La próxima vez que vayas con tus amigos con un par de cervezas, recuerda brindar a la memoria de San Arnulfo y quizás y les hace también el milagro de la multiplicación.
Detalles.- La religión y las cervezas, dos polos que siempre nos han parecido totalmente opuestos y excluyentes entre sí, tuvieron hace muchos años un punto en común: San Arnulfo de Metz, el Santo Patrón de los Cerveceros.
Nació en Austria en el año 580 en tiempos en el que este país era muy famoso por elaborar cerveza de excelente calidad. Desde pequeño se sintió llamado a servir a Dios, es por eso que entró a un monasterio benedictino siendo muy joven. Posteriormente fue nombrado Abad y finalmente obispo de Metz en Francia a los 32 años.
Siendo obispo de Metz, llegó a dicha región una peste terrible que contaminó el agua y mucha gente enfermaba y moría por consumirla. Por esta razón San Arnulfo animaba a sus fieles a dejar de consumir esa agua contaminada y en su lugar bebieran cerveza. En aquel momento no existían tantas explicaciones, pero ahora sabemos que el proceso de la elaboración de la cerveza era lo que permitía que el agua se liberara de las bacterias que provocan aquella peste.
El milagro de la multiplicación
En el año 627, San Arnulfo se retiró a un monasterio cerca de Remiremont, Francia, donde murió y fue enterrado en 640. Al año siguiente, los ciudadanos de Metz pidieron que su cuerpo fuera exhumado y llevado a la ciudad de Metz para enterrarlo en su Iglesia local. Mientras llevaban el cuerpo de San Arnulfo de regreso a Metz, varios fieles se sintieron agotados y pararon en una taberna para comprar cerveza. Al entrar, descubrieron con tristeza que sólo quedaba un tarro así que tuvieron que compartirlo. Sorprendentemente el tarro nunca se terminó y toda la gente pudo beber cerveza hasta satisfacer su sed. El milagro fue atribuido a San Arnulfo y es la razón por la que la Iglesia lo considera el Santo Patrono de los Cerveceros.
La próxima vez que vayas con tus amigos con un par de cervezas, recuerda brindar a la memoria de San Arnulfo y, quién sabe, quizás y les hace también el milagro de la multiplicación.