Detalles.- A raíz del colapso económico, en Venezuela apenas queda comida en los supermercados, casi no hay medicamentos en los hospitales y psiquiátricos, y la seguridad prácticamente ha desaparecido de sus calles.
De acuerdo con un informe publicado por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), los asesinatos han aumentado a 28,479 en 2016. La cifra más alta registrada en el país hasta la fecha. Algo que, en parte, es responsabilidad de los propios militares.
Estas cifras significan que Venezuela tiene una tasa de 91.8 muertes violentas por cada 100,000 habitantes, lo cual la convierte en el segundo país en el mundo con mayor violencia mortal.
Por el momento, el número de fallecidos se divide en 18,230 homicidios, 5,281 muertes por resistencia a la autoridad y otras 4,968 que aún se están investigando porque todavía se desconoce la intencionalidad.
Por una parte, los responsables de estas atrocidades son los grupos armados que controlan los barrios en los que muchos civiles se ven obligados a delinquir para sobrevivir ante la inflación y la precariedad económica.
Después están los militares, que para restaurar el orden llevan a cabo detenciones arbitrarias, interrogatorios violentos e incluso asesinatos. “Se ha vuelto más militarista y represivo. Cualquiera puede ser capturado”, dijo la experta en Ciencias Políticas Margarita López Maya, a The New York Times.
Una de las víctimas de esta guerra, librada por las fuerzas del Estado en nombre de la “seguridad”, es Rafael González. Con solo 17 años ha sufrido la violencia del Estado, algo que también ha contado al mismo diario.
“Ellos me dijeron: ‘Vamos a jugar a un juego, Rafaelito. Se llama electrocución’. Me golpearon en el abdomen, en el cuello, en el pene, en el trasero, en la espalda y en las manos… en todas partes. Sentí que los tímpanos me iban a explotar”.
No volvió a ser libre hasta que pasó 5 días arrestado bajo interrogatorios y torturas. Sin embargo, después de unas semanas se dio cuenta de que, en realidad, había tenido suerte. Encontraron los cadáveres de otros 13 detenidos en incursiones similares a la que vivió él. Entonces vio que le había faltado muy poco para que su destino fuese el mismo.
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