Entretenimiento.- Los festivales de música crecen y son cada vez más cotidianos. Representan una parte esencial de la industria de la música, de los melómanos y los fans, y no es para menos: son fiesta, baile, sudor y melodías. Son adrenalina en un estado de pureza difícil de emular.
En los países del primer mundo, los festivales de música se han apoderado de todo.
En ciertos lugares de España y México, los festivales no solo son un culto a esa religión hermosa llamada Música, sino que además tienen impacto interesantes en las comunidades en las que se realizan.
Festivales de música en la economía
Tomemos, por ejemplo, el Mad Cool, un festival madrileño que comenzó en 2016 y en ese mismo año aportó un poco más de USD 27 millones en la comunidad y en la ciudad. Además, facilitó la creación de cerca de 2000 empleos —sin contar las subcontrataciones— y tuvo una afluencia de más de 102,000 asistentes, procedentes de más de cuarenta países.
Hay que aclarar que el éxito de aquel primer Mad Cool tuvo mucho que ver con el line up que presentó: artistas legendarios como Neil Young o The Who, y otros no tan legendarias pero sí de peso mundial como Garbage, Jane’s Addiction o Michael Kiwanuka.
El impacto ambiental de los festivales de música
Pero no solo debemos fijarnos en el dinero: los festivales de música también se prestan como un poderoso podio para meterle a la gente ideas. El Vive Latino en la edición 2018, en la que celebra los 20 años de vida, tuvo a bien hacer vasos con cáscaras de cebada en lugar de plástico, con la idea de reducir el impacto ambiental. Esto significó una reducción de 10,000 kilogramos de plástico.
Otro paradigma de esta mezcla de festivales + ecología es el Rototom Sunsplash Festival, fundado en 1994 y que tiene como único protagonista al reggae.
En su edición de 2010, celebrada en la localidad española de Benicàssim, Castellón, se convirtió en el primero 100 % sostenible, gracias a diversas iniciativas como escenario alimentado con energía solar, sistema de recogida selectiva de residuos, utilización de plásticos biodegradables y un proyecto piloto para medir la cantidad de CO2 emitida.
¿Y los festivales en El Salvador?
Como casi siempre, lo que ocurre en otras partes del mundo llega tarde a nuestro país, pero al menos llegan.
Los festivales en nuestro país han sido una cosa un tanto inédita. Más allá de algunas iniciativas privadas, este tipo de eventos no han sido explorados como deberían.
Tenemos tres de los casos más importantes de los últimos años.
Golden Fest
Por un lado tenemos al Golden Fest. Una iniciativa totalmente comercial (basta con decir que Golden es una marca de cerveza, por si todavía no lo saben) que se realiza desde 2016 y que busca, por supuesto, aumentar las ventas de su producto y, de paso, crear una experiencia interesante para el público salvadoreño.
Y no, no es que esté mal que una empresa realice este tipo de eventos, sino que simplemente es un detalle que resulta revelador para darnos cuenta del potencial económico que tienen los festivales.
El Golden Fest se ha caracterizado por traer a bandas y músicos más comerciales y que están de moda… reguetoneros, pues. Y aunque no seamos fanáticos de este género, debemos reconocer que el nivel de producción de este evento es bastante bueno.
Jazz Fest
De corte menos comercial, el Jazz Fest tiene ya seis años de existir. Tomando en cuenta que vivimos en un país donde la mayoría —y las más escuchadas— radios son de corte urbano (entiéndase: reguetoneras), realizar seis años consecutivos un festival de este tipo es un auténtica hazaña.
El Jazz Fest nos ha traído, a lo largo de su existencia, a grandes músicos internacionales, al mismo tiempo que nos presenta la producción de músicos locales.
Lastimosamente la difusión de este evento no es tan masiva como se desearía, pero incluso así han logrado cautivar a un público e iniciar una tradición, que esperamos no desfallezca con los años.
Metal Fest
Cuando pensamos en música salvadoreña, se nos viene a la mente cualquier género tropical. A lo mejor pensamos en marimbas y esas cosas. No, nada más lejos de la realidad. Si nos atenemos estrictamente a la cantidad de bandas, podemos afirmar que El Salvador es metalero.
¿No nos creen?
Wikipedia le dedica una entrada al Metal en El Salvador. ¿Todavía no nos creen? En 2015, El Salvador celebró la edición 20.º del Metal Fest.
Así que sí, si tuviéramos que darle un premio al más longevo de los festivales salvadoreños, definitivamente se lo daríamos a los colegas metaleros.
Festivales para el 2018
Este año se cocina un festival que promete comenzar a romper con este desfase del país: nuestros amigos de 7911 juntarán a tres bandas de distintos puntos de América Latina: Tónico 86 (El Salvador), Barco (Argentina) y Technicolor Fabrics (México), con la idea de comenzar una tradición.
La idea de este festival es que no solo se trate de música, sino de generar conciencia: no se utilizarán pajillas, la comida que estará disponible será vegana, los vasos serán biodegradables y habrá puntos de reciclaje.
Aunque en otras latitudes este tipo de iniciativas ya están bastante usadas, en un país como El Salvador, con cero conciencia ecológica, se trata de una apuesta por la calidad.
Aquí tenemos una entrevista que hicimos hace unos meses con los amigos de Tónico 86.
Así que desde VoxBox creemos y apoyamos este tipo de festivales de música, porque contienen una serie de posibilidades interesantes, que van desde lo económico hasta la capacidad de transmitir con eficacia un mensaje importante.
¿Por qué no apostamos por estas iniciativas?