La Bella y la Bestia, dirigida por Bill Condon, pertenece a esta tanda de películas de Disney que pretende reinventar los clásicos animados. Pero ¿vale la pena?
Opinión.- La última gran producción de Disney perteneciente a la tanda que pretende reinventar a los clásicos largometrajes animados de la compañía, pero con homónimos “live action”, ha traído consigo esta nueva versión de La Bella y la Bestia dirigida por Bill Condon, pero que tiene como mayor atractivo contar con la muy popular Emma Watson en el papel protagónico,
El principal problema de la cinta radica en que más que consistir en un remake o en una reimaginación de la versión animada, esta termina siendo realmente un intento de calco exacto de la original pero con intencionales cambios, con la descarada pretensión de decir que se está aportando algo nuevo, lo que saca a relucir como principal interrogante: ¿cuál fue el propósito entonces de siquiera haber hecho esta reproducción?
La respuesta resulta obvia al estudiar las estrategias de promoción implementadas, trayendo a relucir una simple cuestión de querer complacer de forma desmedida una necesidad de querer redescubrir o reconectar con una emoción nostálgica de la infancia, por parte de los millones de fieles seguidores; sin embargo, busca hacerlo de una forma tan complaciente, que termina siendo insustancial y por momentos innecesaria.
Aunque resulta a nivel técnico, visual y artístico bien cuidada, por completo interesante el rediseño de los personajes, aceptable la interpretación de canciones e incluso tampoco podría decirse que exista algún fallo garrafal en cuanto al guion, puesto que sigue estando bien construido, no deja de ser una repetición de algo ya visto.
Los cambios anunciados previamente que de alguna forma atrajeron por su carácter “polémico”, al mostrar a uno de los personajes secundarios declarado abiertamente ahora como homosexual, es mostrado de forma lo suficiente sutil para no llamar la atención de grupos conservadores (aunque es posible que en esto poco les importa el grado de sutileza, pues protestarán igual los más radicales), pero es retratado de una forma tan caricaturesca que no permite apreciar de forma admirable esta revelación que en apariencia prometía ser vista como un cambio en el paradigma clásico: se queda en un mero hecho anecdótico.
Aunque es producto inocuo, fácil de digerir para las masas e incluso llega a conservar el carisma con un grado de superioridad técnica, me parece ser un producto que no aporta nada en realidad nuevo, ni necesita o merecerá ser recordado en el futuro. Es solo otro intento de aprovechar el carácter nostálgico de las propiedades intelectuales, para beneficio de la taquilla y no porque busque contar algo innovador.
Es curioso que el mismo año en que se anunció la producción de esta película también hubo planes de hacer en paralelo una adaptación libre del mismo cuento clásico, pero producido por Guillermo del Toro. Aun cuando este segundo proyecto nunca vio a luz, estoy casi seguro que esta otra “cara de la moneda” tuvo más posibilidades de ofrecer una nueva mirada a la historia, o al menos un estilo menos conservador que pretendiera mantener siempre a relucir la popularidad de la historia.