Pero como hay que ponerle buena cara al lunes, vamos a revisar por qué eres más rico de lo crees y sí vives mejor que otros.
Detalles.- Si te sientes pobre o miserable, a pesar de tener un empleo estable y que no pone en riesgo tu salud, un hogar con todos los servicios, un medio de transporte adicional a tus dos piernas, comida tres veces al día, y acceso a servicios de salud y educación…
Vamos, que tampoco nos vamos a poner cursis. No todo en la vida es una bendición. Y a veces, aun teniendo todos esos beneficios, vivimos vidas bien jodidas.
Pero como hay que ponerle buena cara al lunes, vamos a revisar por qué sí vives mejor que otros:
Por ejemplo, vives mejor que un rey medieval
Supongamos que la reencarnación existe, y que durante la Edad Media tú eras un rey (o reina) de Europa, con gran poder y riquezas.
¿Cómo imaginas que habría sido tu vida? De seguro te imaginas presidiendo una fiesta con música, vino y comida en abundancia.
¡Suena bien! Sin embargo, la realidad habría sido otra.
Durante la Edad Media, mi alma reencarnada se bañaba y cambiaba la vestimenta con poca frecuencia, en lugar de jabón para ropa se usaba ceniza y orina, debía hacer mis necesidades en letrinas junto a las paredes de mi castillo, tenía liendres y piojos (a menos que me rapara y usara las pelucas de moda), y varios dientes podridos que debían sacarme sin la ayuda de anestesia.
Tu cerebro no está entrenado para ver lo bueno
Para descubrirlo, viajemos a un paraje africano, donde dos de nuestros primeros antepasados, después de saciar su hambre con una jirafa y una cebra respectivamente, se sientan a descansar cada uno a la entrada de su cueva, cuando llega la tarde.
Llamaremos a uno de ellos Pablo y al otro Pedro. Pablo es rubio, chaparrito y más bien bohemio, libre de preocupaciones. Le gusta disfrutar cada día como si fuera el último y siempre está de buen humor.
Pedro es corpulento y castaño. Aunque acaba de comer, ya está preocupándose por lo que comerá mañana. ¿Dónde sería mejor cazar para evitar una estampida de hipopótamos? ¿Cómo puede afilar más la punta de su flecha? ¿Qué es ese ruido al fondo de la cueva? ¿Cómo va a conquistar a la hija del vecino?
Pablo es mucho más feliz que Pedro, pero ¿cuál de los dos cavernícolas tiene más probabilidades de sobrevivir y reproducirse con éxito?
Pablo murió joven y sin hijos bajo las patas de un hipopótamo, y Pedro sobrevivió gracias a su obsesión con ver problemas en todas partes.
Siempre nos concentramos en lo que anda mal, porque esto ayudó a nuestro abuelo Pedro a sobrevivir.
El problema es que a nosotros no nos sirve tanta obsesión con lo negativo: estamos protegidos de los elementos y de los animales salvajes, y podríamos relajarnos un poco y disfrutar las cosas buenas de la vida moderna, en lugar de dar rienda suelta a un cerebro especializado en adivinar lo negativo y lo riesgoso donde no existe.
Tu verdadero problema es la abundancia
Una definición de lo que trata la economía es: “Analizar la conducta del hombre y de la sociedad frente al problema de satisfacer sus necesidades ilimitadas con recursos limitados”.
Es una afirmación ridícula: los deseos del hombre pueden llegar a ser ilimitados, pero no sus necesidades.
Y cuando las necesidades básicas han sido cubiertas, ¿qué se hace con el resto?
Georges Bataille, en su libro La parte maldita, argumenta que el verdadero problema en la historia de la humanidad ha sido siempre qué hacer con la abundancia.
Los pacíficos tibetanos eligieron construir templos y mantener sacerdotes en lugar de ejércitos. Los aztecas iniciaron guerras floridas con el único propósito de obtener esclavos para ser sacrificados, y organizaron fiestas con regalos ostentosos.
La parte maldita es nuestro impulso hacia el exceso, el despilfarro y la destrucción. El ejemplo más notable es la guerra.
En lugar de sentirte un pobre diablo con muchas carencias, puedes analizar si tus necesidades básicas están cubiertas, y notar qué haces con los recursos que sobran después de haberlas cubierto. ¿Los gastas, destruyes o desperdicias? ¿Dejas que la parte maldita se apodere de ti?
Felicidad de acuerdo con el rango
Volvamos a la Edad Media. Tú eres un monarca apestoso y sin algunos dientes, pero tus vasallos están peor.
Si tú te bañas una vez al mes, ellos lo hacen una vez al año. Quizás tus ropas hieden, pero son las más lujosas. Y aunque tienes que defecar junto al castillo, la plebe tiene que hacerlo en una cubeta, y luego lanzar sus contenidos a la calle donde viven.
Eres el rey, vives mejor que los demás, y por eso te sientes satisfecho como Rey Maloliente, e insatisfecho con una vida cómoda del siglo XXI.
En su libro Frustraciones de la riqueza, el autor Tibor Scitovsky indica que la sensación de riqueza no depende del ingreso, sino de la riqueza de quienes te rodean.
El autor llama a este fenómeno “rank happiness”, es decir, “felicidad de acuerdo con el rango”. Esto significa que es muy mala suerte tener familiares, amigos o colegas “de dinero”, como se dice en tono coloquial.
Adaptación, adaptación, adaptación
¿Ha fallecido algún ser querido? ¿Te dejó el amor de tu vida llevándose a los niños? ¿Perdiste tu casa, un brazo, la vista?
Quienes hemos sufrido una pérdida o tragedia descubrimos que somos más fuertes de lo que creíamos. Podemos vivir con el dolor hasta que poco a poco nos adaptamos a la nueva situación.
Por desgracia, lo mismo sucede (pero más rápido) cuando algo fantástico te sucede. Un ascenso, un auto nuevo, una casa más grande, el premio mayor de la lotería… todo va perdiendo efecto de forma gradual, y por lo general te sentirás igual que antes en un plazo no mayor a seis meses.
Nos acostumbramos a lo bueno, y nuevos y mayores deseos vienen a ocupar el lugar de los anteriores, dejándonos perpetuamente insatisfechos.
¿La solución? Ser conscientes de nuestra adaptación y programar ejercicios de visualización negativa, que puedes consultar en artículos relacionados con el tema.
Nota sobre la pobreza
Unas 1.3 mil millones de personas viven en la pobreza extrema, y la mitad de los pobladores del mundo vive con menos de US$2.50 diarios.
VoxBox.-