En esta lista verás una serie de asesinatos sin resolver, ocurridos en la antigüedad y que todavía dan mucho de qué hablar en nuestros días. ¿Nos dejamos llevar por nuestro sentido conspiranoico?
Detalles.- En nuestro tiempo la mayoría de crímenes tienen solución, gracias a que la tecnología, el aprendizaje y la experiencia histórica permite contar con herramientas que antes eran sencillamente impensables. Es por eso que en la antigüedad tenemos abundancia de casos que no solo llegaron a nuestras manos con carencia de evidencias necesarias, llámese históricas o materiales, sino que no se documentaron apropiadamente (al menos como comprendemos la sistematización del proceso ahora), dejando el aura legendaria que los caracteriza como sucesos no resueltos.
El razonamiento básico en cualquier caso de asesinato, más allá de la acción de quien asesina, suele ser la motivación principal: ¿a quién le conviene? Es por eso que en las más de las veces se piensa en la posibilidad de una conspiración.
Hay casos que despiertan ese sexto sentido conspiranoico, dando pie a toda clase de truculencias.
En esta lista verás una serie de asesinatos sin resolver, ocurridos en la antigüedad y que todavía dan mucho de qué hablar.
Tutankamón
En la comunidad científica casi se ha logrado un consenso sobre la posible causa de muerte del joven gobernante. Sin embargo, ante la escasez de evidencia y de un veredicto más allá de toda duda razonable, la posibilidad de una conspiración para su asesinato siempre se tiene en cuenta, aunque como una posibilidad marginal.
Desde un coctel de enfermedades entre la malaria y otros malos congénitos, pasando por un posible asesinato con un objeto contundente, incluida la posibilidad de un “accidente” con un carruaje, es decir, haber sufrido un atropello. El faraón niño sigue despertando suspicacias entre los más enconados expertos e historiadores.
Filipo II de Macedonia
Cuando el guardaespaldas Pausanias tomó por sorpresa a Filipo II, hiriéndolo a un costado y provocando una muerte casi instantánea, no tuvo tiempo de escapar con sus secuaces, siendo herido de muerte a manos de los otros guardaespaldas de Filipo y dejando así demasiadas dudas para la historia.
Siguiendo el razonamiento básico, la gran pregunta es a quién le convenía su muerte. Y como la historia nos ha dejado un nudo de personajes que daría para una buena novela de intriga, las posibilidades son varias: el propio Alejandro, su hijo; Olimpia de Epiro, la esposa de la que se divorció; el rey de Persia; muchos nobles macedonios que tenía por enemigos; Demóstenes, su eterno rival, o cualquier persona con motivaciones más o menos desconocidas.
Se han barajado tesis de toda clase, con todo y truculencias, pero hasta el día de hoy sigue siendo un misterio sin resolver.
Atila
Después de forjarse una fama de saqueador, conquistador, gobernante de mano firme, y un ser humano bárbaro y cruel, para muchos de su época e interesados en el tema les parecía sospechoso el relato de Prisco sobre una muerte repentina luego de una hemorragia nasal.
Una de las hipótesis del posible asesinato del apodado Azote de Dios es la que nos plantea el cronista romano Conde Marcelino: “Atila, rey de los hunos y saqueador de las provincias de Europa, fue atravesado por la mano y la daga de su mujer”. Sin embargo, por las circunstancias culturales que analizan los historiadores, tienen que conformarse por el momento con el relato de Prisco, contemporáneo de Atila.
Eduardo II de Inglaterra
La leyenda popular refiere que el arma asesina fue una espada candente que le introdujeron por el ano a través de un tubo hueco. Aparte del obvio y brutal simbolismo de este método de asesinato (en vida tuvo que lidiar con rumores acerca de su posible homosexualidad), habría existido una razón práctica para matar a Eduardo de este modo: no quedaría ningún rastro exterior de violencia. Luego se anunció que el rey había fallecido por causas naturales. Eduardo II fue enterrado en la abadía de San Pedro, en Gloucester.
Seymour Phillips consideró que Eduardo II tuvo que morir asfixiado, mientras que otros prefieren la opción de una conspiración, en la que Mortimer, su cuñado, habría dado la orden, reforzando la idea (en este caso independientemente del asesino) de que fue una muerte “curiosamente oportuna”.
Geoffrey Chaucer
El autor de los Cuentos de Canterbury fue casi una celebridad en vida, además que logró codearse con las altas esferas, que posiblemente le atrajo amigos y enemigos en grandes cantidades. Pero al ser un protegido demasiado cercano de Ricardo II, naturalmente Enrique Bolingbroke (más tarde Enrique IV) debió tenerlo en la lista de eliminables, dejando abierta la posibilidad de un asesinato. No es necesario recalcar que el caso Chaucer sigue sin resolverse.
Después del derrocamiento de Ricardo II, se pierde en los anales de la historia casi todo registro relacionado con el célebre escritor. Se cree que podría haber muerto por causas desconocidas al presente el 25 de octubre de 1400, pero sin evidencias sólidas al respecto, ya que se trata de la fecha que aparece grabada en su tumba, levantada más de cien años después de su fallecimiento y estrenando lo que más tarde se conocería como el Rincón de los Poetas.
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