Detalles.- Nunca ningún ser viviente conocido había llegado más allá de las fronteras de la atmósfera: no se conocían los efectos del despegue, ni del viaje, ni la reacción ante las condiciones fuera de la Tierra, hasta que llegó Laika.
Por comodidad (y porque los humanos vamos por ahí creyéndonos dueños de todas las formas de vida), los soviéticos decidieron mandar primero a un animal antes de enviar a un ser humano. Era lo más lógico. Mejor que muera un inocente perro que un hombre. Pero en fin.
Antes de Laika, doce perros más habían sido lanzados a espacio suborbital dentro de misiles balísticos.
Los rusos y los viajes
El entonces líder de la URSS Nikita Jrushchov había ordenado que, para el 7 de noviembre de 1957, fecha especial que conmemoraba la Revolución Bolchevique.
Entonces el 12 de octubre se aprobó el lanzamiento del Sputnik 2, en el que viajaría Laika. Dos semanas más o menos para construir, básicamente desde bocetos, la nave que llevaría el primer ser vivo al espacio.
Se cree que un perro callejero podría soportar condiciones más duras que un animal doméstico. Y por eso eligieron a Laika: estaba capacitada, por vivir en las duras calles de Moscú, para soportar el hambre y el frío.
Además, su raza mestiza también la dotaba de las condiciones y el carácter necesarios para la misión.
Como a cualquier astronauta, Laika, junto con otros dos perros, se sometió a un exhaustivo entrenamiento. Por periodos muy largos, de hasta 20 días, los animales fueron puestos en espacios muy pequeños para simular la cabina del Sputnik.
Eso le produjo inquietud y ansiedad, porque cambiaron sus hábitos sanitarios y no podían orinar ni defecar. También se les puso en centrifugadoras que simulaban las condiciones del despegue. En cuanto a la alimentación, se les preparó para comer un gel especial, que sería lo único que el elegido comería allá arriba.
Todas esas condiciones los sometieron a altísimas cantidades de estrés, que generalmente les alteraba la presión arterial y la frecuencia cardiaca. Una prueba muy dura para cualquier ser vivo.
Antes de la misión, uno de los científicos la llevó a su casa para que jugara con sus hijos. En el libro que narra la aventura, Vladimir Yazdovsky escribió. “Quería hacer algo bueno por ella: Le quedaba tan poco tiempo de vida”.
La misión de Laika
Unos días antes del despegue, Laika tuvo una cirugía para ponerle los aparatos que ayudaría a medir sus signos vitales. Después, por un par de días, estuvo dentro de la cabina de la nave para que se adaptara a las condiciones y se familiarizara con el dispensador del alimento. Antes de que partiera, se le limpió el pelaje y se le aplicó yodo en las partes de su cuerpo donde llevaba los sensores.
El Sputnik 2 despegó pasadas las 3 de la tarde del 3 de noviembre de 1957. Menos de cinco minutos después, el ritmo respiratorio y la frecuencia cardiaca de Laika aumentaron considerablemente. Desde la Tierra se monitoreaban todos sus signos vitales, lo que permitía deducir que estaba sometida a una altísima cantidad de ansiedad. Sin embargo, durante las primeras horas del vuelo pudo deducirse que, a pesar de todo, estaba bien porque comía.
Laika no iba a sobrevivir a la misión: eso se supo desde siempre. Al principio los científicos contemplaron que, pasados unos días, se le diera comida envenenada que consumiría a los 10 días en órbita. Sin embargo, las explicaciones sobre la muerte de la perra en el espacio son contradictorias. En algunas ocasiones se dice que falleció cuando se agotó el oxígeno. Otras dicen que murió por eutanasia.
No fue sino hasta 2002 cuando un científico que había participado en el proyecto confirmó que Laika murió apenas 7 horas después del despegue, a causa del estrés y el calentamiento de la cápsula. En algún momento la temperatura al interior del Sputnik llegó a superar los 40 °C. Era imposible, develó el hombre, que se pudiera llevar un control efectivo del sobrecalentamiento de la nave. Después estuvo orbitando alrededor de la Tierra por más de cien días, hasta que la cápsula cayó y se desintegró en la atfmósfera.
El tiempo permitió que se hablara de ello hasta el punto de que Oleg Gazenco, uno de los hombres que participó en el lanzamiento del Sputnik 2, dijo: “Cuanto más tiempo pasa, más lamento lo sucedido. No debimos haberlo hecho… ni siquiera aprendimos lo suficiente de esta misión como para justificar la pérdida del animal”.
En todo caso, Laika se convirtió en una especie de heroína, no por haber sido la primera en llegar al espacio, sino porque con su muerte se abrió un debate sobre el respeto a toda forma de vida.