Detalles.- Todos los Viernes Negro son días sumamente especiales para todos los que vivimos cotidianamente anulando nuestra identidad propia en pro de un trabajo decente y de un estilo de vida que sea lo menos patético posible.
Los mexicanos los conocen como el «Buen Fin«, una celebración sumamente especial que se originó —cómo no— en los Estados Unidos de Norteamérica como una treta más de los diabólicos supermercados para vender más productos reduciendo los precios hasta niveles francamente ridículos, o eso nos quieren decir los antisistémicos usuarios de las redes sociales.
El Viernes Negro tiene lugar —por si has vivido los últimos años debajo de una piedra y no lo sabías— un día después del día de «Acción de gracias», que se celebra el cuarto jueves del mes de noviembre.
Aclaremos algo: el consumismo exagerado es un problema muy serio, pero comprar cosas que de verdad se necesitan a un precio más barato no tiene por qué ser sinónimo de maldad o de estupidez.
Se han visto, por ejemplo, verdaderas ofertas para estas fechas. Se han conocido personas que han aprovechado para comprar artículos de trabajo —o de ocio— a 50 veces menos el valor real.
Todos lo hemos visto más de una vez: probablemente en muchos casos el Viernes Negro no sea más que estafas disfrazadas, pero hay otros casos en los que sí se le puede sacar provecho.
¿Entonces por qué joder tanto con el Viernes Negro?
Tiendas de la talla de Amazon o Apple aprovechan para hacer descuentos reales sobre sus productos. Descuentos que se pueden constatar perfectamente en sus mismas páginas.
Ahora mismo, por ejemplo, los famosos Kindle de Amazon están casi a mitad de precio: si te gusta leer mucho y tienes la capacidad económica para comprarlo, te recomiendo que vayas y lo pidas ahorita.
Claro que las tiendas y los supermercados quieren vender. Muchas veces recurren a trucos publicitarios que juegan con nuestra mente y nos terminan vendiendo como una súperoferta productos que a la larga terminan siendo más caros.
Por eso hay que usar un poquito el criterio y detenernos a pensar en qué nos están ofreciendo y si de verdad lo necesitamos: no es cuestión de suerte, es cuestión de sentido común.
Y dejen de joder tanto.