Trending.- Kirk Douglas no podría cantar como Joaquín Sabina: si lo que quieres es vivir 100 años… Si quieres vivir 100 sí deberías pedirle un par de consejos a Douglas.
Dos rodillas nuevas, media fortuna donada a causas benéficas y un nieto en la cárcel después, Douglas ya no tiene nada que demostrar. Todo lo que representa ya no existe: ni esa América ingenua y llena de ilusión, ni ese Hollywood que él mismo dinamitó desde dentro. Pero él no va a dejar de pelear. Se abrió camino en Hollywood interpretando a un boxeador, utilizó su poder para luchar por los marginados y hoy cumple 100 años convertido en un campeón.
Dejó atrás una infancia dura, marcada por la pobreza y un padre ausente y bebedor. Aguantó lo suficiente gracias a su destreza para la lucha y su capacidad para asumir todo tipo de trabajos, antes de conseguir una beca para estudiar interpretación en Nueva York, pese a lo cual durmió alguna noche en la cárcel por no tener otro sitio donde quedarse. En 1958 no se subió al avión del productor Michael Todd, que acabaría por estrellarse sin supervivientes, y en 1991 salió ileso de un accidente de helicóptero, en el que murieron dos personas. En 1996 sufrió un derrame que lo dejó sin habla, pero pudo agradecer su Óscar honorífico. Ha pasado por lo peor para un padre: enterrar a un hijo —Eric, por sobredosis—, y habrá deseado que la historia no se repita con su atribulado nieto Cameron.
Su hijo Michael y su nuera Catherine Zeta-Jones le organizaron ayer una fiesta de cumpleaños en Los Ángeles, para conmemorar su centenario, una condición en la que le ha precedido por unos meses otro ícono de la edad de oro de Hollywood, Olivia de Havilland. Una época capaz de lo mejor —que un obrero hijo de refugiados judíos se convirtiese en una estrella— y de lo peor —las listas negras del macartismo que Douglas combatió—. Hoy, el actor nacido como Issur Danielovitch en Ámsterdam, Nueva York, celebra su centenario y una carrera excepcional.
Y, como dice él: “Sin una sola secuela”.
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