Ayer en Guatemala frente a Casa Presidencial, los guatemaltecos gritaban: ¡Estado fallido, sos un asesino! ¡Estado fallido, sos un asesino!
Nos faltan 36.
Como guatemalteca, me duele mi país. Como mujer, me duele que niñas hayan sufrido el infierno.
El infierno de vivir en un lugar sin su familia, solas, sin ser escuchadas, abusadas y violadas constantemente, maltratadas y castigadas. El Estado lo sabía. (Puede leer la crónica aquí)
No me imagino el dolor de esas niñas, la desesperación y la impotencia de no tener control de sus vidas. Ellas no veían un futuro. Prefirieron realizar un último intento de escape que seguir viviendo como esclavas de una institución que les prometió seguridad y a cambio las mató.
El Estado fue. Estado asesino.
El martes anterior a la tragedia, unas niñas no perdieron la esperanza. Escaparon alrededor de 60 niñas en la noche. Ojalá hayan encontrado un refugio seguro. Escaparon de su infierno.
El presidente sabía y estaba informado de lo que sucedió el martes. Su decisión fue no hacer nada. Dejó morir a las 36 niñas que no lograron escapar.
«No les gustaba la comida», esa fue la versión oficial que manejó el gobierno la noche del miércoles.
Este Gobierno nos miente. Las condiciones y tratos del Hogar Seguro ya habían sido expuestos. Nadie hizo nada. 800 niños aproximadamente vivían en un Hogar con capacidad para 400 pero no era eso. No era la comida, la falta de espacio, higiene, vestimenta, educación o entretenimiento. Lo que llevo a las niñas a querer escapar del lugar fue los abusos sexuales y psicológicos.
Una vecina cuenta como las niñas el día anterior, en el patio tiraban piedras a sus maestros. Las niñas gritaban: «Violenos aquí pues, enfrente de todos. Eso es lo que quieren, violarnos otra vez».
Ni una menos. Ya no más. Las niñas fueron castigadas y asesinadas por hablar y denunciar lo que vivían. Eran obligadas a hacer favores sexuales a sus maestros y a abortar.
¿Dónde está la dignidad para estas niñas? Las trataban como objetos sexuales.
Quemar los colchones para poder salir de ahí, ese fue su plan. No sabían que las iban a encerrar y dejar morirse. Nadie las sacó y nadie les abrió.
Cuando los bomberos llegaron, la policía no los dejó entrar. Rescataron a todos los niños, menos a las niñas que estaban encerradas en los cuartos. Ningún maestro o policía las llegó a rescatar. No fue un accidente, fue una ejecución.
En la mañana del jueves, en Casa Presidencial, colocaron muñecas en carbón. En homenaje a ellas con un cartel que decía: Guatemala no es un hogar seguro.
En la noche, cientos de personas protestaron antes y después de la vacía conferencia del Presidente. Un chiste para la magnitud de la tragedia.
«Esta mierda no es normal», gritaron juntos los guatemaltecos. Exigiendo justicia y culpables.
El gobierno no ha querido buscar culpables porque dice que fue rebeldía de las niñas. Hay una investigación pero todos sabemos cómo va terminar. Impunidad. Otro acto más de abuso y corrupción que nos dejará un sabor amargo. Una tragedia sin justicia.
Basta ya. No deberíamos esperar hasta que 36 niñas mueran calcinadas para entender que nuestros derechos están siendo violentados.
Este cuerpo es mío. No se toca, no se viola, no se quema.
¡Vivas nos queremos!