Literatura.- Desde hace tres años tengo por costumbre plantearme retos literarios diferentes, en los que la variedad de lecturas, géneros y temáticas cambien en la medida de mis necesidades como lectora.
A manera de preámbulo, debo confesar que este modelo de sinergia lectora, si se le puede llamar así, se origina en 2013, cuando estaba por terminar mi carrera y la universidad me tenía atada a libros meramente académicos, por lo que a pesar de que siempre tenía un ritmo de lectura bueno, ese año mi lista se resumía a seis libros, todos leídos en las breves semanas de vacaciones entre un ciclo y otro. Por ello, al finalizar el año, dentro de mis propósitos de año nuevo se encontraba leer más, y no solo eso, sino buscar la forma de hacer tiempo entre mis ocupaciones profesionales con la lectura por placer. El reto de aquel entonces era simple: me propuse 25 lecturas a lo largo del año, bajo el método que siempre había seguido, salir a las librerías y enamorarme de un título en específico; o bien, ir en la búsqueda de alguna recomendación que, en efecto, llamara poderosamente mi atención.
El plan dio frutos, si bien no logré completar el reto, pues solo alcancé dieciocho lecturas. De igual manera, el sentimiento de satisfacción fue muy grande, y fue justamente ese pequeño sabor a victoria lo que me llevó a plantearme un reto superior para el año siguiente (2015).
Sin haber cumplido con mis veinticinco lecturas, le apostaba ahora a 50 libros. Así de simple. Mi reto básicamente era el número. No tenía limitantes de género literario, número de páginas, tipo de autores, etc. Mi reto era leer lo más posible y obviamente disfrutarlo. Recuerdo perfectamente el día que puse fin a este desafío: fue un 5 de diciembre, con bastante margen de tiempo, y ya estaba culminando las cincuenta lecturas, en donde varios amigos habían colaborado prestándome sus libros preferidos, o recomendándome tal o cual título. Es más, ese año en total leí cincuenta seis libros, por lo que una vez finalizado el reto mi ritmo lector seguía acelerado, y si mal no recuerdo terminé el libro cincuenta y seis la mañana del 31 de diciembre de aquel año.
En consecuencia con lo anterior, el haber salido triunfante de una actividad más complicada que los primeros veinticinco libros que dieron origen a mis retos, me había orillado a la búsqueda de algo más grande. Sin embargo, el año 2016 tenía previsto para mí muchas pérdidas, lo que derivó en un estado emocional que no podía cuadrar con un periodo de exigencia en cuanto a lecturas se trataba. Creo que pasé varias semanas en las que me era imposible terminar una sola página sin perder la concentración. El reto nuevamente era no estancarme, salir adelante y tratar de leer lo más posible. Al final, fueron cuarenta y tres lecturas, disfrutadas, vividas, amadas.
Retos literarios: leer solo autoras
Ya para el último trimestre del año, conocí la iniciativa que daría pie a mis propósitos literarios para este año: en Instagram, mi red social favorita, se había vuelto conocido el hashtag #LeoAutorasOct, una iniciativa que básicamente consistía en leer únicamente a mujeres durante todo el mes de octubre, como forma de reivindicación de la mujer literaria, y de ver que aunque en las librerías los títulos escritos por mujeres son menores, eso no significa que ellas no escriban, que ellas no tengan la misma calidad y coraje para hablarnos de temas universales, y no solo de amor, maternidad o familia.
La decisión había sido tomada. Mi reto sería centrado en leer autoras y esta vez no había un máximo de libros por leer, sino más bien conocer a mujeres que la literatura universal les debe reconocimiento, o incluso tener acercamiento con autoras noveles, pero que desde ya estaban demostrando ser buenas para su trabajo. En mi ingenuidad creía que sería fácil, pero no: el primer obstáculo con el que me encontré es que, en efecto, las librerías, o al menos las de mi país no contaban con los suficientes títulos escritos por mujeres. Y es que no, el hecho de basarme en la idea de leer mujeres, no implicaba que no buscaría calidad, o al menos historias que para mí tuvieran relevancia.
El segundo obstáculo fue precisamente la temática de los libros de autoras. Nunca he sido fanática de las novelas románticas o de corte girly. Yo quería leer algo diferente, así que empecé a documentarme e investigar, a seguir el hashtag y a leer sobre las autoras clásicas o contemporáneas. El resultado fue asombroso. Me presentó un género al cual nunca le había prestado la suficiente atención: el ensayo. El poder de las palabras, a través de ese casi monólogo, de esa narración de la autora con ella misma, fue maravilloso.
El reto fue terminado este fin de semana. No me siento en condiciones de darle largas. Me quedé con cuarenta lecturas, de las cuales treinta han sido escritas exclusivamente por mujeres, desde Virgina Woolf, pasando por Emma Cline, Chimamanda Ngozi Adichie, Lara Moreno, Carmen G. de la Cueva, hasta la propia J. K. Rowling. Pero también pasaron por mis manos libros escritos por hombres, historias sobre mujeres fuertes desde la perspectiva masculina, y creo que esa mezcla le dio mayor sentido a este pequeño reto, que tantísimo me ha llenado.
Final del miedo: feminismo
Desde niña, la palabra feminismo me había parecido terriblemente curiosa. En aquella época encontré cientos de blogs de mujeres u hombres que hablaban de la idea, hablaban de odio hacia el hombre, hacia la mujer, al final de cuentas de odio hacia la propia especie, pero ahora, poco más de diez años después de aquel primer acercamiento con esa palabra y con su concepto —que entonces me daba miedo— conozco realmente lo que implica ser feminista.
Desde mi trinchera, desde mi amor infinito hacia mi padre y hermano, hacia ese grupo de amigos tan variados que tengo, pero que no dejan de ser hombres. Entiendo que ser feminista no significa que debo odiar a los hombres, eso es misantropía. Ser feminista no implica una lucha de mujeres solas, es una unión por la causa, una lucha de derechos por equidad, por respeto, porque vos y yo, y todos, seamos tratados como seres humanos.
Después de este año, de este reto, he creado mi propio concepto de feminismo: soy feminista, soy mujer, profesional, hija, hermana y amiga, soy una persona imperfecta, pero siempre trataré de encontrar la solución a un problema a través del dialogo, sin denigrar a nadie, sin importar que haya nacido mujer u hombre. Por eso mismo trabajaré a diario para que desde dentro, y desde la medida de mis posibilidades, la equidad exista. Mi precepto es simple: sin importar si para otros represento una versión errada del feminismo, lucharé por ella, porque es en lo que creo, por lo que he trabajado y por lo que seguiré luchando.
Ojalá que todos los años leamos a mujeres fuertes, y a hombres fuertes, a seres humanos que luchen por hacer de esta sociedad mejor, por inculcar en nuestras mentes el concepto de respeto e igualdad.
Felices lecturas y mejores retos literarios.