Música.- Investigar sobre cualquier cosa relativa a El Salvador es un verdadero dolor de huevos. Hay poca información, y la poca que hay está repetida, además los enlaces normalmente te llevan a la Deep Web, o pueden estar infectados con algún virus malicioso. Lo lindo de todo es que siempre se encuentran cosas que lo sorprenden a uno de sobremanera, y de eso me di cuenta al buscar información sobre la música académica salvadoreña (comúnmente llamada Música Clásica), temática que está guardadísima en los cajones de SECULTURA (ahora Ministerio de Cultura) o quizá ni está.
La onda es hacer patria y enriquecer la experiencia musical salvadoreña.
Esteban Servellón
Mi primer invitado a formar parte de esta enciclopedia se llama Esteban Servellón. Desde ya les voy a decir que el tipo era un genio. Nació en San Esteban Catarina, municipio de San Vicente, en 1921. A los 8 años comenzó a tocar violín. Luego, por azares del destino y de las placas tectónicas, tuvo que pegarse el viaje a San Salvi con su madre.
Ya en la capital tuvo la oportunidad de ingresar a la Orquesta Sinfónica de los Supremos Poderes en 1940. Pasó un lapso de 12 años en dicha orquesta, hasta que, en 1952, tuvo chance de irse directo a Roma a estudiar Composición y Dirección Orquestal en la Academia Santa Cecilia (o sea, el tipo no era ningún cinco e’ yuca, pues). Luego de 4 años regresa a El Salvador a dirigir a la orquesta a la que perteneció con anterioridad.
Con todo el bagaje cultural que implica poder estudiar y emigrar a otro país, más todo lo aprendido mientras dirigió a la Orquesta Sinfónica del país (en los cuarenta, la Orquesta de los Supremos Poderes era la única existente en el país) pudo viajar por Norte y Centroamérica como director de orquesta residente. Visitó y trabajó para unas orquestas de Estados Unidos. Luego fue violista principal de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, México.
Regresó a Sívar en 1992, ya retirado y realizando una aportación importantísima a la reconstrucción de una sociedad desangrada por los 12 años de conflicto: comienza con la construcción de un centro de artes en su natal San Esteban Catarina llamado “Cecilio Orellana”, en donde el mismísimo maestro se dedicó a impartir clases de violín, viola e incluso italiano, que aprendió gracias a su estancia en Roma.
Obras
Como dije con anterioridad: es medio complicado poder encontrar registros audiovisuales sobre las obras de un compositor salvadoreño del Siglo XX en la magnánima y todopoderosa red Internet, pero por ahí encontré un par obras subidas a la red, como el caso de Tres Alotópicos, una composición contemporánea para un cuarteto de cuerdas (dos violines, una viola y un violincello). En esta obra, Servellón juega mucho con las disonancias (sonidos más o menos estridentes que no responden a la jerarquización capitalista del sistema tonal) y técnicas instrumentales como pellizcar las cuerdas de los violines (propiamente llamado Pizzicato). Esta es una composición bastante libre en cuanto a la forma; es decir, no hay muchas partes que vuelvan a repetirse estrictamente, aunque algunas veces sí presentan variaciones.
Otra de sus piezas más representativas es la Suite Retrospectivas: una obra compuesta en 7 partes o movimientos. De carácter danzable y una instrumentación que contempla instrumentos de cuerda, viento y percusión. Ya en esta pieza puede notarse que Servellón tiene influencia de compositores de la talla de Igor Stravinsky o de Dimitri Shostakóvich, quienes también implementaron una forma de hacer música “no tan tonal” y comenzaron a jugar con otros atributos del sonido, al igual que mi amigo Servellón.
Cabe recalcar que también el maestro escribió poemas sinfónicos como Sihuehuet (que infortunadamente no he podido conseguir ningún registro de audio) o una colaboración que hizo con el escritor salvadoreño Waldo Chávez Velasco, perteneciente a la hermosísima Generación Comprometida, para uno de sus escritos.
David Granadino
¿Qué pasaría si yo les dijera que El Salvador tuvo su propio Johann Strauss y que convirtió a Santa Ana en una suerte de Viena del siglo XIX?, ¿qué pasaría si también les contara que hay un segundo himno nacional, cuasi-apócrifo, que solo se reconoce como himno en Santa Ana? Pues sí, no les estoy mintiendo: el compositor santaneco David Granadino logró hacer que no tuviéramos nada que envidiarle a los europeos (más bien, reprocharles sus conductas eurocentristas). Es reconocido como uno de los compositores más importantes de Centro América entre el Siglo XIX e inicios del XX.
Nació en 1876 en Santa Ana, donde estudió violín con el maestro José Kessel, un neerlandés que vino a parar a la ciudad morena por azares del destino un tanto desconocidos.
Formó parte de la Sociedad Lírica de Santa Ana, así como de la Banda Marcial. Compuso un par de valses importantes para la cultura santaneca. Y es aquí donde quería llegar debido a la poca información disponible sobre el autor: el vals Bajo el almendro es un símbolo de identidad santaneco. Buscando un par de videos de interpretaciones de esta pieza me di cuenta que prácticamente se le guarda culto porque se enseña en todas las escuelas de la zona y se reproduce en casi cualquier ámbito de la vida pública de la segunda ciudad más importante de El Salvador.
Según cuenta la leyenda, o la vox pópuli (una versión romántico-positivista, digamos, de esas que tanto mal le hacen al arte diciendo que la “divina inspiración” lo es todo), Granadino estaba sentado en la plaza central de Santa Ana, bajo un almendro, esperando a una muchacha, y es ahí donde le surge la idea de componer un vals que, sin saberlo quizás —o quizás sí— se convertiría en patrimonio inmaterial cultural de su ciudad.
https://www.youtube.com/watch?v=EHkxRbvKR8o
Obras
Además de la obra antes mencionada, Granadino fue un compositor muy prolífico. Compuso otros valses como el Vals Toñita, Vals Istmenia, muy ligados al romanticismo europeo, regido totalmente por el sistema tonal (ese mismo con el que se componen las canciones pop desde siempre), instrumentada para orquestas donde sobresale la melodía de un violín principal. Estas composiciones, contrarias a las de Esteban Servellón, poseen una estructura más definida, no tan libre y una armonía más sencilla, totalmente dependiente del sistema tonal.
Existen otras composiciones del Strauss salvadoreño, sin embargo no he encontrado registros de algún audio, pero para conocerlas aunque sea de nombre, algunos de estos otros valses son: El pirulí, Reminiscencias, y Bella navidad. También se destacó como compositor de algunos tangos salvadoreños como Por una mirada, Gloria, Honor cuscatleco, Bella como las flores, Los pimpollos, Club Atlas, y Club Salvadoreño.
Honor a quien honor merece. Seguiré sacando entregas de compositores salvadoreños con los elementos bibliográficos que pueda conseguir y luego voy a escribir una reflexión al respecto. Si has llegado hasta acá, solo me queda agradecer tu paciencia por tratar de leer cosas medio aburridas, pero el vacil es que vos conozcás música hecha en El Salvador.
(Entrada original publicada en el blog personal del autor, El sueño Sudamericano)