La maquinaria burocrática norteamericana pudo dar el visado a toda la familia de Ana Frank, la niña alemana judía del diario más renombrado, pero se le denegó.
Detalles.- La inmigración ha sido un tema recurrente en EE. UU. desde sus inicios. Está en sus raíces y en su Constitución. Como lo está casi diariamente en el debate social y político. Con la llegada del actual presidente, este tema ha vuelto a estar en agenda casi a diario. La negación del gran país del norte por abrir sus puertas a los refugiados viene de mucho tiempo antes de la llegada de Trump.
Por ejemplo, la maquinaria burocrática norteamericana pudo dar el visado a toda la familia de Ana Frank, la niña alemana judía del diario más renombrado, pero se le denegó.
Rechazaron a la familia de Ana Frank
La lentitud de los trámites, primero, y el temor a la infiltración de espías nazis, después, impidieron que los Frank se salvaran de la atrocidad de la Alemania de Hitler. En lugar de morir en un campo de concentración, Ana Frank “podría ser hoy una respetable escritora afincada en Boston”, afirma el historiador de la Universidad de América Richard Breitman. Felizmente, el legado de la niña precoz ha dejado una huella humana y literaria imborrable en Estados Unidos.
Entre 1939 y 1941, los tres primeros años de la II Guerra Mundial, aproximadamente la mitad de los inmigrantes que llegaron a Estados Unidos fueron judíos. Si la referencia de la Enciclopedia del Holocausto, del Museo norteamericano del mismo nombre, se amplía a los años entre 1933 y 1945, el país acogió a 200,000. Pero la crueldad de la contienda bélica también quiso que a mediados de 1941, precisamente cuando los nazis comenzaron las matanzas de judíos, se frenara el proceso de acogida.
Otto Frank, el padre de Ana, rellenó su primer formulario para trasladarse con toda la familia (su mujer, Edith, y su otra hija, Margot) a Estados Unidos en 1938, antes de la guerra. Según su propio testimonio, que recoge un informe elaborado para el Instituto de Investigación Judía YIVO, esas primeras gestiones topan con una larga lista de espera en Estados Unidos, que los historiadores han cifrado posteriormente en 300,000 demandantes.
El propio Frank, sintiéndose protegido en Ámsterdam por su boyante negocio de especias y hierbas para la producción de salchichas, no se preocupa demasiado durante un tiempo. Hasta que a mediados de 1940 se produce la invasión nazi, y la petición pasa a depender de la cuota alemana de inmigrantes a aquel país. Es en abril de 1941 cuando Otto Frank retoma su petición de visado para Estados Unidos.
Pero sus esfuerzos toparon con la creciente hostilidad entre Estados Unidos y Alemania, que culminó en junio con el cierre de los consulados germanos. El Gobierno norteamericano, temeroso de que se infiltre el espionaje alemán entre tanto inmigrante de aquel país, reduce al mínimo el cupo de acogida. Pero Frank no se paró. Intentó el traslado a España o Portugal, y desde allí, llegar primero a Cuba, antes de a Estados Unidos. Todos los esfuerzos no le valieron de nada.
De las 907 personas que no pudieron entrar en Cuba, 234 estaban muertas al terminar el Holocausto.
Sin posibilidad de refugiarse, a la familia Frank solo le quedó la opción de esconderse. En 1942, la familia se mudó a un anexo clandestino en donde vivió dos años, antes de acabar en el infierno de los campos de concentración nazis, a los que solo sobrevivió Otto Frank.
El gran error de Roosevelt
La historia sobre la búsqueda de asilo de los Frank en Estados Unidos se conoce desde 2007, cuando el YIVO Institute for Jewish Research desveló 80 documentos oficiales y cartas de Otto Frank que atestiguaban su lucha. El documental Sin asilo: El capítulo no contado de la historia de Anne Frank reconstruye los acontecimientos a través de entrevistas con los familiares y amigos supervivientes, centrándose en las consecuencias de la política restrictiva de inmigración por parte de EE. UU. y demás países aliados.
Para conmemorar el Día Internacional del Recuerdo del Holocausto, dos académicos judíos, Russel Neiss y Charlie Schartz, crearon la cuenta de Twitter Stl_Manifest. El mismo día que Trump firmó la orden ejecutiva.
Con el paso del tiempo, EE. UU. intentó enmendar el error de no acoger a los pasajeros del SS St. Louis, algo que le llevó a participar en la redacción de la Convención sobre Refugiados de 1951, que tenía como objetivo protegerles después de la Segunda Guerra Mundial. Después de aquello no se detuvo. Desde el 1975 hasta la actualidad, ha reubicado a tres millones de personas que podían ser perseguidas en sus países.
“Varios judíos del SS ST. Louis escribieron telegramas a Roosevelt, para que les dejaran entrar en el país. Roosevelt nunca contestó”, afirmó uno de los académicos.
Estas medidas son una prueba de que, con el paso de los años, EE. UU. se dio cuenta de que Roosevelt había tomado una decisión fatal, condenando a 234 personas. Sin embargo, ahora Trump vuelve a caer en un mismo error, que podría llevarse a otros cientos o miles de vidas por delante. Una realidad que también tendrán que enmendar las futuras generaciones.
VoxBox.-