Todos hablan de ella como la gran traidora de la historia, como si el hombre que la acompañaba a la salida del motel (porque no estaba sola) simplemente no existiera.
Opinión.- Hace unos días —irónicamente fue el día internacional de la mujer— circuló por las redes sociales el video de un hombre traicionado por su mujer, a quien no se le ocurrió mejor forma de venganza que publicar el video de la traición. Más de uno juzgará la acción de este caballero diciendo que tiene toda la razón del mundo en haberlo hecho; otros dirán, en cambio, que su reacción solo lo deja a él en evidencia como el gran traicionado de la historia (por no usar una expresión más fuerte). Sin embargo mi pensamiento va dirigido hacia la señora en cuestión, más allá de cualquier moralidad (lo que hizo estuvo mal) ¿Merecía ella el linchamiento mediático del cual ha sido víctima? ¿Dónde queda su derecho a la privacidad?
Todos hablan de ella como la gran traidora de la historia, como si el hombre que la acompañaba a la salida del motel (porque no estaba sola) simplemente no existiera, nadie lo nombra, ni les interesa saber quién es, pareciera que ella estuvo en el motel sola… ¿alguien ha contemplado la posibilidad de que él también tenga esposa, novia o amante? ¿Se han puesto a pensar que tal vez él también estaba siendo infiel? ¿Alguien por un momento ha considerado la posibilidad de que “el esposo traicionado” le haya sido infiel a la doña con anterioridad?
No digo que sea así, ni siquiera los conozco, pero es muy sabido que en una relación de pareja, cuando las cosas fallan, cuando hay traiciones de esta naturaleza, suele ser responsabilidad de ambos.
En países del Medio Oriente, las mujeres infieles son castigadas con una forma de muerte espeluznante: los hombres cavan una fosa y ahí entierran a la culpable (por cierto basta la palabra del esposo para ser considerada de esa forma); una vez que ha sido enterrada hasta media cintura, o hasta el cuello, y tapada con una sábana para no ver el rostro, luego todos los habitantes de la localidad le lanzan piedras lisas, sin fisuras de ningún tipo, hasta que muere en una agonía lenta y dolorosa…Esa costumbre, bárbara proviene de los judíos, está establecida en la Biblia, y fue adoptada por muchos países del Medio Oriente.
En Occidente en cambio nos horrorizamos ante la sola mención de dicha palabra, lapidar, que viene de piedra, es decir, morir apedreado, nos parece el peor de los horrores que una mujer sea tratada de esa forma, sin un juicio justo, sin derecho a la defensa, sin siquiera ser considerada como un ser humano.
Cuando compartimos videos de la naturaleza que menciono en el párrafo inicial, también lapidamos, linchamos mediáticamente a la “culpable” con los consabidos epítetos que llueven por todos lados: zorra, perra, buscona, casquivana… llueven como piedras sobre la doña, enterrada en una fosa, en la fosa de la incomprensión, en la fosa de la amargura, en la fosa de la inhumanidad… ¿Somos mejores que en Medio Oriente? ¿Tenemos derecho a horrorizarnos con la lapidación, cuando nosotros hacemos lo mismo? La sociedad en su conjunto necesita humanizarse, necesita juzgar menos y comprender más, señalar menos y respetar más, independientemente del sexo al que pertenezcamos o del género con el cual nos sintamos identificados.
VoxBox.-