Si Damien Chazelle nació en 1985 debería de considerarse, por definición generacional, como un millennial más. A mí se me antoja etiquetarlo por lo que quiero transmitir en esta entrada.
Cine.- Nuestra generación —llamada millennials por los expertos en antropología del parentesco y cuyo término popularizaron varios medios estadounidenses— suele ser caracterizada como autocomplaciente y caprichosa, además de cierto infantilismo acentuado, que ha hecho que algunos nos llamen generación Peter Pan. A esto debe sumarse el mal del inmediatismo,1 que no es exclusivo de esta generación, pero sí la que se ha llevado la peor parte, ya que afectó varios procesos naturales en diferentes etapas de nuestro desarrollo (es decir, que nos viene serruchando el piso desde la infancia) y que tardaría demasiado en ampliar.2
Para no complicar el asunto, basta con decir que si algo no lo sabemos lo googleamos en el acto, al menos si se da la oportunidad, con lo cual no solo salimos de la duda, sino que a veces llegamos a corregirle la plana al prójimo, por si lo que está diciendo no es exacto. Pero ¿tiene esto algo de malo?, podría estarse preguntando. La verdad es que no y creo que es una ventaja de nuestro tiempo. Lo malo es cuando en el momento no puede encontrar la respuesta y a la larga simplemente lo olvida, lo desplaza, realiza la respectiva bulimia intelectual, gracias a la cual se atiborra de información que realmente no asimila. Solo entonces nos damos cuenta que, en aspectos muy puntuales, el inmediatismo permea mucho de lo que hacemos.
Pero el más grande mal de nuestra generación no es ese, aunque es innegable que abona en él. Transmitido desde hace varias generaciones, pero ya naturalizado en la presente, nuestro peor mal es creer en realidad, como algo natural, que estamos destinados a cumplir todos nuestros sueños y que somos una generación que de alguna manera misteriosa alcanzará todo lo que se proponga. Debates nacen y nacerán en torno a este punto, sobre todo en cuanto a la alienación y enajenación del relato individual que llamamos vida. La discusión es grande, pero por el momento solo necesito que tenga en mente lo hasta aquí mencionado.3
Si Chazelle nació en 1985 debería de considerarse, por definición generacional, como un millennial más. A mí se me antoja etiquetarlo por lo que quiero transmitir en esta entrada, pero por las características de su trabajo no parece uno de los nuestros, o al menos no refleja los vicios y los males que en teoría nos caracterizan. Es decir, no soy experto en cine, pero me parece que dos de sus producciones —Whiplash (2014) y La La Land (2016)— son de una calidad de respeto, que logra transmitir un efecto de impresión, la famosa sensación de extrañamiento de la que hablaban los formalistas rusos.
Podríamos decir que es el director de cine hollywoodense millennial del momento, que pasará a la historia por haber producido una de las tres películas con más nominaciones al Óscar,4 aunque huelga decir que si el Óscar premia o no calidad o solo producto comercial es discusión aparte. El mérito, por el momento, ya lo tiene.
En las dos producciones de Chazelle podemos encontrar elementos en común, lo cual indica que nos quiere transmitir un mensaje en diferentes contextos. Lo primero es que sus personajes son artistas o aspiran a ser grandes en su arte (tenemos a dos músicos y una actriz). Lo segundo es que están convencidos de que quieren ser de los mejores y que están conscientes de que en el camino hay incertidumbre. Lo tercero es que han superado las dudas iniciales y ya están sabedores de sus virtudes y defectos, pero sobre todo están en ese punto al que el artista se enfrenta, que es la cuestión de la validación del trabajo individual, en el que por el momento solo cree el yo, pero que es necesario que lo vean ellos o los otros, porque finalmente el proceso del arte se completa cuando el trabajo lo recibe e interpreta el receptor.
Lo cuarto que podemos percibir, y es al punto al que quería llegar, es que sus personajes son de una tenacidad ahora perdida en el grueso y mayoría de nuestra generación. A uno le sangrarán las manos,5 y los otros dos comprenderán que la felicidad jamás será absoluta y que convertirse en artista requiere de sacrificios individuales. Pero no se detienen.
Los tres saben qué es es lo que quieren y están dispuestos a hacer lo necesario. Con garra, persistencia, lágrimas, frustraciones, a veces vergüenza y bochorno. Pero siempre con tenacidad, jamás detenerse.
Y Chazelle persiste tanto en el punto, que para recalcarnos lo que se requiere para alcanzar nuestros sueños coloca a sus personajes en situaciones-encrucijadas, en las que solo podrán optar por una u otra cosa, pero que jamás ganarán todo el paquete. Es decir, la felicidad no será plena, absoluta, no habrá realidad perfecta en la que nos la ganemos todas de todas, porque en la vida, si queremos algo, ganamos y perdemos de forma impredecible, y ganamos y dejamos en el camino, acumulando experiencia, pero aprendiendo también que la maleta no aguanta con todo lo que queremos cargar.
Y es ahí donde me parece que Chazelle, no sé hasta que punto consciente del alcance de su mensaje, hace una crítica a la generación a la que él pertenece. Es decir, una generación hedonista, que por lo general se rinde y es de lágrima fácil, una generación que ya no lee, reflexiona o cultiva el pensamiento crítico. Una generación que no quiere pagar el precio para alcanzar lo que quiere, que carece de la suficiente paciencia, y que por el contrario, reniega y reprocha la mayor parte del tiempo de su realidad.
Ya sé que no debo generalizar. Hay demasiadas variables en el asunto, además que todas las generaciones en todas las épocas de la historia ha tenido buenos y malos. Pero nuestra generación tiene, dentro de varios esquemas posibles y entre ellos el desarrollo humano, una realidad más favorable que la de hace 20 años, ya no digamos 50 o 100 años. No es necesario que me restriegue la realidad de los países desfavorecidos y todo eso. Sé que se entiende el punto, que es lo importante.
Pero me parece pertinente hacer énfasis en esto, y ya he escrito sobre en ello en otras ocasiones, y quizá por eso veo el mensaje donde sea, porque creo con pasión en ese asunto: la vida debemos afrontarla con tenacidad.
Tal vez —como dijo Bukowski en una entrevista, con una consciencia de la realidad dura y concreta que ya se está perdiendo—, aunque luchemos toda la vida, sigamos nadando en la porquería de las alcantarillas. Tal vez nuestras posibilidades solo nos permita pasar una realidad más desahogada a la siguiente generación, aunque nosotros no lleguemos a saborear los frutos. Tal vez se nos pase la vida intentando alcanzar lo imposible y la vejez nos agarre cansados de tanto luchar. Y me tiro yo solo la soga al cuello: tal vez nunca me convierta en un escritor consumado, tal vez nunca sea todo eso que desde niño quise ser. Tal vez un día la muerte me agarre desprevenido. Pero quiero que me agarre con las manos en el teclado. Quiero que me agarre de pie. Quiero intentarlo hasta el final, como el baterista al que le sangran las manos, como el músico de jazz que renuncia la felicidad inmediata, aunque desconoce lo que vendrá.
Y no quiero dar la idea equivocada del clásico mensaje motivacional. Sé que hay que pagar el precio. Sé que hay variables en el camino. Pero hablo por mí y espero que usted se dé la oportunidad de extraer una conclusión personal para su propia realidad: si esto es lo que quiero, y amo escribir, y no puedo dejar de hacerlo, ¿por qué no darme la oportunidad de luchar hasta el final?
Aunque el resultado final fuera agridulce, lo vale. Es solo una vida. Es el yo. Es mi vida.
1 Se considera un efecto secundario provocado por el uso continuo del internet, pero se ha detectado también como una actitud malsana que es sobre todo producto del mejoramiento de nuestra interacción social y el acceso al flujo infinito de información.
2 Si desea ampliar en el tema, le recomiendo el ensayo Superficiales. ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes?, de Nicholas George Carr.
3 A manera de resumen, pero con un punto de vista bastante pedagógico, trata el tema Yuval Noah Harari en su ensayo Homo Deus. Breve historia del mañana. Si desea ampliar en el tema, al menos es un buen comienzo. El mismo Yuval en su ensayo lo redirigirá a bibliografía mucho más amplia.
4 Como usted ya sabrá, las otras que ostentan el récord de 14 nominaciones a la estatuilla son All About Eve (1950) y Titanic (1997).
5 Si físicamente se corresponde o no con la realidad es otro rollo. El director nos quiere transmitir algo con eso y es lo importante. La historia mantiene verosimilitud en su mecanismo interno. La ficción no está obligada a cumplir todas las leyes de la Física.
VoxBox.-