres obesos, hijos obesos. Para mí, juega un papel importante la fuerza de voluntad y la educación. Sabemos que no es buena en exceso, y nada lo es.
A razón de esto fue que me puse a pensar y, la verdad, desde ese punto de vista ninguna empresa te obliga a punta de pistola a que consumas sus productos, por muy dañinos que sean. Pero ya achacarle a la genética de los padres o a la fuerza de la voluntad, para mí se queda corto, ya que el problema tiene raíces más profundas.
Empecemos con algunos datos sobre la obesidad
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) (fuente):
- Desde 1975, la obesidad se ha casi triplicado en todo el mundo.
- En 2016, más de 1,900 millones de adultos de 18 o más años tenían sobrepeso, de quienes más de 650 millones eran obesos.
- En 2016, unos 41 millones de niños menores de 5 años tenían sobrepeso o eran obesos.
- En 2016 había más de 340 millones de niños y adolescentes (de 5 a 19 años) con sobrepeso y obesidad.
¿Y cuál es el problema de ser gordito hermoso?
Por desgracia, las consecuencias son varias y letales. La obesidad puede causar enfermedades cardiovasculares, diabetes y algunos cánceres, entre otros males.
Existe entonces una correlación directa entre el incremento de la obesidad y el cambio de los hábitos alimenticios en las últimas décadas.
Pero ¿seguimos comiendo igual que ayer? ¿Cuál es la diferencia?
En las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta, la alimentación de la familia recaía en una persona: la mamá. Ella era la encargada de pasar horas cocinando para que a la familia no le faltara nada. Una ama de casa dedicaba a la cocina muchas horas, ya que el cocinar requiere de tiempo y mucha dedicación.
No solo es meter los ingredientes en agua caliente y esperar a que estén listos. Cocinar implica gastar tiempo en ir al supermercado, preparar las carnes y vegetales para dejar todo listo antes de prender el fogón. Luego está el tiempo de cocción, y por último la tediosa tarea de lavar los platos y todos los utensilios que se utilizaron para la preparación.
Luego, con el tiempo, la mujer logró obtener roles más representativos en la sociedad, pero sin quitarse su delantal de ama de casa. Esto trajo serias complicaciones: al tener una jornada laboral de ocho horas, el tiempo que se dispone ahora para cocinar es menor, pero no así el hambre de la familia.
¿Hoy quién podrá ayudarnos? R/ La industria alimenticia
Después de los años cuarenta, y gracias a los avances en la preservación de la comida para las tropas durante la Segunda Guerra Mundial, la industria alimenticia tuvo grandes avances en la preservación de muchos alimentos ya preparados: comidas completas listas en 5 minutos.
Gracias a estos grandes avances, estas empresas vieron cómo podían aprovechar este problema de alimentar a las familias, sin necesidad de gastar mucho tiempo. Es así como nacen las sopas instantáneas, las pizzas congeladas, comidas para microondas, etc. Dado que el mundo de los negocios se mueve por el dinero y no por las buenas intenciones (o por lo menos no es el factor principal), la comida sufrió una degradación en la calidad en búsqueda de las ganancias.
La era de los Arcos Dorados
También en los cuarenta nace una nueva manera de preparar comida, inspirada en la producción en masa de Henry Ford. Dos personas fundan McDonald’s y dan inicio a una nueva forma de manejar un restaurante, bajo la categoría de fast food.
El modelo se replicó y nacieron otras cadenas parecidas, y esto también fue exportado a otros países. Junto a las industrias alimenticias, estas cadenas buscaban abaratar su materia prima, para así exprimirle más ganancias a sus ventas, donde nuevamente se sacrificó la calidad en el producto terminado.
¿Entonces las cadenas de comida rápida no nos meten a punta de revólver sus productos dañinos?
No te ponen la pistola en la sien, pero utilizan otros mecanismos más sutiles. Te hacen creer que sale mejor dejar que “ellos” nos den de comer a cocinar nosotros. Te bombardean con imágenes, combos económicos y disponibilidad las 24 horas.
Movámonos a nuestra realidad actual. Hoy tenemos más cosas que hacer y mucho menos tiempo para cumplirlas, y la filosofía del “lo quiero para ayer” impera en nuestra vida cotidiana.
Con este moderno (¿?) estilo de vida se tienen que sacrificar ciertas cosas, y muchos de nosotros nos hemos decantado por la conveniencia y la economía. Ahora preferimos comprar una pizza o un combo de nachos con soda de la gasolinera, en vez de llegar a casa y cocinar algo saludable. También es cierto que comer sano sale más caro que comer un combo de hamburguesa con papas fritas y soda (y usualmente sabe mejor).
Las cadenas de comida rápida saben por dónde nos aprieta el zapato (o la tripa y el bolsillo) y explotan eso para que poco a poco perdamos la hermosa costumbre de sentarnos en familia a compartir de un buen plato caliente casero.
Nuestros hábitos alimenticios se han degradado. Si no me cree, haga un experimento rápido. Vaya a YouTube y busque programas nacionales o noticias de los años ochenta, y compare los patrones de cuerpo con la actualidad. Notará que hoy tenemos más cintura de aguacate que antes.
Tampoco quiero que se desquiten con estas cadenas (guarden sus cócteles molotov). Solo pido que reflexionen cada vez que se llevan un bocado a la boca y se pregunten: “Si somos lo que comemos, ¿qué somos?”.