Opinión.- Al principio pensé que esta nota se trataba sobre los cánones de belleza: por qué una chica morena, rellenita y con el pelo pintado de un rubio llamativo no podría participar en un concurso de belleza local sin que eso supusiera un mar de comentarios “negativos” y “positivos”… pero no, otra vez en Internet la profundidad perdió la batalla. Y volvemos a caer en el círculo vicioso de lo superficial.
Para entender de qué hablo, me estoy refiriendo a lo planteado en la nota Bienvenidos a la Internet.
Bueno, entremos.
En alguna ocasión, Umberto Eco dijo: “La televisión ha promovido al tonto del pueblo, con respecto al cual el espectador se siente superior. El drama de Internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”.
Y a esos tontos del pueblo convertidos en los portadores de la verdad ahora los llamamos millennials: son los que aseguran que Internet es un mundo perfecto; que todos tienen que acoplarse a lo que ellos dicten en ese mundo perfecto; que quien se enoja pierde; que en Internet todos somos iguales y que cualquier persona que no esté de acuerdo con su propia visión del mundo —muy limitada, además— simplemente no comprenden de qué se trata Internet.
¿De qué se trata Internet?
De diversidad, por sobre todas las cosas. Diversidad de pensamiento —si nos ponemos románticos—, diversidad de usos, diversidad de fines, diversidad de intenciones, diversidad de formas de pensar y de formas de putear al prójimo, diversidad de hacer el ridículo y diversidad de ser imbécil. Exactamente igual que el mundo real, con la única diferencia de que en Internet la hipervelocidad de la comunicación nos ha creado el espejismo de que el mundo es un solo pueblo.
Los millennials tampoco son dueños de la patente del bulliying (ciberbulliying, si nos ponemos exquisitos): existió antes y seguirá existiendo después. Ni siquiera son los culpables de haberla refinado mucho, la mayoría de veces las burlas hacia una persona no son más que chistes pasados de moda, que solo han sido adaptados a las nuevas tecnologías… y eso sin contar el patético sentido del humor.
Pero resumamos, que esta nota ya está muy extensa para la capacidad de lectura millennial: el puto mundo no es un solo pueblo y si los millennials dejaran (¿dejáramos?) de llorar tanto por ser incomprendidos y se tomaran una tarde libre para ver el mundo real, lo sabrían.
Pero es mucho pedir, supongo.
Por eso las lúcidas palabras de Eco no podían ser más acertadas: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles”.
VoxBox.-