Opinión.- Un 3 de febrero de 1959 se estrelló en un campo de maíz un monoplano Beechcraft Bonanza B35, en el que iban a bordo Buddy Holly, Ritchie Valens, Jiles Perry Richardson, más conocido como The Big Bopper, y el piloto inexperto Roger Peterson. Dicho evento llegó a ser conocido como El Día que la Música Murió.
Mientras realizaban su gira Winter Dance Party, en la que además de los tres artistas fallecidos acompañaban otros músicos, viajando por diferentes partes de EE. UU., realizando grandes recorridos bajo condiciones adversas, en un viejo autobús que por las condiciones climáticas afectaron a todos, padeciendo gripe algunos, e incluso otros llegando al punto de congelamiento, según la poca resistencia al frío que cada persona tuviera. Para tratar de minimizar las dificultades que estaban padeciendo, Holly decide rentar una avioneta para llegar más rápido a su próximo evento de la gira, que en ese momento era Moorhead, Minnesota.
Los tres músicos tomaron el vuelo a las 12:55 a. m., después de una presentación, el cual alcanzó una altitud 914.4 m y que debido a las probables malas lecturas del piloto realizó una maniobra controlada, que por culpa de la oscuridad los llevó a chocar directo contra tierra, falleciendo todos instantáneamente.
En rigor, esta tragedia no se diferencia de ningún turbio acontecimiento humano: nuestras pérdidas, en general, siempre nos duelen. Pero en lo fundamental, esta tragedia se enmarca en aquellas que nos dejan una extraña desolación, ese dolor extraño cuando lo ajeno nos afecta. Nos invade ese pensamiento de: “¡Qué lástima! Estaban tan jóvenes, tenían tanto por dar…”. Y a esto se suma esa sensación de pérdida en lo cotidiano: su música se metía en la privacidad de esos hogares, en la pista de baile de quienes se alegraban con sus ritmos, en el día a día de los vaivenes y circunstancias de toda clase.
Y entonces sentimos que quien se murió se llevó algo de nosotros. La muerte del famoso, del artista, del sujeto admirado, nos recuerda nuestra propia fragilidad, nuestra inevitable condición de ser-para-la-muerte. Y entonces recordar estas tragedias no dejan de lanzarnos a la contemplación, a la detención del segundo para reflexionar apropiadamente sobre cualquier eventualidad que esté ocurriendo en nuestras vidas.
A pesar de eso, gracias a la era de la sobreinformación, vivimos en tiempos en que el dolor nos dura unos días (también dependiendo del personaje) y luego pasamos página, como si nada, banalizando en cierto modo la muerte, la tragedia, como si solo asumiéramos que un día ocurrirá de todos modos, y ya. En esos tiempos la gente podía pasar recordando hasta por años, o al menos podía permanecer por mucho tiempo como tema de conversación: no olvidemos cómo murió cierta inocencia en el inconsciente colectivo estadounidense, por todos los magnicidios ocurridos en la década de los sesenta. Y cómo no, para ellos en aquellos tiempos era normal seguir sintiendo ese extraño saudade, por todo lo perdido.
Buddy Holly
Charles Hardin Holley, mejor conocido por su nombre artístico Buddy Holly, fue uno de los más grandes talentos de su generación e influencia de futuras estrellas, y tenía apenas 22 años cuando ocurrió la tragedia. Y aunque la muerte lo alcanzó a tan temprana edad, contaba con 5 años de trayectoria y tres álbumes que ahora se consideran una de las grandes y decisivas innovaciones del rock and roll.
Conoció a Elvis Presley e incluso fue telonero en algunos de sus conciertos. Tocaba varios instrumentos y era dueño de un carisma sin igual. Bandas como The Beatles (quienes se nombraron así porque Holly perteneció a la banda The Crickets —“Los grillos”—), The Rolling Stones (que hasta versionaron algunas de sus canciones), The Kinks, The Who, The Animals, The Proclaimers, The Hollies (clara alusión a Holly), The Clash, Blondie, Weezer, e incluso Radiohead, profesan abiertamente admiración por su música y su figura. De igual manera un gran número de solitas, entre los que destacan Elvis Costello, Bob Dylan y Don McLean, siendo este último quien dedicara una canción a la tragedia ocurrida el 3 de febrero de 1959, mundializando el nombre y el evento para muchas generaciones.
Caso muy particular el de The Beatles, ya que Harrison aprendió a tocar guitarra con la música de Holly y John Lennon trató de tener su mismo carisma en el escenario. Por su parte, en la actualidad Paul McCartney es tan fan, que es propietario de los derechos del catálogo completo de sus canciones.
Todo eso sin contar que dejó una profunda huella en la cultura y música popular anglosajona. En particular, Bob Dylan mencionó en su discurso al recibir el Premio Nobel de Literatura 2016:
Si tuviera que volver al amanecer de todo, creo que tendría que empezar con Buddy Holly. Buddy murió cuando yo tenía 18 años y él 22. Desde el momento en que lo escuché por primera vez, me sentí identificado. Sentí casi que era como un hermano mayor. Hasta pensé que me parecía a él. Buddy tocaba la música que me apasionaba —la música con la que crecí: country western, rock ‘n’ roll y rhythm & blues—. Tres hebras separadas de la música que entrelazó y fundió en un género. Una marca. Y Buddy escribía canciones, canciones que tenían bellas melodías y versos imaginativos. Y cantaba muy bien, cantaba con distintas voces. Él era el arquetipo. Todo lo que yo no era y quería ser. Lo vi sólo una vez, unos días antes de su muerte. Tuve que viajar 100 millas para verlo actuar y no me decepcionó. Era poderoso y electrizante, y tenía una presencia imponente. Yo estaba a solo seis pies de distancia. Estaba hipnotizado. Le miré la cara, las manos, la forma en que marcaba el ritmo con el pie, sus grandes gafas negras, los ojos detrás de las gafas, la forma en que sostenía su guitarra, su postura, su traje elegante. Todo él. Aparentaba más de 22 años. Algo en él parecía permanente, y me llenó de convicción. Entonces, de repente, sucedió lo más extraño. Me miró directamente a los ojos y me transmitió algo. Algo que no sé lo que era. Y sentí escalofríos.
Entró al Salón de la Fama del Rock and Roll en 1986. Su estilo desenfadado, alegre, ameno e inocente se convertiría en un modo de vivir, en una de las actitudes básicas de los rockstars de aquellas décadas.
https://www.youtube.com/watch?v=LLqo5EBnJYA
La música de Holly fue capaz en su momento de borrar las diferencias raciales, como puede comprobarse con los conciertos que ofreció al público afrodescendiente y su amistad con artista de la talla de Chuck Berry y Little Richard. Por otra parte, en este comercial-homenaje de VH1 podemos ver a algunas de las estrellas más legendarias de la música en las últimas décadas: está de más decir que la canción de fondo es de Holly.
Por si tiene interés en ella, la canción se titula True Love Ways. Por otro lado, a pesar del inmenso éxito que tenía con su banda y como solista, lo cierto es que Holly estaba ahogado en deudas y necesitaba realizar más conciertos para estar un poco más solvente. Su decisión de volar en la avioneta se basó en el mal clima, las malas condiciones de viajar en un autobús que los estaba matando de frío, y además tratar de contribuir al bienestar del resto de acompañantes en el vuelo, quienes se encontraban mal de salud, precisamente por el mal clima.
Ritchie Valens
Célebre a nivel mundial por interpretar La Bamba, aunque también tiene a su espalda otros éxitos. Este joven talento estaba a unos meses de cumplir apenas 18 años. Aquel zurdo que dominaría la versión diestra de la guitarra, debido a su persistencia y amor por la música, tendría una carrera meteórica de apenas 8 meses. Sin embargo, fue tiempo suficiente para dejar su huella en el rock and roll.
La historia suele ser un poco injusta y nos muestra a un Valens que quizá estaba desesperado por la fama o por salir adelante económicamente. Pero lo cierto es que el artista no vivía tanto de su fama, como sí ocurre con la mayoría de casos en la actualidad, al menos si comparamos los niveles de fama.
Lo que sí parece una realidad es que le restó importancia a todos los errores logísticos que ocurrieron durante la gira. Al ser alguien que provenía de una vida difícil, las condiciones adversas le podían parecer una cosa que por fuerza tenía que pasar.
Por otra parte, la suerte puede llegar a ser una cosa macabra, ya que su lugar en esa avioneta lo ganó en un duelo a cara o cruz, con el músico Tommy Allsup.
En un tiempo en que de verdad no era tan frecuente que un música latino destacara a nivel internacional entre el público anglosajón o europeo, Ritchie Valens se marchó dejando una de las carreras truncadas que más se lamentan en la historia de la música, a nivel mundial. Su influencia en Latinoamérica se capitalizaría durante los años sesenta, y es innegable que hasta el día de hoy se le asocia de inmediato con el rock and roll y con su época.
The Big Bopper
Era el mayor de todos los que iban a bordo de la avioneta. Murió con 28 años de edad. Como gran conocedor del gusto musical de su audiencia, The Big Bopper tenía el récord de haber transmitido sin parar casi 2,000 canciones durante seis días seguidos. Ritmos y géneros no le eran ajenos, por lo que en sus ratos libres se dedicó a escribir sus propias canciones.
Cuando se animó a cantar su propio material, no sabía que uno de sus éxitos se convertiría en una de las canciones más escuchadas de 1958. En su tiempo le llovieron muchas ofertas, pero aceptaría ir de gira con Holly, Valens y otros artistas. Nadie sabe lo que le depara el mañana.
De las tres celebridades que fallecieron, quizá la historia ha sido más injusta con The Big Bopper. Sin embargo, su sencillo marcó la cultura adolescente de principios de los sesenta, e incluso pasó un par de décadas más sonando en bailes escolares de aquellas generaciones aficionadas a la pista de baile.
Roger Peterson
El desafortunado piloto tenía apenas 22 años. Aunque la historia cataloga a Roger como piloto inexperto, lo cierto es que un mal tiempo puede pasarle factura hasta al más experimentado. Ahora bien, no se puede negar que lo más probable es que hizo una mala lectura al momento de estar pilotando, por lo que la probabilidad de la tragedia fue prácticamente del 100 %.
Es muy probable que estuviera consciente de los riesgos y dificultades de volar en esas condiciones, pero aceptó a petición de Holly porque, como suele ocurrir en estos casos, consideró todo bajo control, y creyó en las circunstancias y la urgencia de la situación. Se considera ahora que hizo una mala lectura durante el vuelo, y que la total oscuridad fue el sello letal que marcaría el destino de todos.
El hubiera y los azares del tiempo
Es imposible saber con certeza absoluta qué hubiera sido de la carrera de estos tres músicos, de no haber fallecido en ese fatal accidente. No sabemos si ahora serían menos recordados, o si por el contrario nos esperaba conocer tremendas carreras brillantes, cuyos éxitos hubieran llegado de forma entrañable a más generaciones. Y aunque suene exagerado, tampoco sabemos en qué hubiera mutado el rock and roll, o qué dirección habrían tomado otras figuras que trataron de hacerse un lugar en la industria musical.
Una visión interesante es la que nos presenta Don McLean con su canción American Pie, con la cual muchos fans (incluido el autor del video que comparto a continuación) se prestaron a las más variadas interpretaciones, incluido los supuestos mensajes ocultos que nos dejó en cantautor estadounidense. Por sobre todas las cosas, eso sí, la canción evidencia la profunda admiración que sintió McLean por las tres superestrellas de finales de los cincuenta.
Pero antes de la canción de McLean, en el mismo año de 1959 apareció la canción Three Stars, del cantautor Eddie Cochran, quien también fallecería un año después, solo que en esta ocasión en un terrible accidente automovilístico.
Por otra parte, después del accidente con el enlace fatal, se disparó las ventas de álbumes de estos tres artistas, sobre todo de Buddy Holly. Probablemente con esta tragedia la industria musical terminó por comprobar que el comercio con la muerte trae grandes réditos.
Además, lo acontecido en esta fatalidad hizo reflexionar a representantes, artistas y demás interesados en la industria musical, para que crearan mejores condiciones para realizar giras y no dejar tan al azar detalles logísticos tan importantes como el transporte y la estadía en cada ciudad, entre otros aspectos. Naturalmente las bandas sin mayores recursos siempre se lanzan a azar por puro amor a su arte o por intereses en desarrollarse en el medio, pero lo cierto es que se crearon y mejoraron estándares.
A lo mejor para usted, estimado lector, el apelativo del Día que la Música Murió le parezca demasiado exagerado, ya que contamos con un tradición rica en este mundo, además de estrellas que llenan una constelación con todos lo gustos posibles. Pero quiero que piense por un momento: el rock and roll comenzaba a tomar fuerza a nivel mundial como género, además que estas jóvenes promesas nos cantaban de amores, ingenuidades, esperanzas, ilusiones de toda clase, que en ese momento marcaron a más personas de quienes ahora podamos dar cuenta. Su muerte hizo sentir vulnerables y frágiles a millones de jóvenes que disfrutaban el mundo a su manera. Los años que siguieron trajeron cambios sustanciales en los ritmos y las letras, e incluso en su momento se pensó que el rock and roll había muerto, cuando en realidad solo había mutado, quizá evolucionado.
Pero todo comenzó cuando el mundo presenció esta pérdida, que con ella se llevó el espectáculo de la insalvable juventud.
VoxBox.-