Hugh Hefner nunca fue una única cosa, sino una amalgama de lo mejor y lo peor de unos tiempos que, indudablemente, serían muy diferentes sin su presencia.
Detalles.- Hugh Hefner ha muerto a los 91 años. Para muchos fue un héroe que contribuyó a la liberación sexual, para otros un villano que cimentó las bases del patriarcado.
Pero podemos hablar de dos cosas revolucionarias que objetivamente hizo en el primer número de la revista Playboy, publicado en diciembre de 1953.
Primero: aporreó puertas de fotógrafos de calendarios picantes hasta que encontró su santo grial, en forma de toma descartada (e inédita hasta el momento) de una sesión de desnudos protagonizada por una Marilyn Monroe pre-Hollywood.
Segundo: dedicó su editorial inaugural a Tommy y Jimmy Dorsey, dos gigantes de la era de las big bands, pasada de moda desde hacía más de dos décadas.
“Podría haber escrito sobre cualquier astro de los deportes, político o estrella de cine […] pero eligió escribir sobre los Dorsey Brothers”, cuenta Patty Farmer, autora de Playboy Swings.
Patty Farmer, autora de Playboy Swings: How Hugh Hefner and Playboy Changed the Face of Music, explica la decisión de un modo muy sencillo: quizá incluso antes que para el sexo, Hefner vivía para el jazz.
El soltero heterosexual definitivo de los nuevos tiempos (de aquellos tiempos) debía ser alguien empapado en los últimos avances sociales y culturales, entre los que incluía una interpretación personal de las teorías publicadas a finales de los años cuarenta por el sexólogo Alfred C. Kinsey.
Parece que el ideario de Playboy era una religión capaz de combinar liberación sexual y objetificación de la mujer, un paraíso falocéntrico y heternormativo de aquellos años: El hombre escuchando sus preciados discos de jazz mientras la mujer, botella de champán en mano, descansa a sus pies.
Playboy y el Penthouse
Hacia 1959, Playboy era lo suficientemente importante como para que la televisión pusiera sus ojos en ella.
Una cadena local de Los Ángeles llegó a la redacción de Playboy en Chicago, con una oferta que alguien como Hefner, por entonces aún casado con su novia de la universidad, no podía rechazar: un programa de variedades para rellenar su franja de madrugada.
Esa fue la chispa de la que surgió Playboy’s Penthouse, una primera y primitiva versión de lo que luego conoceríamos como La Mansión.
Aquella era la versión playboyana del paraíso: un lujoso ático en el centro de la ciudad, donde los hombres fuman en pipa, las mujeres atractivas van vestidas de conejitas y solo suena el mejor jazz conocido por la humanidad.
Cada emisión comenzaba con el propio Mr. Playboy dando la bienvenida a un espacio que hoy consideraríamos ridículo. Pero los temas a tratar no eran tan banales como uno podría imaginar: derechos humanos, derechos civiles, derechos de la comunidad homosexual y derechos de las mujeres.
Hugh Hefner progresista
Hugh Hefner consagraba cada número de su publicación a impulsar su agenda progresista, siempre con el nada modesto objetivo de cambiar la sociedad a través de sus artículos, de modo que la televisión se presentó ante él como un arma muy poderosa para poder seguir librando esa batalla.
Y en ese contexto, Hefner tuvo a los primeros invitados a su programa: Ella Fitzgerald y Nat King Cole: Dos monstruos del jazz, dos grandiosos músicos de la época (y de todas las épocas) que, además, eran negros.
Si tomamos en cuenta que el programa de Hefner era para entonces un programa de gente cool, ¿quién se atrevería a criticarlo por el color de piel de sus invitados?
Esa es la razón por la que Hefner es, a día de hoy, una figura tan problemática para los historiadores y campeones de los derechos civiles: el hombre que institucionalizó una serie de cánones e ideas retrógradas en las relaciones entre sexos fue, también, el hombre que consiguió que la xenofobia dejase de ser cool.
Quizá el mejor panegírico sobre una figura tan controvertida como Hefner lo ha hecho el crítico Matt Zoller Seitz, en su cuenta de Twitter: “Una figura de liberación y esclavitud, patrón de las artes y conversor del porno en mainstream. Problemático durante más de sesenta años. Robaba las Playboys de mi padre adoptivo por las fotos de desnudos y así conocí a Marlon Brando, Norman Mailer y Malcolm X. Qué publicación tan extraña”.
Y qué hombre tan extraño tenía detrás: HH nunca fue una única cosa, sino una amalgama de lo mejor y lo peor de unos tiempos que, indudablemente, serían muy diferentes sin su presencia.