Cultura.- “Amo el náhuat. Por poco más de 15 años he visitado distintos cantones y pueblos náhuahablantes”. Así arranca el prólogo de Nawat Mujmusta, un manual del idioma náhuat que cuenta con apuntes gramaticales y un vocabulario náhuat-castellano, castellano-náhuat que está pensado para tener una utilidad práctica, más que teórica.
El autor de este manual es Werner Hernández, médico y psiquiatra que ha dedicado una buena parte de su vida a la defensa del náhuat en El Salvador.
El interés de Hernández por el idioma se fue forjando con los años. Su primer acercamiento, recuerda, fue con un libro de sociales de su educación básica. Pero luego, por una serie de eventos que no están del todo claros, en su casa hubo libros sueltos sobre el náhuat, una gramática, un vocabulario, etc. Esto le permitió sensibilizarse con el tema.
A pesar del aparente divorcio entre su profesión de psiquiatra y su vocación por el rescate del náhuat, Hernández considera que están íntimamente vinculados. “La lengua transita por todos los quehaceres en los que nos desenvolvemos”, nos explica. “La psiquiatría estudia la mente y la lengua es el reflejo de la mente”, añade.
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Tuvimos que arrancar nuestra entrevista con la pregunta de rigor, que aunque parezca obvia para algunos, todavía no lo es para las grandes mayorías: ¿Por qué es importante para nosotros rescatar el náhuat?
Werner Hernández: Desde el punto de vista de la identidad lo puedo comparar a dos cosas: si alguien nos ofreciera tirarnos ácidos a nuestra cara, todos nos negaríamos, seamos bonitos o feos. En El Salvador tuvimos un atentado a nuestra identidad, que fue que se quiso borrar nuestra lengua. Era como que nos cayera ácido a todos. Obviamente algunos reaccionamos y no deseamos que eso llegara a ocurrir, porque nos vamos a convertir en el primer país monolingüe de Centroamérica. Es una fea etiqueta. Decir que fuimos los primeros a los que les importó poco el tema de la lengua. Por ese lado creo que tiene suficiente importancia.
Yo no sé si han visto esta serie de videos y memes que han salido, de esta señora que metió un pedazo de queso duro…
VoxBox: Olga Miranda.
WH: Sí. Todos dicen “qué barbaridad, eso es un atentado a la identidad salvadoreña”. El mismo sentimiento debería de ocurrirnos con el tema de la lengua. Lo que pasa es que todavía hay algunos que no han entendido que debe ser apropiado.
Para 1992 se hizo un censo que arrojó que había 90 hablantes todavía…
VB: Yo encontré una nota que decía que en el 2017 había 200 hablantes en Santo Domingo de Guzmán…
WH: Y algunas cuentas ahora llegan a 350. Lo cierto es que el número va siendo, poco a poco, mayor. Hay varios detalles que pueden explicar eso. Una lengua minoritaria no es necesariamente una lengua que está muriendo, también puede ser una lengua que puede estar creciendo. Y creo que eso le está comenzando a suceder al náhuat. Había un grupo de personas que se identificaban como hablantes, y están empezando a entusiasmar a los demás.
VB: ¿Cómo es eso que ese número va creciendo?
WH: Hay fenómenos interesantes. Por ejemplo, yo trabajé mucho tiempo en un hospital público, y de repente me encontraba por ahí a una persona que llegaba a consulta. Al ver su apellido yo les decía “mire este apellido parece de tal pueblo de allá de Sonsonate”. Entonces me decían “sí, es que soy de ahí”. Yo les preguntaba si ahí quedaba gente que hablara náhuat, y a veces las respuestas eran “yo hablo náhuat, mi mamá también, pero vivimos ahora en Apopa. Por el trabajo nos tuvimos que mover y ya perdimos contacto con la comunidad…”. Es decir, ha habido la migración en la que varios adultos de nuestras edades se han llevado a nuestros padres fuera de los núcleos de los náhuahablantes.
VB: Pero entonces la idea de que después de 1932 se dejó de enseñar el náhuat de padres a hijos es una especie de mito…
WH: Siempre ocurrió la transmisión, pero a un nivel de menor escala. Actualmente estoy haciendo un estudio que tiene que ver con el 32 y con discriminación lingüística.
Al momento me parece que hay dos poblaciones: los que fueron atacados y los que se mantuvieron al margen. Del primer grupo podríamos decir que el ataque fue “exitoso”, al menos desde el punto del Estado, ya que los eliminaron a todos. En cuanto a los del segundo grupo, los que se mantuvieron suficientemente al margen, en comunidades más aisladas, lo siguieron enseñando (el náhuat) pero con mucho menos entusiasmo. Más que todo para no ser identificado como un grupo que puede ser despreciado a nivel social…
VB: ¿Exterminados?
WH: Es lo que me sorprende a mí, ellos no se consideran parte de la comunidad que fue exterminada. Para ellos hay dos grupos, ellos (los exterminados) eran los comunistas mientras que estos otros se consideran como “los tranquilos”. Como son gente tranquila, no se identifican con el grupo comunista, aunque compartían la misma lengua. Todavía no hay un sentido de unión o pertenencia entre ambos grupos. El grupo de “los comunistas” terminó siendo considerado como un subgrupo de los hablantes.
VB: ¿Qué piensa entonces este otro grupo sobre el genocidio del 32?
WH: Ellos no se identifican con lo que sucedió. Ahora que lo comentan, habría que hacerles ver que hubo no solo un genocidio sino un lingüicidio y un epistemicidio, y que una parte del tema cultural se fue en ese capítulo… Pero también me parece que ellos no se identifican con las circunstancias (del 32) por tanto no hacen una valoración particular.
Sí hay algo que sucedió en los ochenta, que también hubo una invasión militar a los pueblos, y también hubo exterminios, de eso hablan más ellos. Pero lamentablemente hay un tipo de desesperanza aprendida que manejan, en donde entienden que son el fondo de la sociedad, como un egocentrismo invertido, donde se miran que ellos son el fondo del fondo… Y pues, ¿qué toca? La resignación.
VB: ¿Cuántas comunidades de náhuahablantes existen en El Salvador? En el libro usted toca cuatro…
WH: De hecho son más. Quizás son 5 municipios los que podrían ser más representativos, y aparte de eso los hablantes aislados: Tacuba, Ahuachapán. En Sonsonate estarían Santo Domingo de Guzmán, que en náhuat llamamos Huitzapan, Cuisnahuat y Nahuizalco. Y también diría que los hablantes náhuat de San Salvador…
VB: Si alguien tiene interés en aprender náhuat, ¿a dónde podría ir?
WH: El mejor sitio para informarse es Tushik. Cualquier persona que es seria en el estudio del náhuat va a Tushik. Hay diferentes formas de aprenderlo. Si fuera de forma autodidacta, hay un método que se llama Timumachtikan nawat, de Alan King, que es un método que está hecho para adultos autodidactas.
Si quiere estudiar desde Youtube puede buscar el canal Náhuat El Salvador, que lo ha hecho un compañero que se llama Alejandro López, inimaginablemente, sin tener que ver con el tema, enfermero.
También se puede estudiar de manera presencial. En este momento lo enseñamos en la UCA. Hay otras iniciativas. En la que yo trabajo nos preocupamos bastante con el tema de dar educación de calidad. Los que estamos ahí hemos estudiado lingüística, entonces tenemos una percepción muy aterrizada de las lenguas.
VB: Hace poco el ministerio de educación subió a su página web un módulo para aprenderlo…
WH: Sí, ese va dirigido a niños…
VB: Y también sacó una promoción de profesores…
WH: De hecho, el libro 13 es mío. Yo fui profesor de los profesores.
VB: Lo pregunto porque entonces, ¿qué estamos haciendo como ciudadanía o qué está haciendo el gobierno para que el náhuat no se extinga?
WH: Desde el 2013 podemos decir que hubo un cambio bastante interesante: la Asamblea Legislativa ese año comenzó a destinar un bono, que solo se dio en esa ocasión, de mil quince dólares a cada uno de los hablantes, en concepto de ser un guardián del náhuatl. Eso fue positivo, porque no solamente fue una cantidad de dinero agradable que llegó a las manos de los hablantes, que nunca habían tenido esa cantidad de dinero, sino que hablaba bien de la voluntad política.
Después de eso está también el compromiso que asume la presidencia en estos momentos salientes sobre hacer políticas destinadas a los pueblos indígenas, y en su capítulo de lengua, destina al ministerio de educación, para que se haga cargo de la enseñanza del náhuat en un gran capítulo pendiente, que es el relevo generacional. Para poder hacer un esfuerzo mejor, el MINED empieza este plan para diseñar libros de texto y diseñar formas de enseñanza con el idioma. Y al momento está este plan contemplado. Ciertos municipios, básicamente concentrados en Ahuachapán, Sonsonate, San Salvador y La Paz, se enseña el idioma, en diferentes centros escolares, no en todos, de primero a tercer grado. Se espera que este 2019 el proyecto comienza a marchar bien, y vamos viendo qué va saliendo en el camino y cómo hacemos mejoras. Hasta el momento se han graduado 70 profesores, pero ahora se están preparando todavía un curso en que habrá una nueva promoción de profesores. El curso inició este año.
VB: Eso solamente es para profesores de escuelas públicas…
WH: Pues fíjese que aunque se lanzó solo para profesores de escuelas públicas, tuvimos el gusto de tener dos profesores del sistema privado, que se dieron cuenta y se integraron. Eso demuestra que cualquier persona que esté interesada en el proyecto, puede acercarse.
VB: ¿Cuál es el futuro que le ve al náhuat?
WH: Fíjese que yo creo que tenemos todos los elementos para triunfar y salir adelante. No todos los países cuentan una historia como la que estamos contando. Una lengua se pierde en el planeta cada dos semanas. Se supone que al final de cada año, el planeta ha perdido más o menos 50 idiomas. Y con cada idioma una forma de ver el mundo. Esa tragedia la vamos librando nosotros cada quince. El náhuat no es la lengua siguiente, y tenemos ahorita suficiente material documental, audio, escrito, en video, que nos puede ayudar a echar mano en un exitoso proceso de recuperación. Creo que el futuro del náhuat es volvernos la mejor experiencia de recuperación lingüística de toda Centroamérica. Podemos hacer algo de verdad grande, que suene incluso en diferentes lados. Porque hay dos cartas fuertes que tiene la recuperación del náhuat.
Algunas de las comunidades de recuperación lingüística que hay afuera del país nos miran a nosotros como una experiencia que está llena de aptitud, y que está apoyada por gente que no es de la comunidad. Esto no se lo explican en otros lados. Se preguntan por qué un medio, un periodista, se interesa en el tema, o por qué nuestros teatreros sí se interesan en el tema, y por qué todos se están interesando, y no es la comunidad sino los de afuera que están apoyando. Esa solidaridad es algo que estamos desarrollando y que camina a ser una experiencia bien chula.