Música.- Aunque me fuercen, yo nunca voy a decir que todo el tiempo pasado fue mejor… pero qué difícil es decirlo ahora, cuando el Flaco Spinetta ya no está en el mundo.
Hoy cumplimos cinco años desde que nos abandonó. La poesía quedó viuda y el rock huérfano. Spinetta fue un transgresor confeso de las normas y del arte. Se atrevió a blasfemar contra las más enraizadas convenciones, y —como dijo uno de sus muchos monaguillos, Charly García— le robó a la poesía un poco de consistencia estilística y espiritual, y se la regaló al rock: y el rock jamás volvió a ser el mismo.
Yo lo conocí hasta el día que murió, confieso. Creo que nunca voy a olvidar ese momento. Esperaba a mi hermano en el parqueo del colegio. Apagué el carro, pero dejé la radio encendida. El locutor mexicano detuvo la canción que sonaba para dar la noticia de que Luis Alberto Spinetta había muerto. Pronunció cada sílaba de su nombre con un respeto que me sigue conmoviendo cada vez que lo recuerdo. Escuché cómo se le rompió la voz un poco. Nunca había escuchado hablar de él. Me sorprendió cuando mucha, muchísima gente, se refería a él como El Padre del Rock Argentino, y algunos incluso como El Padre del Rock en Español. Para mí, ingenuo adolescente de aspiraciones melómanas, el padre del rock argentino se llamaba Charly García.
Pero no, Charly le rendía homenaje a El Flaco. Charly lo idolatraba. Charly se agachaba ante Spinetta.
Entonces lo comencé a escuchar, con heredada devoción. Con un poco de culpa por no escucharlo antes. Con el ego un poco golpeado, porque lo conocí gracias a su muerte.
El Flaco soñaba un sueño despacito, entre sus manos, hasta que por la ventana subió el sol. Decía árbol, hoja, salto, luz, aproximación, mueble, lana, gusto, pie, té, marcas, miradas. Mojó los pies en la luna y convirtió el mundo en un lugar más bello.
Escribió:
Si no canto lo que siento
Me voy a morir por dentro
He de gritarle a los vientos hasta reventar
Aunque solo quede tiempo en mi lugar.
Yo lo conocí tarde, pero lo conocí. La tecnología por esta vez me jugó a favor: sus discos y sus conciertos están ahora a mi alcance.
Como aquel concierto del 4 de diciembre de 2009, que quedó marcada como una de las fechas más importantes del rock argentino. Luis Alberto Spinetta reunió a sus bandas de todos los tiempos en un mismo escenario y en un mismo concierto: el resultado fue una de las noches más llenas de magia que debe registrar la música popular en América Latina a lo largo de su historia. Su banda de entonces y la de los ochenta, Los socios del desierto, Spinetta Jade, Invisible, Pescado rabioso, y Almendra, más una extensa lista de invitados —Charly García, Fito Páez, Juanse, Cerati, entre otros— repasaron y actualizaron un repertorio de la caja Spinetta y las Bandas Eternas.
Como escribió Pedro Aznar, en aquel glorioso texto de despedida:
Cambiaste nuestras vidas abriéndole camino a la imaginación cantándole salvaje o dulcemente a los misterios que nos habitan al misterio que somos. Adiós. No me resigno a tener que decirlo. Adiós mensajero del infinito.
El Flaco ya no está, pero que siga la melodía…