Trending.- El pecado imperdonable de Barron Trump ha sido tener 10 años y ser el hijo menor de un magnate xenófobo e intolerante, que por imperceptibles contradicciones de la democracia se ha convertido en el máximo líder del “mundo libre”.
Las marchas contra Donald están justificadas. Las críticas contra Donald son comprensibles. Las masivas burlas hacia Donald son necesarias —ahora más que nunca, el humor es una herramienta indispensable—.
Pero burlarse de un pequeño de 10 años por bostezar durante una ceremonia, o por jugar con su móvil mientras su padre firma decretos, me parece una bajeza solo equiparada con la intolerancia manifiesta del nuevo presidente de Estados Unidos.
“Defender a cada niño también significa oponerse a las políticas del presidente Trump que dañan a nuestros niños”, tuiteó Chelsea Clinton. Algunos la llamaron hipócrita, pero yo creo que tiene razón.
El mundo —porque lo que sucede en Estados Unidos le interesa a todo el mundo, aunque nos duela— está preparándose para una resistencia activa contra la tóxica tendencia del padre de Barron por diezmar los derechos de las minorías en beneficio de los privilegios de los que siempre han tenido privilegios. Y burlarse con saña de un niño de 10 no contribuye a mejorar esa situación.
Donald Trump ganó la presidencia de la principal potencia del mundo. No permitamos que también nos gane los restos de humanidad que todavía nos quedan.
VoxBox.-