Detalles.- Existen dos posturas bien marcadas —aunque en medio de estas dos hayan infinidad de matices: los ateos no creen que los humanos estemos en este mundo por una razón o fuerza mayor y los religiosos que sostienen que la fe en su religión les permite ver el mundo de otra manera, encontrando así un propósito mayor en esa creencia.
Los científicos evolutivos y de comportamiento han estudiado el impacto de la religión en las personas y en la sociedad en general.
Un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, liderado por el profesor en ciencia del comportamiento Nicholas Epley, de la Universidad de Chicago, sostiene que las personas religiosas tienden a usar sus propias creencias como guía para pensar en “lo que Dios cree”, pero son menos limitadas cuando razonan sobre las creencias de otras personas.
Por medio de una serie de pruebas y de una resonancia magnética funcional, se midió la actividad neuronal de los participantes mientras razonaban sobre sus propias creencias, las creencias de Dios y las de otra persona. La información recabada demostró que razonar sobre las creencias de Dios activaba las mismas regiones del cerebro que se activaban cuando las personas razonaban sobre sus propias creencias.
Los investigadores observaron que la gente a menudo establece su brújula moral de acuerdo a lo que ellos creen que son los estándares de Dios. Pero los investigadores sostienen que la característica central de una brújula es que apunta hacia el norte no importa en qué dirección se enfrenta una persona.
La investigación sugiere que, a diferencia de una brújula real, las inferencias sobre las creencias de Dios pueden en cambio apuntar la gente más hacia cualquier otra dirección.
El científico Richard Dawkins, respaldado por una serie de estudios, sostiene que cuando los humanos nos enfrentamos a dilemas morales, tanto ateos como religiosos respondemos de la misma manera.
Pero para Robert Wright, cada organismo cree que es especial y su supervivencia depende de esa creencia. El autor sostiene que los humanos pueden ser los únicos animales capaces de soñar, escribir y decretar una ética elaborada basada en la imaginación moral. Y sin embargo, la biología triunfa y en tiempos de peligro nuestros mecanismos de supervivencia entran en juego.
Para el autor esto sucede en el pensamiento con la misma rapidez que la acción, creemos que somos la especie elegida, la raza elegida, la religión elegida, el individuo elegido.
En este método de autorrecompensa y autofelicitación es que se da, según Wright, el profundamente egoísta fenómeno de la religión. Y Christopher Hitchens, autor de God is Not Great, lo avala diciendo que la religión enseña a las personas a ser extremadamente egocéntricas y presuntuosas.
La religión les asegura que Dios se preocupa por ellos individualmente y afirma que el cosmos fue creado con ellos específicamente en mente.
Para los científicos, esa noción es una verdadera tragedia, dado que los problemas sociales que hoy enfrentamos, como el cambio climático y la pobreza, son más importantes que la aptitud individual.
Hasta ahora la biología dice que la religión no puede ser inclusiva. En algunos aspectos, la capacidad de conformar la realidad imaginando intenciones futuras es un poderoso quiebre evolutivo. Y ha permitido construir ciudades, naciones y maquinaria más allá de los límites de nuestro planeta.
Para la ciencia, el egoísmo nos divide, pero también nos restringe. Muchos grandes logros como vacunas, refugios o sistemas complejos de alimentos implicaron pensar más allá de nuestro entorno y es importante tenerlo en cuenta y salir de uno mismo para alcanzar más de esos grandes logros.
VoxBox.-