Hay muchas discusiones sobre si los hombres pueden o no ser feministas. Algunas son teóricas, algunas son críticas a la manera en que algunos hombres cooptan el feminismo. Sin embargo, también hay muchos hombres que creen en la igualdad de género y tienen la mejor intención, y de verdad quieren ayudar.
Detalles.- Hay muchas discusiones sobre si los hombres pueden o no ser feministas. Algunas son teóricas, algunas son críticas a la manera en que algunos hombres cooptan el feminismo. Sin embargo, también hay muchos hombres que creen en la igualdad de género y tienen la mejor intención, y de verdad quieren ayudar.
A continuación te presentamos algunas cosas que pueden hacer los hombres por la igualdad de género. Hay que aclarar que no son las únicas:
Reconocer su privilegio
No, que dejen entrar gratis a las mujeres a un bar no es un privilegio. No existe tal cosa como el privilegio de ser mujer, ser mujer es nacer con muchas desventajas que quizás los hombres no pueden entender porque para sus vidas privilegiadas son inimaginables. Los hombres no tienen que pensar en qué ponerse antes de salir de la casa para estar seguros, seguramente van a ganar más por hacer el mismo trabajo que una mujer y toda la vida la sociedad lleva aplaudiéndoles que sean líderes y escuchan sus ideas. Tampoco hay leyes que les prohiban una intervención médica que pueda ser necesaria para salvar sus vidas, como la interrupción del embarazo.
Callarse y escuchar
El discurso de las mujeres, desde los tiempos de Eva se recibe con sospecha y hasta con odio. Si corren a su biblioteca se darán cuenta de que casi todos los libros que tienen están escritos por hombres, que casi todos su profesores fueron hombres y que todo lo que saben lo saben porque se los han dicho otros hombres.
Habitar de una manera diferente el espacio público
Hombres y mujeres habitamos el espacio de manera diferente. A las mujeres, desde que desde niñas se les dice que el espacio público es peligroso, que no hablemos con extraños que evitemos a los hombres que vemos en nuestro camino. Y con razón, porque basta ver las estadísticas para ver que los hombres sí agreden con frecuencia a las mujeres. No todos, dirán. Algunos tienen buenas intenciones. Claro, pero si son tan buenos tipos en vez de perseguir a las mujeres para demostrarlo podrían asumir una manera menos amenazante de habitar los espacios, esto es: respetando los espacios que son solo para las mujeres, alejarse cuando ven a una mujer caminando sola por la noche, cerrar las piernas en el transporte público pues no es la sala de su casa, no gritarle cosas a las mujeres que caminan por la calle.
Nunca, nunca decir “no todos los hombres”
Cada vez que dicen #NoTodosLosHombres están desviando una discusión sobre un problema estructural que vivimos las mujeres para volver los reflectores hacia ustedes y expiar sus culpas individuales. Se sabe que #NoTodosLosHombres violenta a las mujeres, o son machistas, o se quieren aprovechar, pero #SíTodosLosHombres se benefician de la desigualdad de poder que crea el sistema patriarcal. Muestra de eso es que los hombres pueden caminar por la noche con menos miedo que las mujeres. Quizás no han matado a una mujer, ni la han insultado ni le han pegado y quizás los crió su mamá y sienten gran respeto por eso, pero esto no quiere decir que nunca hayan ejercido algún tipo de violencia o sacado provecho inconscientemente.
Cuestionar públicamente el machismo de otros hombres
Cada vez que los hombres se quedan callados frente el machismo están apoyando activamente un sistema desigual que explota a las mujeres y a otros cuerpos. Ningún silencio es inocente. Además, ellos pueden usar su privilegio para que hombres que nunca nos escucharían a nosotras entiendan que lo que reclamamos es justo. Ahí sí es momento de hablar. La violencia de género no hace parte de la vida privada, es un problema público.
Usar un lenguaje incluyente y dejar de asociar lo femenino con lo indeseable
Lenguaje incluyente no es decir tortuga y tortugo. Ese es un argumento estúpido porque las tortugas no tienen género, como los tenemos las personas. El lenguaje se inventó para hablar del mundo, de todas las cosas que hay en mundo, y a medida que hemos ido creando o descubriendo cosas y conceptos hemos creado nuevas formas y palabras para hablar de estos. Cuando alguien dice “todos” la mayoría de nosotros se imagina un grupo de hombres, porque nos han enseñado que la persona genérica es un hombre. Cuando decimos todos y todas (y hasta todes) estamos haciendo énfasis en que en ese grupo del que estamos hablando hay mujeres, diversidad. Y entonces la gente se imagina un grupo con hombres y mujeres. El lenguaje está siendo incluyente. Además no es necesario redactar de manera fea para usar lenguaje incluyente, el español es una lengua plástica que se adapta hasta a un nuevo continente.
Cuidar el lenguaje también quiere decir dejar de emplear términos como “feminazi”, primero porque es una brutalidad, y segundo porque estigmatiza a las feministas. También es importantísimo respetar los pronombres y las identidades de la gente: si una persona les dice que es mujer, entonces es mujer. No hay necesidad de pedirle que se levante la falda.
Pedir consentimiento y respetar la autonomía de los cuerpos de las mujeres
Otra cosa que no les han enseñado a los hombres es a pedir consentimiento. A los hombres les suelen vender la idea (y esto se encuentra en casi todas las historias de amor y hasta en videojuegos) que tienen que insistir e insistir y si son buenos su premio será que una mujer les diga que sí. Pero así no funciona. Las mujeres no son trofeos, son personas y tienen derecho a elegir con quién quieren estar. No son tontas, y los hombres no saben qué es lo mejor para ellas.
Ser buenos polvos
Ser buen polvo no es hacer maromas copiadas del porno y contar orgasmos y tiempo para competir con sus amigos. La clave de ser buen polvo está en el consentimiento. Uno puede tener un buen polvo hasta sin venirse, pues el buen sexo es el que, de la manera que sea y con consentimiento, te produce placer y te hace sentir bien. Para que eso suceda uno tiene que estar atento a lo que quiere o le gusta a la otra persona o personas, y ser claro con lo que uno quiere y con lo que le gusta. A los hombres les enseñan que el sexo es “macho-orgasmo-centríco” y es que comienza y termina con la penetración y por eso se echan a dormir una vez se vienen. No. Eso es hasta grosero, las personas no son masturbadores, son personas. Y también hay muchas formas de tener sexo que no incluyen la penetración. Es más, el pene no es la única zona erógena.
Ser buenos polvos también es tomar responsabilidad de sus vidas reproductivas. Cargar un maldito condón. No decir “ella se embarazó” porque nadie es la Virgen María y las mujeres no se embarazan0 solas.
Creerle a las víctimas
Siempre que nos enteramos de que hay una víctima de violación alguien sale a decir que qué tal que fuese una “denuncia falsa”. Estos hombres suelen decirte que son “el abogado del diablo” pero miren que esto es algo que sucede particularmente con las denuncias de violación, acoso, o violencia sexual. Nadie va por ahí diciéndole al señor que denuncia que le robaron su carro, ¿será que el señor miente para darse importancia y popularidad? No. ¿Y saben qué es lo peor? Que para las mujeres es costosísimo denunciar cualquier tipo de agresión sexual, por un lado, el sistema penal está en su contra y la mayorías de las veces estás cosas quedan impunes o al ratito queda libre el agresor; por el otro, a las mujeres no les creen cuando denuncian.
Cuando una mujer denuncia una agresión sexual sabe que la sociedad va a acabar con su reputación. Denunciar sabiendo eso implica una gran valentía. Las mujeres no ganan absolutamente nada con hacer estas denuncias, de hecho muchas se convierten en una vergüenza para su familia y amigos y se exponen al ostracismo y la soledad. Y si quieren números, solo el 2.5% de denuncias por violación son falsas. Pero esto no se trata de números, durante años violar no era ni siquiera algo malo (era legal dentro del matrimonio) se trata de entender que tenemos una deuda con las mujeres, una deuda de respeto, dignidad y credibilidad.
Cuestionar la idea de masculinidad
La masculinidad como la entendemos hoy en día es un invento de un sistema patriarcal que privilegia a los hombres y que basa su poder en la fuerza, el control, la discriminación. Piensen en qué es realmente ser hombre. ¿Tener pene? Pero si hay mujeres que tienen pene. ¿Ser fuertes? hay muchas mujeres fuertes. ¿Tener el pelo corto y usar camisas de cuadros y pantalones en alguna gama de color pantano? ¿Tomar cerveza frente al televisor? ¿Hacerse la paja con fotos de chicas en bikini posando en situaciones absurdas? Lo peor es que esa masculinidad que se acaba con la reducción al absurdo es el origen de mucha violencia. De hecho, hay estudios que muestran que cuando los hombres sienten su “masculinidad amenazada” (y la amenaza puede consistir en algo tan banal como el color rosa) reaccionan de manera violenta.
Los hombres (como categoría) no son necesarios para dar hijos (hay bancos de esperma), ni para dar ciudadanía (las mujeres ya votan), ni para dar acceso a propiedades o dinero. Los hombres son necesarios en tanto personas, pero no en tanto hombres. La masculinidad, esa que está basada en tener el poder y la fuerza, en no mostrar las emociones y lograrlo todo solitos como el Llanero Solitario, está mandada a recoger, es violenta, tóxica y muchas veces pendeja. Toca reinventársela. Para eso pueden mirar a todo el movimiento Queer que ha reflexionado mucho al respecto, al feminismo, a sus propias historias y preguntarse qué no les gustaba de los modelos de masculinidad que tuvieron. Ya sé que es más rápido seguir la fórmula prefabricada pero esa fórmula es violenta y gastada, y se quedó atrás. Pero esto no es el fin, todo lo contrario, quiere decir que ser hombre hoy es una categoría por inventarse, están llenos de posibilidades.
(Fuente: catalinapordios.com)
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